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martes, 10 de noviembre de 2015

En una cosa hemos de ser los primeros, en nuestra disponibilidad para servir y ayudar en todo momento a quien lo necesite

En una cosa hemos de ser los primeros, en nuestra disponibilidad para servir y ayudar en todo momento a quien lo necesite

Sabiduría 2,23-3,9; Sal 33; Lucas 17,7-10

Alguna vez ese pensamiento se nos ha pasado por la cabeza o le hemos escuchado ese comentario a alguien. Estamos implicados en una tarea que nos afecta a todos y pareciera que todos deberían estar colaborando para que todo salga adelante, pero parece que es a uno al que le toca estar en todo, ser el que siempre toma la iniciativa, el que se pone a arreglar las cosas o solucionar los problemas, el que tiene que resolverlo todo. ¿Es que tengo que ser yo el que tenga que resolverlo todo?, quizá nos preguntamos porque pareciera que no hay nadie más dispuesto a ponerse a servir.
Pero aún así seguimos dispuestos a prestar un servicio a quien sea, a ayudar, a compartir nuestro tiempo y lo que somos por los demás. Y es que para quien está imbuido por el evangelio el servir es vivir; la vida no tiene otro sentido sino el estar en disposición de los demás para lo que haga falta.
Es cierto también que nos cuesta, que nos viene la tentación del desaliento cuando quizá no nos vemos correspondidos o no vemos claramente los frutos en aquellas personas a las que ayudamos. Pero no podemos tirar la toalla, como se suele decir; en nosotros siempre ha de estar esa buena disponibilidad porque además no hacemos las cosas para que nos las agradezcan sino por el gozo del servicio y del bien que le hacemos a los demás.
Es el amor generoso y altruito el que salva al mundo; será con ese amor y con personas dispuestas siempre al servicio como haremos que nuestro mundo sea mejor; tenemos la esperanza de que el amor es como una mancha de aceite que se va extendiendo poco a poco y deseamos que de una vez por todas vaya empapándonos a todos. Es como podemos hacer un mundo mejor; no valen imposiciones ni reglas que nos digan por donde tenemos que ir o lo que podemos o no podemos hacer. Es el amor que se contagia, que empapa los corazones, que nos hará salir de nuestra frialdad e indiferencia; es lo que nos hace mejores y hará mejores a cuantos nos rodean.
Es el mensaje que Jesús quiere dejarnos hoy en el evangelio. Nos habla del servidor de la casa que siempre ha de estar dispuesto para lo que necesite el señor de la casa, porque esa es su obligación y su trabajo. Pero termina diciéndonos Jesús: ‘Lo mismo vosotros: Cuando hayáis hecho todo lo mandado, decid: Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer’.
Es la actitud que repetidamente Jesús nos ha enseñado en el evangelio. Nuestra grandeza está en servir, en ser capaces de hacernos los últimos y los servidores de todos. En María, la madre de Jesús tenemos el hermoso testimonio de quien se llamara a si misma la esclava del Señor, pero que tan pronto se enteró que allá en la montaña su prima Isabel esperaba un hijo y necesitaba quien le ayudara en esas circunstancias, corrió presurosa a casa de Zacarías e Isabel siempre dispuesta a servir.
¿Qué somos los únicos que estamos dispuestos a servir y ayudar, porque nadie a nuestro alrededor mueve un dedo? No nos importe, pongamos manos a la obra a lo bueno que tenemos que hacer que bien sabemos que nuestro mundo necesita ser redimido por el amor.

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