Escuchemos en nuestro interior la pregunta que Jesús también nos hace por nuestro amor y la invitación a seguirle en la misión que nos confía
Hechos de los apóstoles 25, 13-21; Sal 102; Juan 21, 15-19
‘Sígueme…’ le había dicho un día Jesús, casi al comienzo de su
anuncio del Reino por los caminos y aldeas de Galilea cuando se lo había encontrado en la orilla del lago
recogiendo las redes de su barca. ‘Sígueme y serás pescador de hombres’,
le dijo entonces después de una pesca milagrosa porque Pedro había puesto toda
su confianza en Jesús y en su nombre había echado las redes al lago donde parecía
que no había nada.
Ahora, al final del evangelio, después de todos los acontecimientos de
la pascua, también en la orilla del lago donde les había salido al encuentro e
igualmente se había producido una pesca milagrosa, también terminaría diciéndole
a Pedro, ‘Sígueme’. Si entonces había sido una confianza incondicional,
ahora ha sido una triple protesta de amor después de huidas, negaciones y
encierros en los momentos duros de la pascua.
Si entonces le había dicho que seria pescador de hombre, ahora le decía
que habría de pastorear sus ovejas. ‘¿Me amas, Pedro?’ había sido la
pregunta repetida. ‘¿Me amas más que estos?’ Mira que tengo para ti una misión
muy especial. Te he llamado Pedro, aunque sé que eres Simón, el hijo de Jonás.
Pero ya te lo había dicho, ahora serás Pedro, porque quiero que seas piedra, la
piedra sobre la cual y en torno a la cual se formará la Iglesia, la comunidad
de los que creen en mí y me siguen. Y tú, tienes que mantener viva la fe de los
hermanos; en torno a ti se han de reunir y serás signo de comunión. Has de
estar firme, por eso te pregunto sobre tu amor.
‘¿Me amas, Pedro?’
Y Pedro sintió la alegría del amor, claro que amaba a Jesús, si por El
había estado dispuesto a dar su vida. Pero al mismo tiempo ante la repetición
de la pregunta, sintió tristeza en su corazón, porque había comenzado a
recordar; mucho impulso a las primeras palabras, pero a los primeros peligros también
se había echado para atrás y había negado.
Pero Jesús seguía preguntando, ‘¿me amas, Pedro?’ Es que quiero
seguir confiando en ti, has de pastorear al rebaño, has de pastorear a las
ovejas, has de cuidar de los corderos, has de defenderlos de todo peligro, has
de hacerlos caminar con seguridad, la seguridad de la fe que no se debilita ni
se apaga. Por eso tienes que confirmar en la fe a los hermanos, has de mantener
firme y vivo el rebaño, han de ser un solo rebaño, porque solo tienen un
Pastor. Y Pedro siente que Jesús sigue confiando en El. Un día salieron
lágrimas de sus ojos cuando se dio cuenta de su pecado, de lo triste de su cobardía
que le llevó a la negación, pero ahora quizás vuelven a rodar las lagrimas por
su rostro, porque siente la confianza de Jesús. ‘¡Señor, tú lo sabes todo,
tú sabes que te amo!’
¿Nos estará Jesús preguntando también a nosotros por nuestro amor?
Escucha esa pregunta en tu interior. Aunque muchas hayan sido las debilidades
de nuestra vida porfiémosle a Jesús nuestro amor. Señor, tú sabes que te amor,
haz que crezca mi fe, haz que crezca mi amor. Jesús sigue confiando en
nosotros; Jesús sigue confiándonos una misión en medio de la comunidad y en
medio del mundo. Tenemos que ser sus testigos y lo seremos con nuestro amor.
Que sea verdadero y auténtico nuestro amor. También nosotros nos dice: ‘Sígueme’.
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