Aprendamos del anciano Simeón, hombre justo y piadoso, lleno del Espíritu Santo para abrir nuestro corazón a la misericordia en el amor a Dios y a los hermanos
1 Juan
2,3-11; Sal 95; Lucas 2,22-35
‘Vivía entonces en
Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el
consuelo de Israel; y el Espíritu Santo moraba en él. Había recibido un oráculo
del Espíritu Santo: que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor.
Impulsado por el Espíritu, fue al templo’. En tan breves versículos qué descripción más hermosa.
Un hombre justo y piadoso, un hombre con una esperanza grande en su corazón, un
hombre con la visión de Dios en sus ojos porque estaba lleno del Espíritu del
Señor.
Por tres veces se menciona al Espíritu Santo en relación
a Simeón en tan breves versículos: ‘el Espíritu
Santo moraba en él… recibido un oráculo del Espíritu Santo… impulsado por el
Espíritu Santo’. Un hombre que se deja conducir por Dios, que se deja
llenar de Dios, que escucha a Dios en su corazón. Claro que podía descubrir en
aquel niño que era presentado al Señor para cumplir con la ley de Moisés al
Mesías del Señor. ‘Mis ojos han visto a
tu Salvador…’ Su misión en la vida estaba cumplida; se habían visto
colmadas todas sus esperanzas; la Palabra del Señor que es siempre fiel se
había cumplido. ‘Puedes dejar a tu siervo
irse en paz’.
Siente uno envidia de este hombre que pudo tener en sus
manos al Hijo de Dios. Es una primera sensación y un primer deseo que siente
uno en el corazón al contemplar esta escena del Evangelio. Pero es que
tendríamos que emular a este santo anciano en lo que fue su vida y su fe y
esperanza. ‘Hombre justo y piadoso’
nos lo ha descrito el evangelista. Mucho encierran estas dos palabras para
hablarnos de la rectitud de la vida de Simeón.
El justo es el hombre fiel que camina rectamente por
los caminos del Señor. Justicia es santidad, es pureza de corazón, es rectitud
y búsqueda de lo bueno, es bondad y generosidad de espíritu, es respeto y es
apertura al otro; y cuando decimos al otro decimos al hombre que camina a
nuestro lado, pero también cuando decimos al Otro, es abrirnos a la
trascendencia porque es abrirnos a Dios.
Por eso inmediatamente que dice justo dice piadoso.
Quiero fijarme en el significado de la palabra piedad y para eso he consultado
el diccionario que nos dice: ‘Virtud
que inspira, por el amor a Dios, tierna devoción a las cosas santas, y, por el
amor al prójimo, actos de amor y compasión’. Una referencia a Dios al mismo
tiempo que una referencia al amor al prójimo, a la compasión y a la
misericordia. Temor de Dios, amor a Dios, culto a Dios por una parte. Ya nos decía
el evangelista cómo estaba lleno del Espíritu Santo. Su vida estaba centrada en
Dios. Pero precisamente ese centrarnos en Dios nos lleva a abrir nuestro
corazón a los demás. Por eso entraña compasión, misericordia. La misericordia
que nos viene de Dios la trasbordamos nosotros hacia los demás.
Muchas más consideraciones podríamos hacernos en torno
a este evangelio, pero creo que nos puede bastar para nuestra reflexión lo que
venimos diciendo al contemplar la figura del anciano Simeón. Abramos nuestro
corazón a Dios, dejémonos conducir también por el Espíritu Santo pero que eso
siempre nos lleve al encuentro misericordioso, generoso en amor para con los que
caminan a nuestro lado. Si lo hacemos así podemos decir que tenemos la dicha de
tener a Jesús en nuestras manos, más aún, lo tendremos bien aposentado en
nuestro corazón.
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