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sábado, 15 de julio de 2017

¿No se venden un par de gorriones por unos cuartos? Y, sin embargo, ni uno solo cae al suelo sin que lo disponga vuestro Padre.

Los miedos y temores no son buenos consejeros porque nos llenan de negruras y pesimismos y la confianza en el Dios que nos ama nos ayuda a asumir el riesgo de seguir a Jesús

Génesis 49,29-32; 50, 15-26ª; Sal 104; Mateo 10,24-33

Demasiadas veces en la vida actuamos movidos por el temor al que dirán, la opinión que puedan tener los demás o la imagen que nosotros demos, por el temor a lo que nos pueda pasar o a los imprevistos de la vida que nos van surgiendo y que algunas veces nos la pueden complicar.
Es cierto que hemos de estar preparados ante lo que nos pueda suceder, pero no es necesario que andemos siempre con el miedo en el cuerpo, porque con ello parece que nos llenamos de negruras y pesimismo. Hemos de cuidar, es cierto también, la imagen de rectitud que tenemos que dar pero no por las apariencias de la vida, sino por la autenticidad en que vivimos y entonces no nos tenemos que preocupar tanto por lo que puedan pensar los demás.
Los miedos y temores no son buenos consejeros, aunque nunca nos faltaran en el camino de la vida, porque todo lo que sea incertidumbre y riesgo de alguna manera nos hace temer. Sin embargo con valentía y sin temores deberíamos aprender a enfrentarnos en la vida, y cierto riesgo hemos de asumir tomando iniciativas en la búsqueda de lo que sea siempre lo mejor. Cuando tenemos una meta, unos deseos hondos en el corazón de algo bueno que ansiamos, no tenemos que dejarnos envolver por esos temores, ni estar tan pendientes de lo que los demás puedan pensar. El conservadurismo que nos lleva a una rutina de la vida nos envuelve muchas veces en esos temores.
Por tres veces nos dice hoy Jesús en el corto texto que nos propone la liturgia que no tengamos miedo. Nos lo está diciendo en orden a ese camino que emprendemos cuando en verdad queremos seguir sus pasos. Ya nos anuncia que no serán caminos fáciles, porque, además de todo lo que nos cueste nuestra superación personal, sabemos que vamos a tener muchas cosas en contra, entre ellas los comentarios, las burlas y sarcasmos, y hasta las persecuciones que podamos sufrir por parte de tantos que nos rodean.
Nos dice incluso que no temamos a quienes nos puedan quitar la vida de nuestro cuerpo. Hay algo que vale mucho más que esa vida terrena, hay unos valores profundos y de gran altura por los que merece la pena luchar, la entrega que podamos hacer de nosotros mismos a favor de los demás vale mucho mas que los reconocimientos humanos o alabanzas falseadas que podamos recibir de quienes saben solo de adulación y de vanidades.
Y nos invita sobre todo a poner nuestra confianza en Dios que nunca nos dejará de su mano. Con Dios podemos sentirnos seguros, porque tenemos siempre su amor que no nos falta. Es nuestro Padre que nos cuida, que se preocupa de nosotros, que nos regala con su amor, que enriquece continuamente nuestra vida con su gracia. De ahí la valentía y seguridad con que hemos de sentirnos en el testimonio de nuestra fe que tenemos que saber dar en todo momento. Es algo que no podemos ocultar, más bien, es algo que tiene que brillar con especial resplandor en nuestra vida, porque sentimos el gozo de la fe, sentimos el gozo del amor de Dios que está en nosotros.

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