Dejémonos conducir por el espíritu del amor y fluirán de nuestra vida los gestos de amor que harán más felices a cuantos nos rodean y construiremos así un mundo mejor
Romanos 9,1-5; Sal 147; Lucas 14,1-6
Los gestos de amor nos sorprenden y desconciertan. Bueno, me diréis,
los gestos de amor nos agradan, nos sorprenden quizá cuando no los esperamos de
alguien, pero es algo con lo que nos sentimos felices y agradecemos. Es cierto.
¿A quien no le gusta recibir un cariñito? ¿A quien no le gusta sentirse amado? Pero
aun así sigo afirmando que los gestos de amor nos desconciertan.
Un amor generoso, altruista, solidario, sincero y que es capaz en
quien lo realiza de hacer que se olvide de si mismo y las posibles
repercusiones que pueda tener en su vida y aun así sigue siendo generoso para
darse totalmente hasta se capaz de quedarse sin nada, nos descolocan, nos
desconcierta, porque tenemos la tentaciones de ponerle en ocasiones vallas y
limites al amor que le tengamos a los demás, no nos sentimos quizá capaces de
hacer nosotros lo mismo. A lo más que decimos es ‘no me lo esperaba’.
Por eso los gestos que le vemos realizar a Jesús en el evangelio,
vemos que por una parte hay gente que se siente admirada y entusiasmada, sin
embargo otros se sienten sorprendidos porque quizá por una parte no es lo que
ellos esperaban y por otra parte se sienten denunciados porque ellos no son
capaces de realizarlos.
Lo han invitado a comer en casa de un hombre principal que además era
fariseo. Allí están al acecho de los gestos de Jesús. Hay un hombre enfermo y
comenzó a resplandecer el amor. Y ahí está el gesto de Jesús. Aquel hombre es
liberado de su mal. ¿Sorpresa? Quizá no tanto porque era lo normal de Jesús.
Pero les desconcierta, es un sábado. Pero las palabras de Jesús les interrogan
por dentro. ¿Quizá nos preocupamos más si se nos cae al pozo el animal que
tenemos para nuestros trabajos? ¿Por qué no
nos vamos a preocupar por una persona que sufre? Son los caminos del
amor al que no podemos ponerle vallas.
Es la disponibilidad que ponemos en nuestra vida cuando dejamos
inundar nuestro corazón de amor. Es el camino que nos va a llevar a la
verdadera felicidad, en nosotros mismos porque sentimos lo bueno y la
satisfacción por lo que hemos hecho, y vamos repartiendo felicidad a los demás
cuando vamos liberando ataduras, cuando vamos mitigando sufrimientos, cuando
vamos sembrando esperanza e ilusión, cuando ponemos una nota de alegría en la
vida. Y el amor nos hará ir encontrando esas ocasiones, esos momentos en que
podemos regalar tanto bueno a los que nos rodean.
Y cuando entramos en esa tesitura las cosas van fluyendo con
naturalidad de nosotros y llegaremos a ser capaces de hacer lo que no
imaginábamos que pudiéramos hacer. Porque el amor es creativo, toma siempre la
iniciativa, provoca en nosotros esos deseos del bien, no aguanta el sufrimiento
de los demás y buscará la forma de mitigarlo, hará vayamos sembrando sonrisas
de esperanza y felicidad en cuantos nos rodean. También nosotros seremos
capaces de sorprender a los demás. Dejémonos conducir por ese espíritu del
amor.
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