Tenemos que aprender a descubrir y valorar el sentido y el valor de lo que
hacemos porque con ello contribuimos a un mundo mejor buscando siempre la
gloria de Dios
Proverbios 2,1-9; Sal 33; Mateo
19,27-29
‘Nosotros lo hemos dejado
todo y te hemos seguido; ¿qué nos va a tocar?’ Son nuestros deseos humanos más naturales. No
nos asustemos. Todos queremos ver el fruto de lo que hacemos. ¿Apetencias de
ganancias? Pudiera ser, pero como decíamos queremos ver el resultado. Hacemos
algo y lo queremos hacer de la mejor manera y vernos beneficiados. ¿Es egoísmo?
Pudiera ser, pero tenemos que amarnos a nosotros también y desear lo bueno,
porque así tenemos también esa capacidad de amar a los demás.
¿Desconcierta esto que estoy
diciendo? No quiero que nos desconcertemos, pero si que ahondemos en ese camino
que no puede llevarnos a encerrarnos en nosotros mismos y en nuestros intereses
y que tenemos que aprender a hacer algo desde la gratuidad, como desde la
gratuidad recibimos también tantas cosas.
En esas andaba Pedro, que amaba
mucho a Jesús y quería para siempre estar con El. Un día lo había dejado todo,
redes, barca, trabajo, familia, para irse con Jesús y con Jesús andaba
recorriendo los caminos de Galilea y de toda Palestina en el anuncio del Reino
nuevo que hacia Jesús. ‘Nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido;
¿qué nos va a tocar?’
Y Jesús les habla de la
trascendencia de sus vidas. No son importantes las ganancias de este mundo y en
este momento. Lo que hacemos ahora tiene su trascendencia, porque es la semilla
que plantamos y que en otros dacha fruto; lo que hacemos conforme a lo que son
nuestras responsabilidades significa también ese grano de arena que estamos
poniendo con nuestro esfuerzo, con nuestro trabajo de cada día, con lo que es
nuestra convivencia con los demás a la construcción de ese mundo nuevo. Y eso
nos llena de vida, una vida que no se agota en lo que ahora hacemos o lo que
ahora podemos disfrutar aquí, sino que tiene una trascendencia que va más allá;
por eso Jesús promete vida eterna, una vida sin fin, un gozo en plenitud.
Tenemos que aprender a descubrir
y valorar el sentido y el valor de lo que hacemos. Que no es solo en beneficio
propio porque estamos mutuamente relacionados los unos con los otros; lo que yo
haga repercute en los demás, como lo que hacen los otros también me beneficia y
enriquece mi vida, porque estoy siendo participe del bien que hagan los otros.
Y todo eso, como creyentes y
cristianos que somos, lo hacemos siempre buscando la gloria de Dios. Hoy
estamos celebrando a San Benito, el hombre que busco a Dios y quiso llenarse de
Dios. Esa fue su tarea y su gran ilusión, buscar a Dios. Por eso se retiró del
mundo viviendo primero una vida de anacoreta en solitario, pero al que luego se
le unieron muchos seguidores. Buscar a Dios y gozar de la presencia y de la
amistad de Dios.
Por eso el lema que proponía a
los que querían estar con él – así en Montecasino se creo el monasterio
contemplativo que seria el inicio del monacato en Occidente – fue ‘ora et
labora’, oración y trabajo. Todo era buscar esa contemplación de Dios.
La oración era el centro de su vida y el trabajo se convertía así también en oración,
buscando esa gloria de Dios. Así forjó esas comunidades de monjes que tan
trascendentales fueron para la difusión del cristianismo y de la cultura en
occidente, de manera que se le llama padre del monacato occidental, por la
regla que dejó a sus monjes, la orden benedictina.
Mucho tenemos que aprender
nosotros de este maestro de espiritualidad para crecer en esa búsqueda de Dios
que siempre late en nuestro corazón. Mi corazón está inquieto hasta que no
descansa en Dios, como decía el gran san Agustín. Toda nuestra vida la hemos de convertir en la
búsqueda de la gloria de Dios, con nuestra oración que nos une al Creador y
Padre de nuestra vida y con nuestro trabajo que nos hace constructores de ese
mundo mejor, como antes reflexionábamos. Nuestro trabajo así se convierte
también en oración, porque es un cántico de alabanza al Creador que puso la
vida y el mundo en nuestra manos para que lo vayamos viviendo todo según el
deseo del corazón de Dios.
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