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martes, 11 de julio de 2017

Tenemos que aprender a descubrir y valorar el sentido y el valor de lo que hacemos porque con ello contribuimos a un mundo mejor buscando siempre la gloria de Dios

Tenemos que aprender a descubrir y valorar el sentido y el valor de lo que hacemos porque con ello contribuimos a un mundo mejor buscando siempre la gloria de Dios

Proverbios 2,1-9; Sal 33; Mateo 19,27-29
‘Nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido; ¿qué nos va a tocar?’ Son nuestros deseos humanos más naturales. No nos asustemos. Todos queremos ver el fruto de lo que hacemos. ¿Apetencias de ganancias? Pudiera ser, pero como decíamos queremos ver el resultado. Hacemos algo y lo queremos hacer de la mejor manera y vernos beneficiados. ¿Es egoísmo? Pudiera ser, pero tenemos que amarnos a nosotros también y desear lo bueno, porque así tenemos también esa capacidad de amar a los demás.
¿Desconcierta esto que estoy diciendo? No quiero que nos desconcertemos, pero si que ahondemos en ese camino que no puede llevarnos a encerrarnos en nosotros mismos y en nuestros intereses y que tenemos que aprender a hacer algo desde la gratuidad, como desde la gratuidad recibimos también tantas cosas.
En esas andaba Pedro, que amaba mucho a Jesús y quería para siempre estar con El. Un día lo había dejado todo, redes, barca, trabajo, familia, para irse con Jesús y con Jesús andaba recorriendo los caminos de Galilea y de toda Palestina en el anuncio del Reino nuevo que hacia Jesús. ‘Nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido; ¿qué nos va a tocar?’
Y Jesús les habla de la trascendencia de sus vidas. No son importantes las ganancias de este mundo y en este momento. Lo que hacemos ahora tiene su trascendencia, porque es la semilla que plantamos y que en otros dacha fruto; lo que hacemos conforme a lo que son nuestras responsabilidades significa también ese grano de arena que estamos poniendo con nuestro esfuerzo, con nuestro trabajo de cada día, con lo que es nuestra convivencia con los demás a la construcción de ese mundo nuevo. Y eso nos llena de vida, una vida que no se agota en lo que ahora hacemos o lo que ahora podemos disfrutar aquí, sino que tiene una trascendencia que va más allá; por eso Jesús promete vida eterna, una vida sin fin, un gozo en plenitud.
Tenemos que aprender a descubrir y valorar el sentido y el valor de lo que hacemos. Que no es solo en beneficio propio porque estamos mutuamente relacionados los unos con los otros; lo que yo haga repercute en los demás, como lo que hacen los otros también me beneficia y enriquece mi vida, porque estoy siendo participe del bien que hagan los otros.
Y todo eso, como creyentes y cristianos que somos, lo hacemos siempre buscando la gloria de Dios. Hoy estamos celebrando a San Benito, el hombre que busco a Dios y quiso llenarse de Dios. Esa fue su tarea y su gran ilusión, buscar a Dios. Por eso se retiró del mundo viviendo primero una vida de anacoreta en solitario, pero al que luego se le unieron muchos seguidores. Buscar a Dios y gozar de la presencia y de la amistad de Dios.
Por eso el lema que proponía a los que querían estar con él – así en Montecasino se creo el monasterio contemplativo que seria el inicio del monacato en Occidente – fue ‘ora et labora’, oración y trabajo. Todo era buscar esa contemplación de Dios. La oración era el centro de su vida y el trabajo se convertía así también en oración, buscando esa gloria de Dios. Así forjó esas comunidades de monjes que tan trascendentales fueron para la difusión del cristianismo y de la cultura en occidente, de manera que se le llama padre del monacato occidental, por la regla que dejó a sus monjes, la orden benedictina.
Mucho tenemos que aprender nosotros de este maestro de espiritualidad para crecer en esa búsqueda de Dios que siempre late en nuestro corazón. Mi corazón está inquieto hasta que no descansa en Dios, como decía el gran san Agustín.  Toda nuestra vida la hemos de convertir en la búsqueda de la gloria de Dios, con nuestra oración que nos une al Creador y Padre de nuestra vida y con nuestro trabajo que nos hace constructores de ese mundo mejor, como antes reflexionábamos. Nuestro trabajo así se convierte también en oración, porque es un cántico de alabanza al Creador que puso la vida y el mundo en nuestra manos para que lo vayamos viviendo todo según el deseo del corazón de Dios.

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