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lunes, 15 de febrero de 2016

Solo por el camino del amor por encima de todo encontraremos a Dios y nos llenaremos de Dios

Solo por el camino del amor por encima de todo encontraremos a Dios y nos llenaremos de Dios

Levítico 19,1-2.11-18; Sal 18; Mateo 25,31-46

Es por el camino del amor por encima de todo por donde encontraremos a Dios y nos llenaremos de Dios. Es el amor de Dios que se nos revela y es en la vivencia del amor donde podremos alcanzar el misterio de Dios.
Igual que decimos que no hay vida en plenitud si no somos capaces de amar, porque para eso estamos hechos, no podremos alcanzar la plenitud de la vida que es Dios si no es por ese camino del amor. Solo cuando somos capaces de darnos a nosotros mismos, porque trascendemos hacia los otros, porque trascendemos hacia Dios podremos llegar a conocer y vivir a Dios.
Cuando vivimos encerrados en nosotros siendo incapaces de amar, de darnos, de salir de nosotros, es a nosotros mismos a quien ponemos sobre el pedestal como centro en torno al que gravite todo, nos endiosamos. Es la tentación ya del jardín del Edén por donde el maligno tentó al hombre, ‘seréis como dioses’, y el hombre huyó de Dios, no podía vivir con Dios.
Pero cuando encontremos ese amor verdadero que nos llevará a encontrarnos con Dios es cuando más grandes seremos, cuando podremos de verdad alcanzar toda nuestra dignidad y toda nuestra plenitud, cuando podremos aprehender a Dios, conocer y poseer a Dios.
¿Qué nos ha dicho hoy Jesús en el Evangelio? ‘Venid vosotros, benditos de mi Padre, a poseer el Reino, heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo’.  ¿Por qué podemos heredar el Reino, poseer el Reino o lo que es lo mismo poseer a Dios, vivir en la plenitud de Dios? Porque amamos. Es lo que nos explica Jesús con toda la alegoría del juicio final.
Es lo mismo que nos decía la primera lectura del libro del Levítico. ‘Seréis santos, porque yo, el Señor, vuestro Dios, soy santo’. Ser santos como Dios es vivir la misma vida de Dios, es ese conocer a Dios poseyendo a Dios, llegando a la plenitud de Dios, a la Sabiduría de Dios. Pero ¿qué es lo que hay que hacer? Nunca hacer daño a los demás, nunca hacer el mal. El texto del Antiguo Testamento usa expresiones negativas, prohibiciones, pero que a la larga son el mandato de amar, porque quien ama de verdad nunca hará daño a los demás.
Amamos y tenemos nuestro corazón siempre abierto a los demás; amamos y compartimos y obramos con justicia con nuestro prójimo; amamos y queremos hacer felices a los demás alejándoles de todo sufrimiento; amamos y nos hacemos uno con el prójimo para sentir como nuestras sus necesidades y sus dolencias; amamos y llevamos el pan y el vestido, y el acompañamiento y el caminar juntos, y el consuelo y la esperanza.
Y en ese amor estamos llenándonos de Dios, estamos aprendiendo también a amar con un amor como el de Dios. Conocer a Dios no es solo un pensamiento de nuestra mente sino una vivencia que llevamos en el corazón. Conocer a Dios no es solo descubrirle en la inmensidad del universo, sino sentirle caminando a nuestro lado en ese hermano con el que compartimos nuestra vida. Conocer y amar a Dios no es solo dirigirle con nuestras palabras un cántico de alabanza a su inmensidad y a su poder, sino cantar la gloria del Señor cuando hacemos que el hermano que sufre a nuestro lado está recibiendo nuestro consuelo y nuestro amor.
Hagamos que en verdad podamos heredar el Reino de Dios, podamos conocer a Dios, podamos poseer en plenitud a Dios y llenarnos de Dios, podamos sentirnos en verdad inundados del amor de Dios.

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