Una oración hecha con fe, con la confianza de los hijos y la perseverancia de los que se sienten amados siempre es escuchada
Gál. 3, 1-5; Sal.:Lc.1, 69-75; Lc. 11, 5-13
Le habían pedido a Jesús que los enseñara a orar, ‘como Juan enseñaba a sus discípulos’, y
Jesús les había enseñado a saborear el que llamaran y reconocieran a Dios como
Padre. Normalmente decimos les enseñó el padrenuestro, bien sabemos que lo que
Jesús quería enseñarles era algo más que una fórmula de oración para repetir;
para eso ya tenían los salmos inspirados por Dios mismo contenidos en la
Escritura. Era un sentido de Dios y un nuevo sentido de encuentro con Dios lo
que Jesús quería trasmitirles. De la misma manera que El se sentía unido en el
amor del Padre, así quería que fuera en quienes creyéramos en El. Y nos dejó
ese sentido de oración.
Pero continuó
Jesús hablándoles de la oración. Ahora quiere enseñarnos Jesús cuáles son las
actitudes interiores para la oración. La primera actitud es la constancia y la
perseverancia en la oración, que Jesús nos la muestra con la parábola del amigo
inoportuno en la que se revela la necesidad de orar con insistencia y
perseverancia sin desfallecer. Es importante esa constancia y esa
perseverancia. A veces parece que nuestra oración no es escuchada, pero no
debemos desanimarnos porque a fuerza de insistir el amigo inoportuno consigue
los panes que necesita. Por eso Cristo nos dice: ‘pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá’.
Algunas veces aunque decimos que venimos con fe a nuestra
oración sin embargo nos flaquea nuestra fe. Lo primero que tenemos que hacer y
sentir es nuestra fe; creer que nuestra oración es un encuentro vivo con Dios
que es nuestro Padre; nos es necesario comenzar por ese acto de fe;
interiorizar bien que estamos en la presencia de Dios, de un Dios que nos ama
porque es nuestro Padre y, como decíamos, saboreamos su presencia y su amor. Y
desde ahí surge la perseverancia de
nuestra oración. Aunque haya momentos en que quizá estemos como más fríos o más
distraídos, tratemos de interiorizar bien esa presencia del Señor y esa riqueza
de su amor.
Y en aquello que le pedimos lo hacemos con la fe y la
confianza de los hijos que se sienten amados y en consecuencia escuchados en
aquello que pedimos. Si de entrada vamos ya desconfiando, pensando que no vamos
a alcanzar aquello que le pedimos al Señor, es que nos está faltando esa fe.
Por eso, esa necesaria perseverancia en nuestra oración, una y otra vez como
aquel que fue a pedirle el pan al amigo para la visita que le había llegado,
según la pequeña parábola que nos propone Jesús.
Esa confianza en que Dios nos escucha y nos dará lo que
mejor necesitamos. La confianza de los hijos que saben que el padre les va a
dar incluso más de lo que le pidan. Mantengamos la paz en el corazón sabiendo
que Dios nos concederá siempre lo que más nos conviene, que es sobre todo, su
Espíritu Santo, el cual nos ayudará a afrontar y aceptar los acontecimientos de
nuestra vida: ‘Si vosotros que sois malos
sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre del Cielo
dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?’
Escuché
en una ocasión esta pequeña anécdota. En una ocasión, un niño muy pequeño hacía
grandes esfuerzos por levantar un objeto muy pesado. Su papá, al ver la lucha
tan desigual que sostenía su hijo, le preguntó: “¿Estás usando todas tus
fuerzas?”“¡Claro que sí!”, contestó
malhumorado el pequeño. “No es cierto - le respondió el padre - no me
has pedido que te ayude”.
¿Nos sucederá así a nosotros alguna vez? Con
confianza y con fe sepamos acudir a Dios nuestro Padre que siempre nos atiende.
Decimos muchas veces en nuestro camino de superación que no podemos, que los
problemas son superiores a nuestras fuerzas, que quizá la enfermedad o las
limitaciones que nos van apareciendo en la vida con los años nos llenan de
amarguras y desesperanzas, que nos cuesta mucho arrancarnos quizá de una mala
costumbre, que se nos hace difícil el trato y la convivencia con determinadas
personas que quizá se nos atraviesan y nos caen mal.
¿Hemos contado con el Señor?
¿Pensamos realizar el camino de nuestra vida por nuestra cuenta y solo con
nuestras fuerzas? ¿Nos olvidamos que Dios es el Padre bueno que está ahí a
nuestro lado y nos dará siempre su fuerza y su gracia?
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