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martes, 12 de julio de 2016

Seamos agradecidos a cuanto hemos recibido del Señor con su gracia a lo largo de nuestra vida

Seamos agradecidos a cuanto hemos recibido del Señor con su gracia a lo largo de nuestra vida

Isaías 7, 1-9; Sal. 47; Mateo 11,20-24

¿Sabremos ser agradecidos por lo que recibimos? Pudiera dar la impresión en muchas ocasiones nos creemos con derecho siempre a que los demás hagan cosas por nosotros y no sabemos valorar la gratuidad y la generosidad de los demás. Hemos de aprender a valorar lo que hacen los otros y ser agradecidos.
En la vida no solo deberíamos estar atentos a lo que recibimos de los otros y saber manifestar nuestra gratitud, sino que tendríamos que saber estar con los ojos bien abiertos para aprender de lo bueno que hacen los demás como al mismo tiempo aprovecharlo todo para nuestro enriquecimiento como personas. No podemos ser insensibles al bien y a lo bueno que hay en los demás. Sería un signo de nuestra pobreza como personas.
Descubrimos así valores en los que quizá no habíamos pensado ni caído en la cuenta, aprenderemos de la manera de actuar no para actuar miméticamente sino que nos sirva de pauta para nuestra manera de hacer las cosas. Hay tantos detalles en los que caminan a nuestro lado que podrían ser lecciones que nos abrieran los ojos en la vida. Si supiéramos aprovecharlos cuanto nos ayudarían en nuestro enriquecimiento humano, en la riqueza de valores que adornarían nuestra vida.
Esto que estamos reflexionando en un lado meramente humano que tanto nos ayudaría en nuestra convivencia podemos ahondarlo un poco mas haciendo referencia a nuestra vida espiritual en el camino de nuestra fe y de nuestra vivencia cristiana. Siendo nuestra fe una respuesta personal que cada uno damos a las maravillas del amor de Dios que se manifiesta en nuestra vida, hemos de ser conscientes que la vivencia de la fe la expresamos en medio de una comunidad y en comunión con los otros creyentes que caminan a nuestro lado.
Somos herederos de una fe que nos trasmitieron nuestros padres pero que estamos recibiendo y al mismo tiempo en el seno de la Iglesia. Ahí en Iglesia la celebramos y también la alimentamos, porque en ella celebramos los sacramentos con los que alabamos a Dios y en los que recibimos su gracia; es en la Iglesia donde recibimos el alimento de la Palabra de Dios que ilumina nuestro camino; es desde la experiencia de fe de la comunidad desde donde nos sentimos estimulados e impulsados a dar testimonio de esa fe en medio de nuestro mundo.
Y es aquí donde siguiendo la reflexión que antes nos hacíamos nos tenemos que plantear y revisar en nuestra vida cuánto hemos recibido en ese camino de nuestra vida cristiana de la Iglesia, de nuestros padres y de tantos que han sido ejemplo y estimulo para nuestro camino creyente. Ha sido una riqueza grande a lo largo de nuestra vida en la Palabra escuchada, en los sacramentos celebrados y recibidos, y en tanto que hemos compartido en el seno de nuestra comunidad cristiana.
¿Cuál ha sido nuestro aprovechamiento espiritual? ¿Cómo ha crecido nuestra espiritualidad? ¿Cuál ha sido nuestra respuesta y el fruto que hemos dado de tanta gracia recibida? Muchas preguntas tendríamos que hacernos. Hoy en el evangelio hemos escuchado la queja de Jesús por aquellas ciudades donde tanto se había prodigado con su predicación, con sus milagros, con su presencia, pero que no dan fruto, no dan respuesta. ¿Tendrá también queja de nosotros? ¿Somos agradecidos a tanta gracia que hemos recibido del Señor? Es mucho quizá lo que tendríamos que revisar.

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