Necesitamos fortalecernos espiritualmente manteniendo el ritmo de nuestra vida cristiana para vivir el camino de santidad que nos haga crecer de verdad
Jeremías 7,23-28; Sal 94; Lucas
11,14-23
En todas las cosas que hacemos hemos de estar atentos siempre y
prestar la debida atención; somos conscientes de que cuando hacemos las cosas
con rutina terminamos no fijándonos en lo que hacemos y al final las cosas
salen mal.
Esto lo aplicamos al trabajo que hacemos que por muy rutinario que sea
por hacer siempre lo mismo, sin embargo hemos de prestarle atención, pero lo
podemos aplicar a muchos aspectos de nuestra vida; serán nuestras relaciones
con los demás en la convivencia con aquellos que están más cercanos a nosotros
a los que tenemos el peligro de no prestarles la debida atención teniendo una
palabra amable con ellos, sabiendo dar gracias por algo que nos hacen, o tener
un detalle de delicadeza, pero podemos pensar en nuestro desarrollo personal,
en las actitudes que como personas hemos de tener, en ese crecimiento de
nuestra vida tratando de progresar de verdad en valores y en cosas buenas, en
la superación de nuestros fallos o defectos.
Es esa necesaria vigilancia para estar atentos, para revisar
continuamente lo que vamos haciendo, para irnos trazando metas y objetivos que
nos hagan crecer y madurar, para prever también los peligros y problemas que
nos pueden acechar. Nos conoceremos así mejor, veremos nuestras posibilidades,
como veremos también donde están las partes débiles de nuestra vida donde mayor
atención y prevención quizá hemos de tener.
Es la vigilancia también en nuestra vida espiritual que da sentido
profundo y trascendencia a nuestra vida; es la vigilancia en todo lo que ha de
ser vivir el sentido cristiano de la vida en aquello que hacemos y que da
verdadero color a nuestro yo más profundo. En eso algunas veces somos
abandonados porque nos creemos que con hacer como siempre hacemos ya está todo
logrado.
Un cristiano de verdad siempre ha de estar confrontando su vida con el
evangelio, con la Palabra de Jesús para ir descubriendo lo que Dios nos pide
cada día y la mejor respuesta que hemos de dar con nuestra vida cristiana. Y en
eso somos muy rutinarios, nos contentamos con poco, no terminamos de avanzar
como deberíamos y así rehuimos el esfuerzo, el compromiso, lo que signifique
superación o corrección de nuestros fallos o errores.
Es lo que nos suele pasar con las tentaciones que nos aparecen en la
vida y que no somos capaces de superar. Hoy en el evangelio Jesús nos previene.
Nos habla del enemigo que nos puede atacar en cualquier momento, aunque ya en
otras ocasiones hayamos sido capaces de superarle y vencer en la tentación. Nos
confiamos y nos aparece de nuevo la tentación y el tropiezo cuando menos lo
esperamos.
Es necesario fortalecernos espiritualmente, como nos sugiere Jesús hoy con sus palabras. Una
fortaleza que encontramos no solo en la fuerza de nuestra voluntad, sino que
hemos de ser capaces de saber encontrar en la gracia del Señor. Y para eso
necesitamos orar más, necesitamos abrirnos con mayor intensidad a la Palabra
del Señor, a su Evangelio, necesitamos dejarnos aconsejar por aquellas buenas
personas que están a nuestro lado y siempre tendrán una palabra de ánimo pero
también una palabra que nos ayude a
encontrar caminos.
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