Con el anuncio de la Buena Nueva de Jesús tenemos que ser siempre mensajeros y constructores de la paz
Génesis
44, 18-21. 23b-29; 45, 1-5; Sal
104; Mateo
10,7-15
‘ld y proclamad que el
reino de los cielos está cerca…Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis… Al
entrar en una casa, saludad con el saludo de la paz; si la casa se lo merece,
la paz que le deseáis vendrá a ella...’ Jesús envía a sus discípulos a anunciar el Reino.
Jesús nos envía a anunciar el Reino. ¿Cuál es el mensaje? ¿Cuál es el anuncio?
Lo primero que han de trasmitir es la paz.
Es algo que se repite siempre en la historia de la
salvación. Podríamos recordar muchos hechos, pero como más cercano, el ángel a
María en Nazaret. Cuando se manifiesta el Señor a través de su ángel lo primero
que siempre quiere trasmitir es paz. ‘No
temas… no temáis…’ lo escuchamos repetir muchas veces. Y recordemos también
que es el saludo pascual de Cristo resucitado. Cuando están reunidos en el
Cenáculo sus primeras palabras son un saludo de paz. ‘La paz con vosotros’. Hoy
nos dice: ‘Al entrar en una casa, saludad
con el saludo de la paz’
¿Cómo no vamos a llevar la paz si llevamos el anuncio,
la Buena Nueva de Jesús? Las buenas noticias siempre producen regocijo y paz en
el alma. Tenemos que ser mensajeros de paz, pero también constructores de la
paz.
Con el anuncio de la Buena Noticia hemos de dar señales
de un mundo nuevo. Recordemos cómo nos envía a curar y a desterrar el mal del
corazón del hombre. Son las señales que hemos de dar. Y cuando nos sentimos
liberados interiormente del mal, porque alcanzamos el perdón, porque comenzamos
una vida nueva, porque desaparecen todas las barreras y obstáculos que nos
dividen o nos impiden acercarnos los unos a los otros, cuánta paz sentimos en
nuestro corazón, cuánta paz vamos sembrando en el mundo. Daremos las señales
del Reino de Dios.
Lástima que en nombre de religión y de Dios tantas
veces hayamos hecho la guerra; qué incomprensible que quienes queremos estar
llenos de Dios porque ponemos toda nuestra fe en El sin embargo ni tengamos paz
en el corazón, ni logremos la paz con los que nos rodean ni seamos sembradores
de paz. Algo nos falla. El mal, es cierto, nos esclaviza por dentro, nos ciega
o nos encierra en nosotros mismos. Y cuando andamos así dominados por el mal no
podemos tener paz, no podemos disfrutar de esa paz ni trasmitirla a los demás. ‘Cordero de Dios, que quitas el pecado del
mundo, danos la paz’, tenemos que pedir una y otra vez.
Seamos en verdad constructores de paz; sintamos paz en
nuestro corazón y contagiemos de esa paz a los que nos rodean. Es el más
hermoso mensaje que podemos trasmitir. Lo contrario no tendría sentido. Es la
contribución que en el nombre de Jesús hacemos para construir un mundo mejor. ¿Será
ese de verdad el mensaje que la Iglesia trasmite hoy a nuestro mundo? ¿Será ese
nuestro mensaje y compromiso?
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