La paciencia de Dios que nos regala su gracia y espera nuestra respuesta de conversión y buenos frutos
Mt. 13, 14-30
‘¿No sembraste buena semilla en tu campo?, ¿de dónde sale esa
cizaña?’ Una pregunta que de alguna manera nos hacemos cuando nos vemos
envueltos por la maldad de tantos, por los problemas que nos agobian, por el
daño que nos hacen o vemos que hacen a tantos, por tanta injusticia y tanto
mal. No quisiéramos un mundo así y cuando como creyentes leemos en la Biblia
que en la creación se nos repite que todo cuanto fue Dios creando era bueno y
al crear al hombre se dice que era muy bueno, surge con angustia y con rabia
quizá esa pregunta en nuestro corazón.
La parábola que Jesús hoy nos propone nos habla del hombre que plantó
buena semilla en su campo, pero mientras dormía vino un enemigo suyo y planto
cizaña. Es cuando surge la pregunta de sus servidores. ‘¿No sembraste buena
semilla en tu campo? ¿De dónde sale esa cizaña?’ Quieren arrancarla, como
nosotros que queremos arrancar también el mal de nuestro mundo. Y seguramente
habremos oído o hemos pensado si Dios es tan poderoso como es que permite el
mal, cómo no es que arranca de la vida a esas personas llenas de maldad para
que no sigan haciendo daño a los demás.
El mal se convierte en una prueba para nosotros, una prueba para
nuestra fe, pero una prueba de donde tenemos que aprender a salir victoriosos
porque no nos hemos de dejar cautivar por ese mal; es la tentación que
continuamente nos acecha y nos pone en peligro, pero es donde tenemos que ser
fuertes para no dejarnos arrastrar por esa tentación.
Pero también nos está manifestando la espera de Dios; sí, Dios sigue
esperando que nuestro corazón se convierta; Dios llama a los pecadores a la
conversión, como nos llama a nosotros. Cuánta ha sido la paciencia de Dios con
nuestra vida; nos ha regalado su gracia, pero hemos de reconocer que no siempre
hemos correspondido a la gracia del Señor; hemos de reconocer que seguimos en
nuestro pecado y no terminamos de arrancarnos de él, y Dios sigue dándonos su
gracia, Dios sigue llamando a las puertas de nuestro corazón para que nos
volvamos a El. Podríamos recordar aquella parábola en la que el padre espera
pacientemente la vuelta del hijo que se ha marchado y cómo se llena de alegría
a su vuelta y hace fiesta porque el hijo perdido ha sido encontrado.
El mal está ahí envolviéndonos en nuestro mundo, pero hemos de
reconocer que ese mal también lo tenemos en nosotros; en pequeñas o en grandes
cosas no siempre somos fieles, no siempre somos la buena semilla que da buen
fruto, y no por eso Dios nos arranca de la vida, sino que espera nuestra vuelta
a El. Es lo que nos está enseñando la parábola que siempre nos viene a
manifestar lo que es la misericordia y el amor de Dios.
Con los demás quizá somos exigentes, pero luego no lo somos de la
misma manera con nosotros mismos. Confiemos más en la gracia del Señor.
Transformemos esa cizaña del mal que hemos dejado meter en nuestra vida y
comencemos a dar buenos frutos.
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