Quien ha experimentado el amor en su vida será capaz en todo momento de ponerse en camino para el servicio y para repartir amor a los demás
1Corintios 3, 1 9; Sal 32; Lucas
4, 38 44
Todo el que tiene su corazón lleno de amor siempre estará en deseos de
ir al encuentro con los demás para compartir su amor, para regalar su ternura,
para buscar siempre la mejor manera de expresar el amor que lleva dentro. Quien
ha experimentado el amor en su vida, porque gratuitamente se le ha ofrecido
algo que le haga más feliz, necesariamente quiere corresponder a ese amor no
solo en esa persona de quien lo ha recibido sino también ofreciéndolo en la
misma gratuidad a los demás.
Si la persona se encierra en si misma podríamos decir que algo está
haciendo de barrera para no sintonizar con el amor que le puedan ofrecer los
demás, muchas veces quizá porque se ciega con sus propias negruras y problemas
o por experiencias negativas que haya tenido en la vida y que no ha sabido aun
superar. Por eso quienes son capaces de experimentar en si mismos lo que es el
amor verdadero, han de saber estar abiertos para detectar esas negruras que
pudiera haber en la vida y ponerse en camino de alguna manera para iluminarlas
con la nueva y vitalizante luz del amor.
Triste sería que hubiera un cristiano que se encierre así en si mismo
y no sepa abrirse al amor para compartirlo también con los demás. Muchos quizá
andan por la vida con ese sobrenombre de cristianos, pero que les cae largo
porque aun han sabido sintonizar con ese amor que les haga grandes de verdad en
la vida. Un cristiano que no ama, mal cristiano es, mal lleva el nombre de
cristiano.
El evangelio que hoy nos ofrece la liturgia yo diría que todo él es un
derroche de amor. Está el amor compasivo y misericordioso de Jesús que va
repartiendo vida allá por donde va. Ha salido de la sinagoga de Cafarnaún y va
a casa de Pedro donde le dicen que la suegra de Simón está en cama con fiebres;
allá va Jesús que la toma de la mano la levanta. Pero luego contemplaremos como
al atardecer de aquel sábado se agolpan a la puerta una multitud de enfermos e
impedidos a los que cura de sus males y enfermedades.
Aunque la gente a la mañana siguiente quiere forzarle a que se quede
con ellos, El se pone en camino, el amor le pone en camino, porque ese anuncio
de vida, esa Buena Nueva del Reino ha de anunciarse a todos en todas partes.
Ahí estamos contemplando el rostro compasivo y misericordioso de Dios que se
manifiesta en Jesús que libera a todos de su mal.
Pero como decíamos quien está lleno de amor porque ha experimentado el
amor en su vida, no puede menos que amar también. Cuando la suegra de Simón
Pedro es levantada de su cama y curada, dice el evangelista que se puso a
servirles. Es la respuesta del amor, es la prontitud del amor que pronto
comienza también a darse a los demás.
¿Viviremos y experimentaremos así nosotros el amor? ¿Habrá también esa
apertura y esa generosidad en nuestro corazón para ponernos en camino, para
disponernos a servir a los demás?
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