Las huellas de amor que dejamos en los demás sean signo de nuestro reconocimiento y gratitud por la obra de Dios en nosotros
Sabiduría
6,2-12; Sal
81; Lucas
17,11-19
¿Cuál es la huella que nosotros dejamos a nuestro paso
en el camino de la vida? Y bien entendemos que no nos estamos refiriendo a la
huella en el polvo del camino. Con frecuencia oímos decir refiriéndose a
alguien ‘era una persona buena, una
persona de gran corazón…’ y así tenemos la referencia de esas personas a
nuestro lado que quizá no hayan destacado por ninguna cosa especial, pero
dejaron la huella de que eran personas buenas, personas generosas y
serviciales. Todos habremos conocido personas así en nuestro entorno que a su
paso por la vida van dejando en nosotros el perfume de su bondad.
Cuando Pedro en uno de sus discursos al principio de
los Hechos de los Apóstoles quiere hacer como un resumen de lo que fue la vida
de Jesús dirá que ‘pasó haciendo el bien’.
Ahí se manifestaba en cada paso de Jesús la bondad y la humildad de su corazón.
Ahí le vemos en el evangelio cercano de los pobres y de los humildes, acogiendo
a pecadores e incluso comiendo con ellos aunque eso le llevara criticas de los
de siempre, curando a los enfermos de sus enfermedades y dolencias de todo
tipo. No solo deja que se acerquen a El sino que El mismo se acercará y buscará
al enfermo, al pecador, al pequeño y al marginado que quizá nada cuenta pero
que Jesús siempre tendrá en cuenta.
Hoy en el evangelio vemos que va camino de Jerusalén y
se encuentra en las fronteras entre Galilea y Samaría. Allá en esos lugares
descampados suelen estar abandonados a su suerte muchos enfermos, sobre todo
los leprosos a los que se consideraba especialmente impuros. Es precisamente un
grupo de leprosos el que se acerca a Jesús, aunque se quedan a distancia para
no contravenir las normas y reglas judías. Desde allá gritan, porque saben bien
quien es el que va al frente de aquella comitiva que se dirige a Jerusalén, pidiéndole
a Jesús que tenga compasión de ellos. Conocen su misericordia y compasión
porque hasta ellos llegarían noticias de Jesús. Tienen la certeza, la confianza
de que Jesús les va a escuchar.
‘Jesús, maestro, ten
compasión de nosotros’.
Podía ser un grito para mover a compasión en sus necesidades y soledades y ser
una forma más de pedir una limosna con la que mitigar sus necesidades. Pero la
súplica es más honda, porque bien saben de los signos y milagros que realiza
Jesús. Y El los envía para que cumpliendo con las normas establecidas puedan reintegrarse
en la familia y en la comunidad. ‘Id a
presentaros a los sacerdotes’. Y ellos se dieron cuenta mientras iban de
camino con el gozo en el alma de que estaban curados. Se había manifestado la
compasión y la misericordia del Señor.
Pero a la manifestación de la misericordia del Señor
sobre nosotros ha de corresponder nuestro reconocimiento y gratitud. Algo que
algunas veces olvidamos. Nos sentimos muy felices con los dones que recibimos
pero no sabemos hacer nuestro reconocimiento y manifestar nuestra gratitud. ‘Uno de ellos, viendo que estaba curado, se
volvió alabando a Dios a grandes gritos, y se echó por tierra a los pies de
Jesús dándole gracias’.
Se hará palpable la queja de Jesús. ‘¿No eran diez los curados? Los otros nueve,
¿dónde están?... vete, tu fe te ha salvado’.
Muchas preguntas, muchas consecuencias para nuestra
vida. Lo primero la pregunta que nos hacíamos al comienzo de la reflexión.
¿Cuál es la huella que nosotros dejamos a nuestro paso en el camino de la vida?
Que sean huellas de amor, de humildad, de generosidad, de una vida auténtica.
Pero también nos preguntamos ¿somos agradecidos con los dones que el Señor va
derramando en nuestra vida? ¿Somos agradecidos también por lo que recibimos de
los demás signos que son también del amor de Dios?
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