Tenemos que ponernos en camino porque es grande la tarea que tenemos que realizar con las obras de nuestro amor, nuestra presencia y cercanía a todos los que sufren
‘Ellos se pusieron en camino y fueron de aldea en aldea, anunciando
el Evangelio y curando en todas partes’. Un día se habían sentido atraídos
por la palabra y la persona de Jesús, le habían escuchado, les daba gusto estar
con él, las esperanzas renacían en sus corazones, sentían que en verdad siguiendo
a Jesús era posible un mundo nuevo y mejor.
Jesús les anunciaba el Reino de Dios y les iba dando las señales en
que había de manifestarse ese Reinado de Dios, los hombres se amarían de verdad
y se sentirían hermanos, el sufrimiento era mitigado con el amor de todos, el
mal tendría que desaparecer de ese mundo si sus corazones eran transformados
por el amor, algo nuevo tendría que comenzar a vivirse entre todos porque todos
centraban sus vidas en Dios.
Eso habrían de comenzar a vivirlo ellos mismos, lo estaban intentando
hacer cuando se sentían unidos en torno a Jesús, pero esa buena noticia había
de llevarse a los demás, había de anunciarse a todos para que en todos
renacieran las esperanzas y todos comenzaran a vivir en ese estilo y sentido
nuevo. Ahora Jesús los envía. Han de anunciar el Reino, han de anunciar ese
mundo nuevo, han de hacer posible que allí por donde estén se vaya realizando
ese mundo nuevo, ese nuevo sentido de vivir.
El amor habría de comenzar a florecer de nuevo en medio de los hombres
porque tendrían que hacer desaparecer todo mal, arrancar el odio y la
malquerencia de los corazones, desterrar los orgullos y las envidias, que nunca
mas apareciesen los brotes de cizaña de las discordias o de los egoísmos. Era
lo que Jesús les mandaba realizar.
Las expresiones que emplea el evangelio son muy propias de algunos de
los signos externos que habían de realizar pero eran muy significativas de lo
que habían de ser las señales de ese reino nuevo que se habría de vivir. El
anuncio no ha de ser solo de palabra sino con obras, y habla de curar enfermos
y de expulsar demonios.
Curar enfermos no es solo levantarlos de la cama si en ella están
postrados; la cercanía y la presencia nuestra junto a un enfermo ha de ser
siempre una presencia de vida y de amor y quien se siente amado se está
comenzando a llenar de vida, se está comenzando a sanar. Las cegueras de las
que nos habla el evangelio, la invalidez de algunos miembros corporales, la
sordera que nos impide comunicarnos o la lepra que aísla a los que la padecen
son bien significativas de ese mal que hay dentro de nosotros tantas veces y
del que tenemos que liberarnos, o del que tenemos que ayudar a liberarse a
quienes lo padecen.
Por eso nuestra presencia tiene que ser signo de liberación porque
aquel que sufre y al que nos acercamos se siente amado cuando nos interesamos
por él. Y no hay mejor cosa que nos ayude a superarnos a nosotros mismos que el
sentirnos valorados por alguien. Cuanto podemos hacer en este sentido, cuanto
tenemos que hacer. A cuantos tenemos que ayudar a levantarse de su postración
porque se sientan valorados y amados de verdad.
Qué hermosa tarea tenemos en nuestras manos, en nuestra presencia, en
nuestra cercanía a los demás. Tenemos que ponernos en camino porque es grande
la tarea que tenemos que realizar. Jesús a nosotros también nos envía con esa misión.
Realizando esos gestos que quizá nos puedan parecer sencillos estamos
anunciando el Reino, estamos proclamando la buena nueva de Jesús.
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