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miércoles, 20 de julio de 2016

Hoy contemplamos al sembrador, su amor, su ilusión, la esperanza que pone en nosotros cuando siembra la semilla, cuando nos hace llegar el mensaje de la Palabra

Hoy contemplamos al sembrador, su amor, su ilusión, la esperanza que pone en nosotros cuando siembra la semilla, cuando nos hace llegar el mensaje de la Palabra

 Jeremías 1,1.4-10; Sal 70; Mateo 13,1-9

‘Salió Jesús de casa y se sentó junto al lago’. Acudió mucha gente, se subió a una barca y pasó mucho rato hablándoles en parábolas.
Ahí tenemos al sembrador. Su misión era esparcir la semilla. A voleo como hacían los sembradores para que la semilla llegara a todos aunque sabía que no siembre aquella semilla sembrada iba a producir fruto. Ya lo explica El en la parábola. Pero lo importante era sembrar. Allí estaba en la orilla del lago y ahora se había sentado en la barca para desde allí esparcir la semilla.
Era lo que hacía recorriendo los caminos de Galilea y de todo Israel. Se acercaría también a otros territorios más allá del lago, los gerasenos, más arriba de las fronteras de Israel ya en territorio fenicio, atravesaría Samaria dando la oportunidad a los samaritanos para que lo escucharan y se encontraría con la mujer junto al pozo de Jacob, por los territorios de Judea, Jericó, Betania, Jerusalén.
Se acercaba a todos para hacer llegar la semilla a todos; la gente sencilla que le escuchaba en los caminos o en las orillas del lago; los que acudían los sábados a la Sinagoga o con los que se encontraría en las explanadas del templo; serán los enfermos y los pobres, los más marginados de la sociedad de entonces, ciegos, leprosos, inválidos, ya se encontrasen al borde del camino, en las calles de Jerusalén o en la piscina probática esperando el movimiento del agua; sería a los humildes de corazón o los pecadores, los que le aceptaban y terminarían en alabanzas por sus enseñanzas o los que le rechazaban y tramaban contra él fariseos, saduceos, maestros de la ley o sumos sacerdotes del templo; igual aceptaba la invitación de un fariseo a comer en su casa como comía con publicanos y pecadores con en casa de Leví el publicano.
A todos hacia llegar la semilla. Era el sembrador que sale a sembrar cada mañana la semilla en sus campos. Era el anuncio del Reino al que a todos invitaba. Era la imagen del Padre bueno y lleno de amor que a todos amaba, a todos buscaba, a todos esperaba aunque fueran pecadores.
Bueno es que nos detengamos a contemplar al sembrador. Es cierto que tenemos que fijarnos en el terreno donde va a caer la semilla y tenemos que ser ese terreno bueno y preparado. Ya tendremos oportunidad de detenernos a reflexionar sobre ello cuando escuchemos de Jesús la explicación de la parábola. Hoy contemplamos al sembrador, contemplamos su amor, su ilusión, la esperanza que pone en nosotros cuando siembra la semilla, cuando nos hace llegar el mensaje de la Palabra, cuando nos está invitando a que la recibamos como tierra buena.
Es cierto que hemos de preocuparnos como acogemos esa semilla, pero ¿no sentiremos la urgencia de convertirnos nosotros también en sembradores? ¿No tendremos que ir también esparciendo por el mundo, aunque sabemos que es tan diverso, esa semilla del Evangelio porque es la única salvación para nuestro mundo?
Confieso que esta página del evangelio es la que me motiva a mí a sembrar cada día esa semilla de la palabra en esta página y por este medio. ‘La semilla de cada día’ que me siento urgido a sembrar aunque sé que no soy buen sembrador, pero siento que es una misión que el Señor me ha confiado y espero poder seguir haciéndolo cada día para la gloria del Señor. Doy gracias a Dios por esas personas (muchas veces alrededor de doscientas) que cada día abren esta página; espero que la semilla fructifique en sus corazones. Solo soy un humilde sembrador.

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