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jueves, 28 de septiembre de 2017

Es necesaria la apertura del corazón, es necesario abrir los resquicios del alma para que penetre la fe porque será la luz que nos haga conocerle y conociéndole vivirle

Es necesaria la apertura del corazón, es necesario abrir los resquicios del alma para que penetre la fe porque será la luz que nos haga conocerle y conociéndole vivirle

Ageo 1, 1-8; Sal 149; Lucas 9, 7-9

‘¿Quién es éste de quien oigo semejantes cosas?’ se pregunta Herodes; y el evangelista añade a continuación: ‘Y tenía ganas de ver a Jesús’. Había oído hablar de Jesús, de su predicación por toda Galilea, de los signos que realizaba, de lo que la gente comentaba de Jesús, del entusiasmo del pueblo a quien veían como un profeta y acaso el anunciado Mesías; eran sus esperanzas.
Por eso Herodes quiere conocer a Jesús. Además en su conciencia pesa y lo recuerda que había encarcelado a Juan y lo había mandado decapitar en la cárcel. Le había resultado incomodo por lo que le decía y la mujer con la que convivía conspiraba contra él. Ahora oye hablar de un nuevo profeta, y en el fondo el sigue siendo un judío, y siente deseos de conocerle.
¿Por qué quería conocerle? Es la pregunta importante, aunque cuando se encuentre entre jolgorios y fiestas olvide los buenos deseos que haya en su corazón y cuando llegue el momento de encontrarse con Jesús se lo tome a broma y al final lo tome como un loco.
Todo esto me hace reflexionar en los deseos o aspiraciones que yo tenga en el corazón también en relación con Jesús. Algunas veces también siente uno inquietud en su corazón - ¿solo algunas veces? – y también andamos en caminos de búsquedas. Nos sucede como sucede a tantos en nuestro entorno.
Algunas veces se suscitan en el corazón de los hombres esos buenos deseos. Y abr muchos que también quieran conocer a Jesús. Y tratan de leer todo lo que caiga en sus manos, provenga de donde provenga, se dejan deslumbrar por cuestiones llamativas que puedan aparecer en la literatura acerca de Jesús haciendo múltiples mezcolanzas. Los medios de comunicación ofrecen en ocasiones noticias sobre descubrimientos de cosas arqueológicas que puedan tener relación con Jesús y quizás mostremos interés por esas cosas. O quizá en su buen deseo no se dejen arrastrar por esas cuestiones llamativas y se tomen más en serio el conocimiento que puedan adquirir quizá hasta emprendiendo unos estudios serios.
¿Solo ese será el camino para conocer a Jesús? Algunos nos dirán que no podemos cerrarnos a todas las posibilidades y hasta nos dirán que en el camino que hasta ahora hemos empleado la Iglesia ha tratado de ocultar muchas cosas que no interesarían poniendo o buscando no sé que razonamientos o intenciones ocultas y torcidas que haya detrás de todo eso. Cuantas veces habremos visto en noticias o en redes sociales hablarnos del descubrimiento sobre Jesús que haría temblar los cimientos de la Iglesia. Y la gente fácilmente se cree esas cosas que realmente han estado ahí desde siempre como pudiera ser lo que los evangelios apócrifos que no nos dicen nada nuevo porque siempre se han conocido sus fantasías.
Muchas cosas podríamos comentar en este sentido, pero en razón de la brevedad de la página de un blogs no tienen cabida en este momento. Pero sí hemos de decir que a Jesús no solo podemos ir a buscarlo como quien va en búsqueda de conocer a un personaje histórico. Es cierto que forma parte de la historia de la humanidad, pero es una historia distinta, porque a Jesús solo si vamos con la apertura de unos ojos que no temen el misterio de la fe es como podremos conocerlo.
Jesús no es solo unas historias que tenemos que leer, sino que tratar de conocer a Jesús es meternos en una vida que se va a hacer vida también en nosotros. Solo cuando le abramos las puertas de nuestra vida y de nuestro corazón es como podremos conocerle y conocerle seré encontrarnos con El como quien se encuentra con la vida verdadera. Es necesaria esa apertura de nuestro corazón, es necesario abrir los resquicios de nuestra alma para que penetre la fe en nosotros porque será la que nos dará la verdadera luz que nos haga conocerle y, como decíamos, conociéndole vivirle.

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