No hagamos de la vida una lucha con la que pretendemos quedar por delante o por encima de los demás sino un camino que hacemos juntos y nos hace mutuamente más felices
Romanos 11,1-2a.11-12.25-29; Sal 93; Lucas 14,1.7-11
Qué bonito que en la vida fuéramos con la sencillez de los amigos y la
humildad de los que se sienten hermanos y saben quererse de verdad. Sería un
trato fraterno donde nos sentimos iguales aunque cada uno con sus valores y
cualidades y la sencillez y la cercanía fuera nuestra manera de ser y de estar.
Sabríamos caminar juntos en la vida sin hacer distinciones ni estaríamos
apeteciendo el ponernos por delante y por encima porque pensamos que así
destacamos más.
No brillan más los que pretenden imponerse y sobresalir sino quienes
saben poner autenticidad en su vida y saben estar siempre a la misma altura de
los demás. Quienes falsamente se quieren poner por delante para sobresalir
pronto se va a descubrir la falsedad de su vida y hay el peligro de que queden
aislados en sus torres de apariencia que lo que hacen es separarles de los
demás.
Jesús a quien había invitado a comer un personaje principal entre los judíos
se encuentra con los empujones y los codazos de los que quieren resplandecer en
los primeros puestos. Esas ambiciones por destacar por encima de los demás podríamos
decir que es tan viejo como el mundo y seguiremos encontrándonos esas mismas
posturas y ambiciones. Seguimos hoy dándonos empujones y codazos; seguimos
encontrando quiere quitar de en medio a quien le pueda hacer sombra; seguimos
viendo a los demás como a unos contrincantes contra los que tenemos que luchar.
Y Jesús quiere hacernos pensar para que nos demos cuenta qué es lo
verdaderamente importante para la persona. Nos encandilamos, es cierto, con los
reconocimientos humanos y dice le gente que a quien no le halaga un dulce. Pero
esas apetencias que podamos sentir dentro de nosotros tenemos que saber
transformarlas para saber encontrar lo que hace verdaderamente importante a la
persona.
Hemos convertido demasiado la vida en una lucha en que nos enfrentamos
unos otros, yo diría innecesariamente. Tenemos que aprender a hacer los caminos
juntos para poder saber llegar a la meta, encontrar ese camino que nos ayude a
todos. Es cierto que no todos somos iguales porque no todos tenemos las mismas
cualidades y valores, pero tenemos que saber poner juntos nuestros granos de
arena que unidos a los de los demos harán ese mundo mejor, ese mundo más
hermoso. Así no estaremos quitándonos ya sea el lugar o la riqueza que pueda
tener el otro, sino que nos enriqueceremos mutuamente porque todos nos
sentiremos beneficiados de lo bueno que son, tienen o hacen los demás.
Por eso Jesús nos enseña un camino de sencillez y de humildad, que es
un camino de servicio y de darnos por los demás, que será lo que verdaderamente
nos hace grandes. La importancia de nuestra vida se medirá por la humildad de
nuestro servicio realizado con mucho amor con que hacemos más feliz al que está
a nuestro lado.
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