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domingo, 17 de julio de 2016

Acogida, hospitalidad, actitud para el servicio, capacidad de escucha, valores con los que podemos hacer un mundo mejor

Acogida, hospitalidad, actitud para el servicio, capacidad de escucha, valores con los que podemos hacer un mundo mejor

Génesis 18, 1-10ª; Sal 14; Colosenses 1,24-28; Lucas 10, 38-42
‘Entró Jesús en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa… y una hermana llamada María, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra. Mientras Marta se multiplicaba para dar abasto con el servicio…’ Eran los amigos de Jesús. Su casa, en Betania al borde del camino que subiendo del valle del Jordán se dirigía a Jerusalén, estaba abierta para dar agua y descanso a los peregrinos que subían a la ciudad santa. Allí encontró Jesús hospitalidad y acogida pues ya hará referencia el evangelio que estando en Jerusalén Jesús se acercaba a Betania.
Una hermosa virtud la de la hospitalidad en la que las gentes que han habitado en lugares inhóspitos tienen unas actitudes y aptitudes especiales. Vemos en la primera lectura la hospitalidad de Abrahán que vivía casi transeúnte en una tienda para acoger a aquellos tres caminantes que hasta él llegaban. Entendemos también el significado teológico que tiene ese momento en el que es el Señor el que llega hasta Abrahán y premia su hospitalidad anunciándoles el nacimiento del hijo tan deseado.
Entra dentro del orden natural de nuestras relaciones de convivencia con aquellos que más cercanos están a nosotros que seamos acogedores y hospitalarios con nuestros amigos o nuestros convecinos; también es cierto que en las circunstancias de desconfianza en que vivimos ya nuestras puertas y ventanas permanecen cerradas de forma habitual frente a aquellos tiempos no tan lejanos en que nuestras puertas estaban siempre abiertas y los vecinos y los amigos entrábamos con toda naturalidad en las casas los unos de los otros.
En nombre de una humanidad verdaderamente solidaria, y más aún desde la fe que tenemos en Jesús y a lo que nos compromete el mandamiento del amor si solo nos preocupáramos en recibir lo que son nuestros amigos y en quienes tenemos confianza creo que nos quedaríamos cortos del verdadero sentido del mandamiento que crea nuestro distintivo cristiano. La acogida verdadera ha de ir más allá de abrir las puertas de nuestra casa a los que ya conocemos y son nuestros amigos. Como nos diría Jesús en otro lugar del evangelio si amáramos solo a los que nos aman ¿qué hacemos de extraordinario?
Primero que nada tendríamos que decir que esa hospitalidad y acogida es algo que hemos de vivir en el día a día en el encuentro, sí, de los que están mas cercanos a nosotros desterrando de nosotros desconfianzas y recelos que de una forma o de otra tantas veces manifestamos en nuestra relación con los otros. Es ir con mirada limpia, quitando prejuicios y olvidando historias pasadas con las que marcamos a las personas tantas veces; no siempre las puertas de nuestro corazón están abiertas para los demás porque vamos poniendo muchas barreras.
A las puertas de nuestra vida nos van llegando muchas personas a las que seguimos mirando como a la distancia porque nos fijamos en su procedencia, consideramos el color de su piel, sospechamos de su condición, ponemos trabas en la sinceridad porque quizá piensan distinto a nosotros, no somos capaces de dar pasos en muchas ocasiones para trabajar codo con codo con los que no conocemos o son de otra opinión por construir una sociedad mejor. Como se dicen ahora les presentamos tarjetas rojas porque con ellos no queremos trabajar, porque no somos capaces de buscar tantas cosas que nos unen, no nos disponemos a concordar tantas cosas buenas en las que podríamos trabajar juntos.
Esto nos sucede en muchos ámbitos y en muchos aspectos, en las relaciones familiares incluso, en nuestro trato con los que están cerca de nosotros, o con los que tendríamos que colaborar en la vida social de nuestras comunidades o nuestros pueblos. Creo que nos entendemos y muchos ejemplos concretos podríamos poner en este sentido.
Como cristianos tenemos que imbuirnos bien de estos valores, cultivar de forma autentica esa acogida y esa hospitalidad con todos porque en verdad tenemos que ser levadura en la masa de nuestra sociedad para crear ese mundo nuevo y mejor.
Como creyentes hemos de saber hacer una lectura creyente de la situación en la que vivimos, y como creyentes ver cual es la semilla que nosotros hemos de plantar. Pero además como creyentes nosotros hemos de saber descubrir en aquel que viene a nuestro encuentro al Señor que viene a nosotros.
Entre otras cosas podríamos recordar aquello que nos dirá el Señor cuando nos presentemos ante El ‘era forastero y peregrino y me acogisteis… porque todo lo que hicisteis a uno de estos pequeños a mi me lo hicisteis…’ Por eso con nuestros ojos de creyentes seremos capaces de ver a Cristo que viene a nosotros en esas personas a las que acogemos, a las que recibimos, para quienes siempre vamos a tener abierto nuestro corazón. Cuántas cosas podríamos decir como consecuencia en este sentido.
Ahí ha de estar la disponibilidad para el servicio que brillaba de manera especial en Marta, pero ha de estar también esa acogida desde el corazón como María para desde el corazón escuchar al Señor que nos habla, y también en la escucha que hagamos a los demás sea quien sea – cuánto nos cuesta escuchar al otro y cuánto tendríamos que reflexionar también sobre esto – sabemos que estamos acogiendo al Señor. 

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