No rebusquemos palabras, nos estemos haciendo listas de méritos cuando vamos al encuentro con el Señor en la oración sino disfrutemos de su amor de Padre
Isaías 55,10-11; Sal 33; Mateo
6,7-15
A veces nos encontramos a alguien – o quizá nos sucede a nosotros
mismos – que están buscando las palabras o las formas con qué hablar o cómo
dirigirse a alguien a quien consideran muy importante; o se quedan atascados
sin palabras, sin saber qué decir, o comienzan a dar vueltas y vueltas en su
conversación que se convierte en palabrería inútil e innecesaria; nos volvemos
locos buscando palabras para los halagos o para hacer una ostentación de
nuestros méritos quedándose todo en pura vanidad.
¿No será así en cierto modo en lo que se nos quedan nuestras
oraciones? Palabrería, vanidades, rutinas, palabras repetidas sin sentido
porque están dichas muchas veces sin corazón son cosas que nos suceden con
frecuencia. Muchas veces decimos no sabemos rezar, no sabemos como hacerlo y
nos contentamos con ese rezo mecánico de repetición de oraciones. ¿Qué es lo
que nos sucede?
Tendríamos que aprender a escuchar a Jesús, ver su oración y hacerla
de verdad con su sentido; El además nos ha dicho que nos dejemos llevar por el
Espíritu que anida en nuestro corazón y como nos diría luego san Pablo El pone
en nosotros aquellas palabras que nosotros no sabemos decir. Pero es que además
Jesús nos ha enseñado a orar.
Nos ha enseñado a orar porque nos ha enseñado a disfrutar del amor de
Dios, a gozarnos de su presencia llena de amor en nuestra vida. Nos ha enseñado
la palabra más importante, porque nos ha enseñado a llamarle Padre. Ahí está el
centro de todo, de lo que ha de ser nuestra oración verdadera, gozarnos al
sentirnos amados de Dios, gozarnos al sentirnos hijos, gozarnos de poderle llamar
Padre. Lo demás vendrá como una consecuencia. Cuando nos encontramos con el
amor, sobran las palabras. Cuando nos sentimos amados de Dios no tenemos que
hacer otra cosa que disfrutar de ese amor correspondiendo con nuestro amor
aunque esté lleno de imperfecciones y limitaciones.
La oración tiene que ser siempre alegría y esperanza. Porque confiamos
en su amor sabemos que aunque seamos limitados e imperfectos – bien nos conoce
Dios – El sigue amándonos siempre, sigue contando con nosotros, sigue regalándonos
su amor.
Y le decimos Padre, saboreando bien esa palabra, y estamos diciéndole
que sí, que le amamos, y que aunque nos cuesta queremos hacer siempre su
voluntad, y que queremos siempre su gloria, y que sabemos que podemos contar
con El porque El nunca nos abandona, que nunca nos vamos a sentir solos y en
nuestra debilidad siempre vamos a contar con su fuerza, y que igual que le
pedimos perdón por todas esas veces que fallamos y no somos fieles al mismo
tiempo también queremos ser generosos en nuestro amor y nuestro perdón a los
que nos hayan ofendido.
No rebusquemos palabras, nos estemos haciendo listas de méritos,
sepamos dar gracias por su amor y gocémonos en su amor. Digámosle con toda la
fuerza de nuestro amor, ¡Padre!
No hay comentarios:
Publicar un comentario