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lunes, 30 de octubre de 2017

Nada debe hacernos ir encorvados por la vida porque nos impida vivir con autenticidad lo que somos y lo que es la búsqueda sincera del bien de los demás

Nada debe hacernos ir encorvados por la vida porque nos impida vivir con autenticidad lo que somos y lo que es la búsqueda sincera del bien de los demás

Romanos 8,12-17; Sal 67; Lucas 13,10-17

Hay cosas que vamos aprendiendo en la vida, que se nos van inculcando desde pequeño y que pretenden enseñarnos unos valores, hacer que tengamos buenas costumbres en las que no solo nos manifestemos con dignidad sino que también tratemos con dignidad a los demás, que se van convirtiendo en norma, en plantilla por así decirlo, de nuestra conducta.
Es bueno y necesario que vayamos aprendiendo esos principios que van configurando nuestra vida, le van dando un sentido y tenemos que comprender bien el por qué lo hacemos, lo que pretendemos, y evitar que se conviertan en una rutina o que las hagamos así porque así sin darle una razón o sentido y al final vayamos siendo esclavos de esas normas que de entrada lo que pretendían era lo mejor para nosotros.
Que tengamos que lavarnos las manos o nuestro cuerpo por razones de higiene personal y también por dignidad y respeto a los que nos rodean, está bien, ahora que lo convirtamos en un escrúpulo que nos hace esclavos de esa limpieza de manera que sea una obsesión para nosotros ya no es tan bueno. Hemos de darle sentido a las cosas y vivirlas en su propio sentido y valor.
El respeto al día del Señor era algo inculcado en el pueblo judío con mucha intensidad, por una razón teológica por una parte porque era un reconocimiento de que Dios es el centro de la vida y a El hemos de mostrar todo nuestro amor y rendirle culto, pero también iba acompañado de una razón humanitaria por así decirlo, porque ese descanso es necesario para el hombre para no hacerse esclavo de trabajo y para tener un tiempo para si y para los suyos en un tiempo, por así decirlo, lúdico.
De ahí nacía el descanso sabático que buscando ese descanso y ese día para el Señor te impedía realizar cualquier tipo de trabajo. Pero eso pronto en Israel se llenó de normas y preceptos que prescribían hasta el más mínimo detalle lo que se podía y no se podía hacer. Y allá estaban los cumplidores fariseos, obsesionados con el descanso sabático para exigir el más estricto cumplimiento. ¿Es bueno el descanso sabático? No lo podemos negar pero no podemos convertirlo en una obsesión que llegue a impedirnos actuar con verdadera libertad.
En ese marco sucede el episodio que nos narra el evangelio hoy. Era sábado. Estaban en la sinagoga, para el culto, la oración y la proclamación de la lectura de la ley y los profetas. En medio anda una mujer encorvada a causa de la enfermedad. Y Jesús la cura. Surge la sorpresa porque era sábado. Para allá andan los fariseos con ojo avizor. Pero vemos la libertad de la actuación de Jesús, el amor que lo motivo, y la liberación que quiere significar para todos aquel signo.
No quiere Jesús que vayamos encorvados por la vida. muchos pesos pueden caer sobre las espaldas de nuestra vida que resten nuestra libertad. La vida superficial a la que nos sentimos abocados tantas veces resta mucho la valoración profunda que le hemos de dar a lo que hacemos; el estar pendientes de lo que puedan pensar o decir los demás nos puede impedir que nos mostremos tal como somos y manifestemos también lo que son nuestros verdaderos principios; las rutinas con que hacemos las cosas, simplemente porque hay que hacerlas pero sin buscarle su verdadero sentido pueden ser también un lastre para nuestra vida; el dejarnos arrastrar por la corriente de lo que todos hacen puede terminar volviéndonos insolidarios e injustos en nuestro trato o en la valoración que hagamos de los demás.
Muchas pueden ser las trabas que nos vayamos imponiendo en la vida y que a la larga nos hacen caminar encorvados. Pero Jesús viene a darnos la verdadera libertad, a arrancarnos de esas cosas que nos esclavizan, a abrir nuevos horizontes en nuestra vida y nuevos caminos que nos conduzcan a ser más libres, más solidarios, más justos, más auténticos en nuestro trato con los demás, como manera de hacer un mundo mejor. Dejemos que Jesús ponga su mano de amor sobre nosotros y nos levante.

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