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sábado, 16 de julio de 2016

Llevar el Escapulario de la Virgen del Carmen es revestirnos del traje de María copiando en nosotros todas sus virtudes y toda su santidad

Llevar el Escapulario de la Virgen del Carmen es revestirnos del traje de María copiando en nosotros todas sus virtudes y toda su santidad

Hoy se multiplican las felicitaciones de un lado para otro porque muchos son los que llevan – llevamos – el nombre de la Virgen del Monte Carmelo; por otro lado los marineros la invocan como la Estrella del Mar que les guía en sus travesías y en las zozobras de sus trabajos, mientras muchos pueblos a lo largo de toda la geografía se engalanan para celebrar a María en esta advocación tan hermosa de la Virgen del Carmen.
Así la llamamos, la Virgen del Carmen, aunque bien sabemos que el auténtico titulo de esta advocación es la Virgen del Monte Carmelo. Las montañas del Carmelo al norte de Palestina e Israel naciendo de las llanuras de Galilea vienen como a desplomarse sobre el mar Mediterráneo formando una cadena montañosa de gran belleza; y fueron unos religiosos, nacidos quizá al calor de las cruzadas como unos eremitas en aquellas montañas para imitar en cierto modo al profeta Elías que allí había encontrado refugio, los que entronizaron en aquellas montañas un altar a la Virgen; de ahí nació el nombre de la Virgen del Monte Carmelo, la bendita imagen de María que allí en el Monte Carmelo se había entronizado.
La Biblia y los poetas cantan la belleza del monte Carmelo, cuyo nombre significa en sí mismo poesía y la belleza de un jardín, cuyo cántico nosotros queremos entonar en honor de la Madre que allí tenemos entronizada, para llevarla también en lo hondo de nuestro corazón.
Bien conocemos que la devoción a la Virgen del Carmen está unida al uso del escapulario. Escapulario que, es cierto, hemos reducido en su tamaño casi a la mínima expresión pero que en su origen eran como un traje que se ponía sobre la ropa normal como un resguardo para el trabajo. Que ese escapulario o medalla de la Virgen que nos acompaña sea, sí, ese resguardo contra los peligros del mal; que sea un recuerdo para nuestra vida de esa presencia de María junto a nosotros que quiere ayudarnos con la gracia que nos alcanza del Señor para que tengamos fuerza en las dificultades, pero para que nos veamos libres de toda tentación y de todo pecado.
Ya sabemos que la verdadera devoción a María es revestirnos de sus virtudes, imitar en nosotros la santidad de su vida, que en verdad copiemos en nosotros todo lo bueno de María y con su protección nos veamos siempre llenos de la gracia del Señor. Sí, es un revestirnos de María, ponernos no solo el traje externo de María con su escapulario sino desde lo más hondo de nosotros mismos vernos transformados a imitación de María para llenarnos así de la santidad de Dios.
Y tal como comenzábamos diciendo felicidades a todos los que llevan el nombre de María, Virgen del Monte Carmelo, Virgen del Carmen, que nos sintamos siempre protegidos con su amor.

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