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jueves, 18 de febrero de 2016

Con corazón agradecido sepamos decir siempre ‘cuando te invoqué me escuchaste, Señor’

Con corazón agradecido sepamos decir siempre ‘cuando te invoqué me escuchaste, Señor’

Ester 14,1.3-5.12-14; Sal 137; Mateo 7,7-12

¿Por qué andaremos siempre en la duda de que no vamos a ser escuchados en nuestra oración? Tendríamos que recordar aquello del salmo ‘si el afligido invoca al Señor, El lo escucha y lo libra de sus angustias’. Lo habremos rezado muchas veces, sin embargo en el fondo parece que andamos en esa desconfianza.
Pudiera ser por una parte la humildad de no sabernos merecedores, porque en el fondo estamos reconociendo nuestra indignidad y nuestro pecado. Son tantas las veces en que somos nosotros los que le hemos fallado al Señor, nos ha fallado nuestra fidelidad, somos tan pecadores. Pero hemos de tener la certeza de que el Señor nos escucha si con humildad acudimos a El.
Tener confianza en el Señor es ponernos en sus manos, dejarnos conducir por su sabiduría sabiendo que el Señor nos va a dar siempre lo mejor para nuestra vida. Nos podemos ver probados, zarandeados por mil dificultades, por muchos momentos oscuros, pero sabemos que la luz está, como suele decirse, al final del túnel; pero más aún, la luz está guiándonos aunque nos parezca que vamos a oscuras, porque si algún paso vamos damos es siempre de la mano del Señor.
En medio de este camino cuaresmal que casi aun estamos comenzando la Palabra del Señor que nos ofrece la liturgia de cada día va llenando de luz nuestra vida en esas dudas que nos puedan ir surgiendo en nuestro interior. Hoy una vez más nos insiste en el tema de la oración, porque el camino que vamos haciendo no es un camino que hagamos por nosotros mismos, sino que hemos de sentirnos fortalecidos en el Señor. Es necesario vivir su presencia, sentir su amor cada día en nuestra vida; es necesario que aprendamos a acudir a El desde nuestras necesidades, desde ese camino que muchas veces se nos puede hacer duro. Es necesario ese espíritu de oración, esa confianza que ponemos totalmente en el Señor. Es lo que hoy nos ofrece la Palabra.
Nos insiste Jesús en pedir, llamar, invocar al Señor con absoluta confianza. ‘Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá; porque quien pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre’.  Y nos da las razones, porque es el Padre bueno que siempre escucha a sus hijos. Hace un par de días escuchábamos el modelo y el estilo de oración que Jesús nos enseñaba cuando nos ofrecía el padrenuestro. Hoy está la insistencia de orar siempre y orar con confianza. Es el Padre bueno que nos escucha porque nos ama y a quien le ofrecemos nuestro amor.
La liturgia nos ha ofrecido como primera lectura el ejemplo de la oración de Esther. Era un momento trascendental y decisivo para su pueblo, ella ha de convertirse en intercesora ante el Rey pero no quiere hacerlo por si misma; por eso pide al pueblo que ayune y que ore con ella como ella misma se pone en la presencia del Señor para pedir su fuerza y su sabiduría. Muchas cosas podríamos destacar, pero fijémonos en lo que pide: ‘Pon en mi boca un discurso acertado cuando tenga que hablar al león’. Pide tener la sabiduría de Dios que sea la que la guíe en su actuar. Un buen modelo para nuestra oración.
Sí, digamos con todo sentido y agradecidos desde lo más hondo del corazón: ‘Cuando te invoqué me escuchaste, Señor’

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