Seguir a Jesús no será para nosotros una carga pesada porque nos hace caminar por caminos de verdadera libertad que son los caminos del amor
Isaías 26,7-9.12.16-19; Sal. 101; Mateo 11,28-30
‘Venid a mí todos los que estáis cansado y agobiados y yo os aliviaré…
y encontraréis vuestro descanso…’ ¡Qué palabras más consoladoras! En la
vida tenemos muchos momentos de desánimo, de desaliento, en los que los agobios
de la vida nos tientan a rendirnos, nos sentimos cansados de nuestras
luchas, no vemos salida a tantos
esfuerzos que nos parecen en vano. Necesitamos esa mano que se pose sobre
nuestro hombro y nos diga ‘¡Ánimo! Adelante’.
Todos tenemos alguna vez esos momentos bajos y esos cansancios que no
solo es lo físico, sino que son cansancios del alma porque nuestro espíritu se
siente decaído. ‘El espíritu está pronto, pero la carne es débil’, les
decía Jesús allá a la entrada de Getsemaní. Sí, nos parece estar prontos para
todo y parece que nos queremos comer el mundo, pero cuando vienen las luchas
del día a día y los problemas se acumulan, y parece que nada a nuestro
alrededor nos estimula, sino que más bien vemos las cosas negras, estamos
prontos, sí, pero para tirar la toalla; aparecen nuestras debilidades, nuestras
flaquezas, y nos parece que no somos capaces, y no tenemos fuerzas para seguir
adelante.
Vemos cómo Jesús viene a nuestro encuentro para ser ese alivio que nos
haga sentir paz aunque sean muchos los agobios, esa fuerza para vencer nuestra
debilidad y levantarnos de nuestras apatías, esa luz que nos ilumine y nos haga
caminar con esperanza porque no todo es oscuridad y estando con El nunca nos
faltará esa luz y ese sentido y valor para nuestra vida.
A Jesús, vemos en el evangelio, que acudían todo tipo de gentes con
sus enfermedades, sus sufrimientos, sus dolencias; nos quedamos muchas veces
aparentemente solo en las enfermedades o limitaciones físicas porque nos
aparecen delante de nuestros ojos las cegueras o las invalicedes, las lepras o
la carencia de alguno de los sentidos, pero cuanto se encierra en esas
dolencias y sufrimientos; aislamiento y soledad, pobreza e incapacidades que
angustiaban el alma, estaban detrás de esas limitaciones físicas y que hacían
aumentar los sufrimientos en el interior de las personas. Estaban también las
angustias y las esperanzas frustradas en tantas cosas que coartaban su
libertad, que limitaban sus posibilidades desde el dominio de los poderosos o
las manipulaciones de los que trataban de dominar y controlar sus aspiraciones.
A todos Jesús les dice: ‘Venid a mí todos los que estáis cansado y
agobiados y yo os aliviaré… y encontraréis vuestro descanso…’ Jesús con su
presencia hace renacer las esperanzas; Jesús quiere en verdad liberar los
corazones; Jesús quiere rescatar la dignidad perdida de todas las personas que
merecen la mejor de las consideraciones; Jesús quiere un mundo nuevo donde nos
sintamos en verdad hermanos porque todos nos queremos; Jesús viene a ser esa
luz verdadera que ilumina los corazones para dar un verdadero sentido a sus
vidas, a nuestras vidas.
Escuchamos en nuestro corazón también tantas veces atormentado las
palabras de Jesús y que renazca nuestra esperanza. Seguir a Jesús no será para
nosotros una carga pesada porque nos hace caminar por caminos de verdadera
libertad que son los caminos del amor.
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