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jueves, 28 de enero de 2016

Vayamos con nuestra luz, la de nuestra fe y la de nuestro amor a iluminar nuestro mundo

Vayamos con nuestra luz, la de nuestra fe y la de nuestro amor a iluminar nuestro mundo

2Samuel 7,18-19.24-29; Sal 131; Marcos 4,21-25

¿Para que queremos un farol o una linterna si los tenemos apagados? ¿Para qué encendemos una luz si la metemos en el cajón? La luz es para que nos ilumine; la luz no nos la podemos guardar para nosotros solos. Si vamos haciendo juntos un camino en la noche oscura ya pondremos la luz en el lugar más oportuno para que alumbre los pasos de todos, igual que si la encendemos en una habitación donde habemos muchos la pondremos en un lugar alto para que el resplandor de esa luz llegue a todos.
Así tiene que ser nuestra vida de cristianos; así tiene que ser la fe que vivimos. Tenemos que ser luz, tenemos que iluminar nuestro mundo para que encontremos el camino y el sentido de ese camino. No sé, pero pareciera que algunas veces los cristianos olvidamos eso. Podemos ser muy devotos pero si nos quedamos en nuestros rezos y encerrados en nuestros templos, y cuando salimos fuera no somos capaces de llevar esa luz que encontramos en Cristo a los demás, nuestra vida andaría coja, por así decirlo.
Por supuesto como creyentes vamos a buscar la luz allí donde sabemos que encontraremos la luz verdadera que va a dar sentido a nuestra vida y a nuestro mundo; vamos hasta Jesús y nos queremos llenar de su luz; vamos hasta Jesús y en El encontraremos el sentido de todo. Pero no escondamos esa luz ni nos la guardemos para nosotros mismos. Esa luz tiene que ser dentro de nosotros como un fuego que nos impulse a ir a los demás y a nuestro mundo. Una antorcha es un fuego encendido que arde desde lo más adentro de ella misma para poder iluminar, para poder llevarla señalando caminos.
Es lo que tenemos que hacer los cristianos. No nos podemos quedar tan tranquilos cuando vemos tantas tinieblas a nuestro alrededor, en tantos odios, en tantas violencias, en tanto egoísmo e injusticia, en tanta mentira y falsedad, en tantas personas que sufren, en tanta falta de paz. No nos podemos cruzar de brazos. Tenemos que poner manos a la obra y allí donde haya odio yo ponga amor, allí donde haya violencia yo ponga paz, allí donde haya injusticia nosotros luchemos por la justicia y el bien, allí donde hay mentira e hipocresía yo haga brillar la verdad, allí donde hay personas que sufren sepa llevarles el bálsamo y la medicina que cure su dolor, allí donde hay carencias y necesidad yo ponga verdadera solidaridad.
En ese amor que vivimos y queremos contagiar a los demás, en esa paz que buscamos desde la reconciliación y el encuentro, en esa lucha por la justicia, en esa autenticidad con que me presento en mi vida, en ese consuelo que voy repartiendo, en esa esperanza que voy despertando, en esa sonrisa que nos llene de alegría el corazón,  yo iré entonces resplandeciendo con mi luz.
‘¿Se trae el candil para meterlo debajo del celemín o debajo de la cama, o para ponerlo en el candelero?’ Vayamos con nuestra luz, la de nuestra fe y la de nuestro amor a iluminar nuestro mundo. ¡Cuánto tenemos que hacer los cristianos!

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