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jueves, 9 de julio de 2015

Con el anuncio de la Buena Nueva de Jesús tenemos que ser siempre mensajeros y constructores de la paz

Con el anuncio de la Buena Nueva de Jesús tenemos que ser siempre mensajeros y constructores de la paz

Génesis 44, 18-21. 23b-29; 45, 1-5; Sal 104; Mateo 10,7-15
‘ld y proclamad que el reino de los cielos está cerca…Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis… Al entrar en una casa, saludad con el saludo de la paz; si la casa se lo merece, la paz que le deseáis vendrá a ella...’ Jesús envía a sus discípulos a anunciar el Reino. Jesús nos envía a anunciar el Reino. ¿Cuál es el mensaje? ¿Cuál es el anuncio? Lo primero que han de trasmitir es la paz.
Es algo que se repite siempre en la historia de la salvación. Podríamos recordar muchos hechos, pero como más cercano, el ángel a María en Nazaret. Cuando se manifiesta el Señor a través de su ángel lo primero que siempre quiere trasmitir es paz. ‘No temas… no temáis…’ lo escuchamos repetir muchas veces. Y recordemos también que es el saludo pascual de Cristo resucitado. Cuando están reunidos en el Cenáculo sus primeras palabras son un saludo de paz. ‘La paz con vosotros’.  Hoy nos dice: ‘Al entrar en una casa, saludad con el saludo de la paz’
¿Cómo no vamos a llevar la paz si llevamos el anuncio, la Buena Nueva de Jesús? Las buenas noticias siempre producen regocijo y paz en el alma. Tenemos que ser mensajeros de paz, pero también constructores de la paz.
Con el anuncio de la Buena Noticia hemos de dar señales de un mundo nuevo. Recordemos cómo nos envía a curar y a desterrar el mal del corazón del hombre. Son las señales que hemos de dar. Y cuando nos sentimos liberados interiormente del mal, porque alcanzamos el perdón, porque comenzamos una vida nueva, porque desaparecen todas las barreras y obstáculos que nos dividen o nos impiden acercarnos los unos a los otros, cuánta paz sentimos en nuestro corazón, cuánta paz vamos sembrando en el mundo. Daremos las señales del Reino de Dios.
Lástima que en nombre de religión y de Dios tantas veces hayamos hecho la guerra; qué incomprensible que quienes queremos estar llenos de Dios porque ponemos toda nuestra fe en El sin embargo ni tengamos paz en el corazón, ni logremos la paz con los que nos rodean ni seamos sembradores de paz. Algo nos falla. El mal, es cierto, nos esclaviza por dentro, nos ciega o nos encierra en nosotros mismos. Y cuando andamos así dominados por el mal no podemos tener paz, no podemos disfrutar de esa paz ni trasmitirla a los demás. ‘Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, danos la paz’, tenemos que pedir una y otra vez.
Seamos en verdad constructores de paz; sintamos paz en nuestro corazón y contagiemos de esa paz a los que nos rodean. Es el más hermoso mensaje que podemos trasmitir. Lo contrario no tendría sentido. Es la contribución que en el nombre de Jesús hacemos para construir un mundo mejor. ¿Será ese de verdad el mensaje que la Iglesia trasmite hoy a nuestro mundo? ¿Será ese nuestro mensaje y compromiso?


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