Limpiemos de malicia nuestro corazón
y mantengamos la intensidad de nuestra vida espiritual para no volver a caer en
la tentación
Gál. 3, 7-14; Sal. 110; Lc. 11, 15-26
Todos hemos escuchado más de una vez que vemos las
cosas según el color del cristal con que se mira, pero también podemos añadir
lo que le sucedía a cierta persona que detrás de la ventana de su casa miraba
el patio donde su vecina tendía a secar las sábanas recién lavadas, pero la
criticaba porque decía que su vecina lavaba mal las sábanas y las tendía llenas
de suciedades y manchas; un día su marido abrió la ventana a través de la cual
ella miraba y juzgaba a su vecina, pero se dio cuenta que las sábanas no
estaban manchadas, sino que eran los cristales de su ventana los que estaban
manchados y esas eran las manchas que ella pretendía ver en la ropa tendida de
su vecina.
Así nos pasa muchas veces cuando miramos a los demás,
pero los ojos de nuestra alma están manchados, porque es nuestro corazón el que
está lleno de maldad y de muchas cosas malas y no seremos capaces de ver lo
bueno y hermoso que puede haber en los demás, sino que todo lo pasamos por el
cristal o el filtro de nuestra malicia.
Hoy vemos en el evangelio que Jesús realiza el milagro
de la expulsión de un demonio de una persona; pero, ¿cuál es la reacción en
muchos de las personas que ven realizar aquel milagro de Jesús? ‘Si echa los
demonios, decían, es por arte de Belcebú, el príncipe de los demonios' La
malicia que había en su corazón les impedía descubrir lo bueno que hacía Jesús.
Y aún después de los milagros que Jesús realizaba, le pedían una y otra vez un
signo.
Tenemos que descubrir cual es de verdad la acción de
Jesús y ser nosotros, los primeros que nos dejemos liberar por Jesús de todo
ese mal que dejamos meter en nuestro corazon y que de tal manera nos esclaviza.
La presencia de Jesús en el mundo es el principio de ese mundo nuevo, que llamamos Reino de Dios, para que
en verdad Dios sea el único Señor de nuestra vida.
Cristo viene a liberarnos del mal, pero nos sentimos tan esclavizados por ese mal que
nos resistimos a dejarnos liberar por Jesús. Buscamos disculpas, pedimos
plazos, lo queremos dejar para otro momento y así nos vamos resistiendo.
Resistencia que se puede convertir en oposición. Es lo que sucedía con aquellos
que vemos en el evangelio que no solo no reconocen la obra de Jesús, sino que
atribuyéndosela al maligno quieren como desprestigiar a Jesús. Cuántas veces
nos suceden cosas así en nuestra vida. Nos cuesta arrancarnos del mal aunque
sintamos la llamada clara de Jesús en nuestro corazón.
Cuidemos mucho la respuesta que le damos a la llamada
que el Señor nos va haciendo allá en lo profundo de nuestro corazón. Tenemos la
experiencia también, y de ello quiere hablarnos Jesús con las recomendaciones
que nos hace en el evangelio, que quizá en un momento determinado ayudados por
la gracia del Señor decidimos cambiar y mejorar nuestra vida, reconociendo
nuestros errores, tratando de corregir lo que hacemos mal, queriendo vivir la
gracia del Señor y así íbamos avanzando poco a poco en nuestra vida espiritual.
Pero en un momento determinado parece que todo se vino abajo, una tentación
fuerte, un mal momento de nuestra vida, y volvimos a la situación anterior.
¿Qué nos había pasado si tan seguros nos sentíamos en
nuestra vida que queríamos mejorar? Algo quizá habíamos abandonado en nuestra
vida espiritual, quizá dejándonos llevar porque las cosas nos iban bien,
abandonamos las precauciones y pronto volvieron las tentaciones y el peligro y
porque quizá había comenzado a aparecer la tibieza espiritual en nuestra alma,
pronto caímos y quizá de forma peor en las mismas cosas que queríamos corregir.
Es de lo que nos habla hoy Jesús en el evangelio cuando
nos habla de ese espíritu maligno que vuelve con más fuerza a nuestra vida y
arrasa con todo en nuestra vida espiritual. Es la vigilancia que hemos de
mantener para no caer en la tentación; es la intensidad con que tenemos que
seguir viviendo nuestra vida espiritual; es la perseverancia y constancia en
nuestra oración para sentir fuerte en nosotros esa gracia del Señor.
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