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domingo, 29 de octubre de 2017

Qué hermoso es que toda persona se siente querida y valorada, sepamos tenerle en cuenta y hacer que se sienta alguien



Qué hermoso es que toda persona se siente querida y valorada, sepamos tenerle en cuenta y hacer que se sienta alguien

Éxodo 22, 20-26; Sal 17; 1Tesalonicenses 1, 5c-10; Mateo 22, 34-40

El que se siente amado se siente valorado y se siente protegido, porque se sabe que se le tiene en cuenta, que es alguien para alguien. Cuando pensamos en la pobreza quizá muchas veces pensamos primero que nada en la carencia de unos medios que le ayuden a subsistir; pero no solo es pobreza, me atrevo a decir que la soledad de quien se siente abandonado, de quien no es tenido en cuenta, de quien no significa nada para los demás, de quien quizá se ha convertido en un número sin rostro es lo que produce mayor dolor en alma porque se siente desamparado y no alcanza a ver un camino de luz por donde salir de su soledad.
Quizá no tenga para comer, una ropa con la que cubrirse, un techo bajo el cual guarecerse pero si encima siente que nadie tiene una mirada para él, oscuro se le ponen los caminos para salir de su situación, de su pobreza. Y así caminan muchos sin rumbo en su soledad por la vida sin encontrar caminos y no somos capaces de verlos, no queremos quizá ni pensar que existen. Qué triste seria escuchar de labios de alguien ‘a mi nadie me quiere’.
¿Por qué me hago estas consideraciones al comenzar mi reflexión sobre el evangelio y toda la Palabra de Dios de este domingo? Es que hoy se nos habla de amor, en concreto, del amor a Dios y del amor al prójimo. Pero quiero pensar en ello más que en una palabra en rostros concretos en los que falta ese amor, a los que no les tenemos ese amor aunque podamos decir muchas cosas bonitas.
El evangelio nos habla de que los principales entre los judíos, fariseos, sumos sacerdotes, gentes del sanedrín, estaban buscando la manera de coger, como se suele decir, en un renuncio a Jesús, confundirle en sus palabras. Vienen a preguntarle por el mandamiento principal lo que podríamos decir que era innecesario porque bien claro estaba en la Escritura y era algo que se sabía bien de memoria todo judío. Y Jesús les responde con las palabras exactas de la ley, el amor a Dios sobre todas las cosas, pero une a ello haciendo que tengan una semejanza en la fuerza del mandamiento lo que en otra parte también se lee en la Escritura, ‘y el segundo es semejante a él porque amarás al prójimo como a ti mismo’. No hay vuelta de hoja. Por eso concluye Jesús ‘en esto se encierran la ley y los profetas’.
Jesús nos viene a decir que no hay verdadero amor a Dios al que hay que amar ‘con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser’ si no amamos al prójimo también. Y es aquí donde tenemos que ver las cosas concretas, es aquí donde tenemos que ver los rostros a los que tenemos que amar y ponerle nombre para que ese amor no sea una palabra bonita sino sea algo muy concreto.
Ya sabemos que en otro lugar del evangelio ante esa respuesta de Jesús el maestro de la ley le preguntará y se preguntará, ‘¿quien es mi prójimo?’ No necesitamos hoy ir a ese texto paralelo del evangelio de Lucas sino simplemente fijarnos en los textos que se nos han ofrecido en la liturgia de este día. Es un texto del Éxodo que nos va describiendo lo que era la ley del Señor para su pueblo e irá detallando allí donde se ha de manifestar el amor y la compasión para con los pobres y desamparados.
Y se nos habla de unas situaciones muy concretas que luego a través de toda la Biblia se repetirán como una muletilla para hacer referencia a aquellos a los que primero hay que atender. Nos habla de los forasteros, de los huérfanos y de las viudas; luego seguirá poniéndonos situaciones muy concretas en las que se ha de manifestar esa misericordia y compasión. Pero fijémonos en esas como tres categorías que se nos señalan que van a ser como el paradigma de lo que es la situación de pobreza que pueda vivir el ser humano.
Forasteros, huérfanos y viudas, nos dice. ¿Por qué? Podríamos decir que son el paradigma de quienes se sienten abandonados y sin protección de nadie. El forastero esta lejos y fuera de su tierra, de su ambiente, de sus familiares y amigos, nadie lo conoce, es un extraño, vivirá tremendamente la soledad. Y no digamos nada cuando se meten en la sociedad los rabillos de la discriminación, del racismo y la xenofobia. Pensemos en lo que a nosotros mismos nos sucede muchas veces cuando nos encontramos con un extraño, alguien de otra raza o que viene de otro lugar, con quien por su idioma quizás no nos podemos entender, la desconfianza que se nos mete muchas veces dentro. ¿Cómo se sentirá el que es mirado así y no se siente querido, sino más bien quizás desplazado o rechazado?
El huérfano ha perdido todo su apoyo cuando le falta uno de sus padres y no digamos si le faltan los dos. No es solo la protección y la atención que podría recibir sino el calor del cariño de un padre, de una madre. La pobreza de su vida es grande, aunque quizá haya unos medios materiales, porque es grande la soledad de su corazón. Quizá su situación nos puede mover a la compasión, pero pudiera ser que el compromiso no vaya más allá.
Y en la misma situación vemos a la viuda, a quien le falta el apoyo de un esposo, con unos hijos quizá que cuidar, teniendo que enfrentarse sola a los problemas de la vida. Ya me diréis que al menos en nuestro entorno hay prestaciones sociales, apoyos y ayudas de muchas maneras, pero algo faltará en su corazón. Y bien sabemos que no en todos los lugares hay la misma protección.
Ahí tenemos reflejado lo que reflexionábamos en el principio de este comentario. Pero si nos hemos extendido un poco es para que en nuestra reflexión nos demos cuenta de cómo tenemos que hacer efectivo y concreto nuestro amor. No son palabras bonitas, no son solo las ayudas materiales que podamos ofrecer a quien pasa necesidad, es algo más lo que en nuestro amor podemos y tenemos que hacer con nuestra cercanía, con nuestro acompañamiento, con nuestra escucha, con nuestra mano tendida pero con nuestro corazón bien abierto para sintonizar con la otra persona.
Terminemos recordando lo que quizá volvamos a encontrarnos en el evangelio en las próximas semanas. En el atardecer de la vida seremos examinados del amor. Y Jesús nos va a decir que lo que le hayamos hecho o lo que hemos dejado de hacer con uno de estos hermanos a El se lo hicimos. Le toca a cada uno sacar las conclusiones para nuestra vida viendo como tenemos que ofrecer nuestro amor en la valoración que hacemos del hermano y en el amor concreto que le podemos ofrecer.

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