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martes, 7 de julio de 2015

Arranquemos de nuestro corazón la malicia, la desconfianza y el orgullo que nos hacen desconfiar de los demás

Arranquemos de nuestro corazón la malicia, la desconfianza y el orgullo que nos hacen desconfiar de los demás

Génesis 32, 22-3; Sal 16; Mateo 9,32-38
¿Por qué tendremos que andar en la vida con sospechas y desconfianzas en nuestra relación con los que nos rodean? ¿Por qué siempre tenemos esa malicia en nuestro corazón para desconfiar de las intenciones o los intereses de los demás pensando o sospechando de intenciones ocultas en lo que hacen los otros, incluso en lo bueno?
Con lo bueno y lo bello que sería si fuéramos capaces de quitar esas malicias y desconfianzas para aceptarnos y respetarnos y para saber apreciar lo bueno que siempre hay en los demás. No llegamos a ser felices de verdad en nuestras relaciones con los demás por esa malicia que dejamos meter en el corazón. Una malicia que muchas veces la provoca el orgullo que nos invade con el que nos creemos que somos nosotros los únicos que sabemos hacer las cosas o los únicos que las hacemos siempre bien.
Aprendamos a descubrir lo bueno de los demás. Valoremos lo bueno que hay también en los otros. Aceptemos su buena voluntad, aunque también puedan equivocarse, que nosotros también nos equivocamos. Siempre hay algo bueno en los otros, que si lo valoráramos más ayudaríamos también a que los otros se superen de la misma manera que nosotros también nos sentiremos impulsados a superarnos y crecer humana y espiritualmente.
Me ha venido esta reflexión que a todos nos puede ayudar el contemplar el evangelio de este día. Como nos dice el evangelista ‘presentaron a Jesús un endemoniado mudo. Echó al demonio, y el mudo habló’. La primera reacción de la gente es sentir admiración por lo que Jesús ha realizado. ‘Nunca se ha visto en Israel cosa igual’, reconocemos aquella buena gente en la que no hay ninguna malicia y abre su corazón a la acción de Jesús.
Pero por allí estaban los fariseos que comenzaron a comentar y a sembrar la desconfianza: ‘Éste echa los demonios con el poder del jefe de los demonios’. Un absurdo como tratará Jesús de demostrarles en otra ocasión, porque así parecería que el demonio estuviera luchando contra sí mismo. Como decíamos antes aparece la malicia y el orgullo para no aceptar la obra de Jesús.
Creo que seria la gran lección que hoy tendríamos que aprender de este encuentro y reflexión con la Palabra de Dios. En la vida no nos podemos dejar conducir por la malicia y la desconfianza. A la larga será nuestro corazón el que se vaya corroyendo por dentro y llenándonos de amargura, porque la envidia a quienes más nos hace daño es a los que la dejamos meter en nuestro corazón. La malicia, el orgullo, la envidia nos quitan la paz del corazón, y si no hay paz en nosotros no podremos en verdad ser felices.
En lo bueno que vemos en los demás lo que tendríamos que saber encontrar es un estímulo para nosotros superarnos, para nosotros intentar hacer bien las cosas, para mejorar nuestra vida, para crecer humana y espiritualmente. Así podremos ir alcanzando verdaderas cotas de felicidad en una respetuosa convivencia y colaboración caminando juntos y buscando siempre lo mejor que podamos ofrecer a cuantos nos rodean para hacer un mundo mejor.

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