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viernes, 10 de julio de 2015

Sagaces para no confundirnos por lo que el mundo nos presenta como bueno pero con la humildad de los servidores hacemos creíble el anuncio del Reino

Sagaces para no confundirnos por lo que el mundo nos presenta como bueno pero con la humildad de los servidores hacemos creíble el anuncio del Reino


Jesús había escogido a doce de entre sus discípulos para constituirlos apóstoles. Iban a ser como el primer núcleo de la comunidad de los que seguían a Jesús, pero a ellos ya les confía la misión que luego sería para todos los discípulos. Ir por el mundo anunciando la Buena Nueva del Evangelio. Lo hemos venido escuchando estos días. Hemos de llevar la buena noticia de la paz que es llevar la buena noticia del Reino de Dios. 
Lo hemos reflexionado. Pero Jesús ya les da a entender que no siempre iban a ser bien recibidos. Escuchábamos ayer las palabras de Jesús. ‘Al entrar en una casa, saludad con el saludo de la paz; si la casa se lo merece, la paz que le deseáis vendrá a ella. Si no se lo merece, la paz volverá a vosotros. Si alguno no os recibe o no os escucha, al salir de su casa o del pueblo, sacudid el polvo de los pies’. No siempre esa paz será bien recibida, sino más bien rechazada como también podían ser rechazados quienes llevasen ese mensaje.
Es a lo que nos previene hoy Jesús en el evangelio en continuación de aquellas recomendaciones que Jesús les hacía. ‘Mirad que os mando como ovejas entre lobos; por eso, sed sagaces como serpientes y sencillos como palomas’. Y anuncia Jesús persecuciones de todo tipo. Pero les dice, nos dice: así daréis testimonio ante ellos y ante los gentiles’. Tenemos ocasión de dar testimonio de Jesús. No serán solo nuestras palabras sino que será el testimonio de nuestra vida, de nuestra fidelidad hasta el final.
Pero fijémonos que nos hace unas recomendaciones muy especiales. ‘Sed sagaces como serpientes y sencillos como palomas’. ¿Qué nos quiere decir Jesús? Sagaces, nos dice, atentos, vigilantes, para distinguir lo bueno de lo malo, para no dejarnos engañar ni seducir por falsas palabras o promesas. El mundo que nos rodea nos puede confundir. Nos presentan tantas cosas como buenas, nos dicen eso no tiene importancia, eso es una cosa pequeña y que no tiene valor. Hoy todo se nos quiere presentar igual de bueno, todo les parece igual, pero hemos de saber distinguir; nos dicen que seamos tolerantes pero no nos podemos dejar confundir y solo tenemos que buscar lo que es verdaderamente bueno. Sagaces, vigilantes, que no nos confundan, todo tiene su valor y su importancia.
No nos podemos dejar engañar por ese mundo que nos rodea tan materialista, tan sensual, provocativo, que insensibiliza su corazón, que solo piensa en si mismo y en su propia felicidad, que va excluyendo y separando a los que considera que menos valen, que minusvalora a los que parecen débiles, que discrimina a los que no son de los suyos, donde parece que el mundo es solo para los que se presentan fuertes en sus violencias, en sus engaños, en sus orgullos o en sus falsos poderes. Sagaces, vigilantes nos dice Jesús que hemos de ser para no dejarnos engañar, para hacer el anuncio verdadero del Reino de Dios.
Pero nos dice también ‘sencillos como palomas’, humildes, dejando a un lado apetencias mundanas; no temiendo presentarnos débiles porque sabemos que nuestra fuerza está en el Señor; no es con nuestros orgullos o poderes humanos, materiales, avaros por las riquezas materiales,  violentos como tenemos que presentarnos o como queramos imponernos. Ese no es el camino del evangelio. Ya les dirá Jesús a los discipulos que entre ellos no puede ser, no se puede actuar a la manera de los poderosos de este mundo, sino que la grandeza está en el servir, en el ser capaz de hacerse el último y el servidor de todos.
Será la forma en que haremos creible nuestro mensaje. Es la manera como tenemos que actuar los discipulos de Jesús. Es el anuncio del Reino de Dios que hemos de hacer.

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