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viernes, 29 de septiembre de 2017

Los Ángeles y los arcángeles nos ayudan a sentir la permanente presencia del amor de Dios en nuestra vida y con ellos queremos cantar eternamente la gloria del Señor

Los Ángeles y los arcángeles nos ayudan a sentir la permanente presencia del amor de Dios en nuestra vida y con ellos queremos cantar eternamente la gloria del Señor

Daniel 7, 9-10.13-14; Sal 137, 1-5; Juan 1, 47-51
Tradicionalmente decimos que este día del 29 de septiembre es el día de san Miguel Arcángel, pero tras la reforma del calendario litúrgico después del concilio Vaticano II en este día se unificaron las fiestas de los tres Arcángeles, por lo que en este día celebramos también a san Gabriel y san Rafael.
La tradición bíblica y también tradicionalmente en la Iglesia cuando hablamos de los ángeles hablamos de los mensajeros de Dios. Como tales aparecen repetidamente en la Escritura Sagrada pero también como un signo de la presencia y del poder del Señor. Como decimos en la teología y en el catecismo son espíritus puros que están en la presencia de Dios alabando y cantando siempre la gloria del Señor. Pero al mismo tiempo están junto a nosotros, como lo celebraremos también en los próximos días, como mensajeros divinos que están a nuestro lado con su protección y para hacernos sentir las inspiraciones del Señor en nuestro corazón.
Pero tal como aparece en la Biblia diferenciamos entre los ángeles y los arcángeles, por cuanto estos aparecen con una misión especial para hacer presente la presencia y la gracia del Señor y para trasmitirnos su voluntad o su fortaleza que nos llena de vida y nos sana o nos preserva de toda tentación y peligro. La presencia de Dios junto a aquellos grandes patriarcas del Antiguo Testamento normalmente son señalados como el Ángel de Dios, el Ángel del Señor que se les manifiesta. Signos, pues, junto a nosotros de la presencia de Dios y de su amor que siempre nos protege.
Así nos aparecerá Gabriel como especial mensajero divino, junto al sacerdote Zacarías para anunciarle el nacimiento de su hijo y su misión, pero luego también junto a María para manifestarle como estaba llena de Dios y de su gracia – había encontrado gracia a los ojos de Dios como le dice como si fuera su nombre – y cómo  había sido la elegida de Dios para que se engendrase en sus entrañas el Hijo de Dios que se hacia Hijo del Hombre, Emmanuel, Dios con nosotros. Mensaje sublime y trascendental para la salvación del Señor y para la renovación del mundo que también nosotros hemos de escuchar.
Será Rafael, Medicina de Dios como lo llama san Gregorio Magno, para acompañar a Tobías su camino, inspirarle lo mejor para su vida y traerle la salud para los ojos ciegos de su padre. Significativa ese presencia del Ángel del Señor caminante a nuestro lado en los caminos de la vida acompañando nuestros pasos, inspirándonos los mejores deseos y acciones y trayéndonos la gracia de Dios que nos sana y que nos salva.
Finalmente nos fijaremos en san Miguel, el arcángel que aparece en la lucha de Dios contra el mal para vencer y para dominar al enemigo malo. Así aparecerá en el libro de los profetas, pero volverá aparecer en el Apocalipsis y en quien hemos de sentir esa especial protección y fortaleza de Dios en nuestra lucha contra el mal y el pecado. ‘¿Quién como Dios?’ es el significado de su nombre y con la presencia del espíritu divina a nuestro lado nada podrá apartarnos del amor de Dios, como diría el apóstol san Pablo.
Es lo que hoy estamos celebrando en esta fiesta de los santos Arcángeles Miguel Gabriel y Rafael.  Que esto nos ayude a sentir esa protección divina, nos haga escuchar en nuestro interior esa inspiración a lo bueno que ellos siempre nos trasmiten y nos sintamos fortalecidos en nuestra lucha contra el mal. Que nos ayuden a descubrir esa presencia de Dios permanente junto a nosotros de la misma manera que ellos están siempre contemplando el rostro de Dios en el cielo. Que con los ángeles y los arcángeles, y con todos los coros celestiales, como proclamamos en la liturgia, nosotros nos unamos a ese cántico celestial para que con toda nuestra vida siempre estemos buscando la gloria de Dios y cantando sus alabanzas para su gloria.

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