Sintamos
la pobreza y la oscuridad en que vivimos, dejemos a un lado nuestros orgullos y
podremos sentir ese amor de Dios nos dignifica y nos engrandece
Isaías 10,5-7.13-16; Sal. 93;
Mateo 11,25-27
‘Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has
escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la
gente sencilla’. Es la oración espontánea
que surge del corazón de Cristo para dar gracias al Padre que así se está
manifestando a los pequeños y a los sencillos. Solo el corazón que busca con
humildad podrá encontrar a Dios. Los engreídos, los que se creen que se las
saben todas, los que tienen el corazón henchido por el orgullo no podrán
alcanzar el misterio de Dios.
Si estamos hablando del misterio
de Dios pareciera que solo los entendidos, los que están llenos de sabiduría
podrían en sus elucubraciones intelectuales podrían vislumbrar y descifrar ese
misterio. Es cierto que tenemos que utilizar esa inteligencia con la que Dios
nos ha creado a su semejanza y ahí entraría ese estudio que pudiéramos hacer de
las cosas de Dios. Pero aun así Dios en su inmensidad nos sobrepasa y si
podemos encontrarnos con ese misterio de Dios es porque Dios se nos revela,
Dios se acerca a nosotros para dársenos a conocer.
Pero no intentemos buscar a Dios y
tratar de comprenderlo como
si fuera a imagen nuestra, porque en eso erramos tantas veces queriéndonos
hacer un Dios a nuestra imagen y así nos creamos una imagen falsa de Dios, y
tenemos el peligro de convertir en ídolos de nuestra vida esas mismas cosas que
utilizamos aquí en la tierra. Son los que viven el politeísmo de tener muchos
dioses y a cada dios, por así decirlo, le asignamos algunas de esas nuestras
realidades terrenas como hacían los antiguos.
Miremos el evangelio y veamos cómo
Dios se nos manifiesta en Jesús, su Hijo, pero miremos el evangelio y
contemplemos quienes son los que verdaderamente abren su corazón a Dios cuando
escuchan y aceptan a Jesús, cuando ponen toda su fe en El. Los que se
manifiestan hambrientos de Dios en su pobreza podrán palpar ese misterio de
Dios que se hace amor y viene a llenar sus vidas.
Los profetas habían anunciado que
los pobres serian evangelizados, como recordaría Jesús en aquel texto
proclamado en la sinagoga de Nazaret, porque a ellos, los que nada tienen, los
que se sienten oprimidos y faltos de libertad, los que en su pobreza e
ignorancia van como ciegos en la oscuridad de los caminos de la vida será a los
que se va a anunciar la Buena Nueva del Reino de Dios. Para ellos será el año
de gracia, en ellos se va a manifestar la misericordia de Dios que les sana y
les abre sus ojos para que puedan contemplar y disfrutar de ese amor de Dios,
serán que se van a llenar de la luz de Dios.
Sintamos nuestra pobreza y la
oscuridad en que vivimos, dejemos a un lado nuestros orgullos y nuestros
‘saberes’, abramos nuestro corazón con humildad sintiendo quizá el peso de
muchas cosas que nos llenan de amarguras y de tristezas, y podremos sentir esa
presencia de Dios, ese amor de Dios que nos salva, nos dignifica y nos engrandece,
nos llena de luz y de vida nueva cuando sintamos que Dios es en verdad el único
Señor de nuestra vida.
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