Hoy contemplamos al sembrador, su amor, su ilusión, la esperanza que pone en nosotros cuando siembra la semilla, cuando nos hace llegar el mensaje de la Palabra
Jeremías
1,1.4-10; Sal 70; Mateo 13,1-9
‘Salió Jesús de casa y se sentó junto al lago’. Acudió mucha
gente, se subió a una barca y pasó mucho rato hablándoles en parábolas.
Ahí tenemos al sembrador. Su misión era esparcir la semilla. A voleo
como hacían los sembradores para que la semilla llegara a todos aunque sabía
que no siembre aquella semilla sembrada iba a producir fruto. Ya lo explica El
en la parábola. Pero lo importante era sembrar. Allí estaba en la orilla del
lago y ahora se había sentado en la barca para desde allí esparcir la semilla.
Era lo que hacía recorriendo los caminos de Galilea y de todo Israel.
Se acercaría también a otros territorios más allá del lago, los gerasenos, más
arriba de las fronteras de Israel ya en territorio fenicio, atravesaría Samaria
dando la oportunidad a los samaritanos para que lo escucharan y se encontraría
con la mujer junto al pozo de Jacob, por los territorios de Judea, Jericó,
Betania, Jerusalén.
Se acercaba a todos para hacer llegar la semilla a todos; la gente
sencilla que le escuchaba en los caminos o en las orillas del lago; los que
acudían los sábados a la Sinagoga o con los que se encontraría en las
explanadas del templo; serán los enfermos y los pobres, los más marginados de
la sociedad de entonces, ciegos, leprosos, inválidos, ya se encontrasen al
borde del camino, en las calles de Jerusalén o en la piscina probática
esperando el movimiento del agua; sería a los humildes de corazón o los
pecadores, los que le aceptaban y terminarían en alabanzas por sus enseñanzas o
los que le rechazaban y tramaban contra él fariseos, saduceos, maestros de la
ley o sumos sacerdotes del templo; igual aceptaba la invitación de un fariseo a
comer en su casa como comía con publicanos y pecadores con en casa de Leví el
publicano.
A todos hacia llegar la semilla. Era el sembrador que sale a sembrar
cada mañana la semilla en sus campos. Era el anuncio del Reino al que a todos
invitaba. Era la imagen del Padre bueno y lleno de amor que a todos amaba, a
todos buscaba, a todos esperaba aunque fueran pecadores.
Bueno es que nos detengamos a contemplar al sembrador. Es cierto que
tenemos que fijarnos en el terreno donde va a caer la semilla y tenemos que ser
ese terreno bueno y preparado. Ya tendremos oportunidad de detenernos a
reflexionar sobre ello cuando escuchemos de Jesús la explicación de la
parábola. Hoy contemplamos al sembrador, contemplamos su amor, su ilusión, la
esperanza que pone en nosotros cuando siembra la semilla, cuando nos hace
llegar el mensaje de la Palabra, cuando nos está invitando a que la recibamos
como tierra buena.
Es cierto que hemos de preocuparnos como acogemos esa semilla, pero
¿no sentiremos la urgencia de convertirnos nosotros también en sembradores? ¿No
tendremos que ir también esparciendo por el mundo, aunque sabemos que es tan
diverso, esa semilla del Evangelio porque es la única salvación para nuestro
mundo?
Confieso que esta página del evangelio es la que me motiva a mí a
sembrar cada día esa semilla de la palabra en esta página y por este medio.
‘La semilla de cada día’ que me siento urgido a sembrar aunque sé que
no soy buen sembrador, pero siento que es una misión que el Señor me ha
confiado y espero poder seguir haciéndolo cada día para la gloria del Señor.
Doy gracias a Dios por esas personas (muchas veces alrededor de doscientas) que
cada día abren esta página; espero que la semilla fructifique en sus corazones.
Solo soy un humilde sembrador.
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