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martes, 19 de julio de 2016

Cuando experimentamos en nuestra vida cómo Dios nos ama entramos en una nueva relación con Dios y un nuevo estilo de relación con los demás

Cuando experimentamos en nuestra vida cómo Dios nos ama entramos en una nueva relación con Dios y un nuevo estilo de relación con los demás

Miqueas 7,14-15.18-20; Sal 84; Mateo 12,46-50

Jesús está rodeado de gente, sus discípulos que ya le seguían de más cerca y estaban siempre con El y el resto de la gente que venía a escucharle. Está en su misión, es la Palabra de vida que llena de vida y de luz a cuantos se acercan a El. Está enseñando a la gente.
Un día el había marchado de Nazaret y atrás había quedado su familia más cercana. Se había puesto en camino para anunciar el Reino de Dios, para enseñarnos cual es la nueva familia que entre todos hemos de constituir. En Nazaret estaban los que llamaban sus hermanos, en ese lenguaje semita en que se llama hermano a todo familiar cercano. Ahora aparecen donde estaba Jesús rodeado de gente su madre y sus hermanos; allí está María y están sus parientes, su familia. Le avisan a Jesús. ‘Oye, tu madre y tus hermanos están fuera y quieren hablar contigo’.
Pero, ¿quiénes son en verdad la familia de Jesús? Este texto del evangelio que hoy se nos presenta en la liturgia en muchos ha producido un cierto desasosiego y confusión; les pudiera parecer un desaire por parte de Jesús hacia su madre y sus familiares pero no es así cómo hemos de entenderlo.
Siempre el evangelio lo leemos y escuchamos en su conjunto y unos textos nos iluminan a otros. Cuando en el evangelio se nos ha querido dejar un mensaje claro de la familia de Nazaret nos ha hablado claramente en la brevedad y concisión del evangelio de la presencia de Jesús en aquel hogar de Nazaret donde vivía sujeto a sus padres, en obediencia con sus padres en aquel hogar donde crecía en edad sabiduría y gracia ante Dios y los hombres.
Ahora el mensaje fundamental es el Reino de Dios que Jesús anuncia y que constituyendo con todos aquellos que escuchan su Palabra y le siguen. Lo llamamos el Reino de Dios como también podríamos decir la familia de Dios, porque nos sentimos hermanos hijos de un mismo Padre, el Dios del cielo. Es lo que ahora Jesús quiere decirnos.
‘¿Quién es mí madre y quiénes son mis hermanos? Y, señalando con la mano a los discípulos, dijo: Éstos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de mi Padre del cielo, ése es mi hermano, y mi hermana, y mi madre’.
Lo importante es descubrir lo que es la voluntad de Dios y cumplirla. Cuando somos capaces de decirle sí a Dios con toda nuestra vida entramos en una relación nueva con Dios porque no solo lo reconocemos como nuestro Dios y Señor sino que además sentimos sobre nosotros su amor de Padre. Y si experimentamos en nuestra vida cómo Dios nos ama entramos en una nueva relación con El, somos los hijos que queremos hacer su voluntad, somos los hijos que ahora aprendemos de verdad lo que son nuestros hermanos, quienes son nuestros hermanos, entramos en la orbita del amor.
Será nuestro distintivo, nuestra manera de ser y de actuar; desde lo más hondo de nosotros mismos somos los hijos del amor, los que nos sentimos envueltos en el amor de Dios y en ese mismo amor queremos envolver a cuantos nos rodean. Somos la familia del amor.

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