Llevar el Escapulario de la Virgen del Carmen es revestirnos del traje de María copiando en nosotros todas sus virtudes y toda su santidad
Hoy se multiplican las felicitaciones de un lado para otro porque
muchos son los que llevan – llevamos – el nombre de la Virgen del Monte
Carmelo; por otro lado los marineros la invocan como la Estrella del Mar que
les guía en sus travesías y en las zozobras de sus trabajos, mientras muchos
pueblos a lo largo de toda la geografía se engalanan para celebrar a María en
esta advocación tan hermosa de la Virgen del Carmen.
Así la llamamos, la Virgen del Carmen, aunque bien sabemos que el auténtico
titulo de esta advocación es la Virgen del Monte Carmelo. Las montañas del
Carmelo al norte de Palestina e Israel naciendo de las llanuras de Galilea
vienen como a desplomarse sobre el mar Mediterráneo formando una cadena
montañosa de gran belleza; y fueron unos religiosos, nacidos quizá al calor de
las cruzadas como unos eremitas en aquellas montañas para imitar en cierto modo
al profeta Elías que allí había encontrado refugio, los que entronizaron en
aquellas montañas un altar a la Virgen; de ahí nació el nombre de la Virgen del
Monte Carmelo, la bendita imagen de María que allí en el Monte Carmelo se había
entronizado.
La Biblia y los poetas cantan la belleza del monte Carmelo, cuyo
nombre significa en sí mismo poesía y la belleza de un jardín, cuyo cántico
nosotros queremos entonar en honor de la Madre que allí tenemos entronizada,
para llevarla también en lo hondo de nuestro corazón.
Bien conocemos que la devoción a la Virgen del Carmen está unida al
uso del escapulario. Escapulario que, es cierto, hemos reducido en su tamaño
casi a la mínima expresión pero que en su origen eran como un traje que se ponía
sobre la ropa normal como un resguardo para el trabajo. Que ese escapulario o
medalla de la Virgen que nos acompaña sea, sí, ese resguardo contra los
peligros del mal; que sea un recuerdo para nuestra vida de esa presencia de María
junto a nosotros que quiere ayudarnos con la gracia que nos alcanza del Señor
para que tengamos fuerza en las dificultades, pero para que nos veamos libres
de toda tentación y de todo pecado.
Ya sabemos que la verdadera devoción a María es revestirnos de sus
virtudes, imitar en nosotros la santidad de su vida, que en verdad copiemos en
nosotros todo lo bueno de María y con su protección nos veamos siempre llenos
de la gracia del Señor. Sí, es un revestirnos de María, ponernos no solo el
traje externo de María con su escapulario sino desde lo más hondo de nosotros
mismos vernos transformados a imitación de María para llenarnos así de la
santidad de Dios.
Y tal como comenzábamos diciendo felicidades a todos los que llevan el
nombre de María, Virgen del Monte Carmelo, Virgen del Carmen, que nos sintamos
siempre protegidos con su amor.
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