Una buena noticia para los pobres vivida desde la comunión en que nos sentimos unidos en un mismo corazón y un mismo espíritu
2Tim. 4, 9-17; Sal. 144; Lc. 10, 1-9
‘¡Qué hermosos son
sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae la Buena
Nueva, que pregona la victoria!’
Es la antífona de entrada de la liturgia de este día. Celebramos, sí, al
mensajero, el evangelista, el que nos trae la noticia de la paz anunciada para
todos los pueblos, el que nos anuncia la Buena Nueva de la Salvación, el que
nos va a ayudar a proclamar a Jesús como el Señor cuando le contemplemos
resucitado en su evangelio.
San Lucas, evangelista, al que hoy celebramos, discípulo
que había sido de san Pablo y lo habían acompañado en sus viajes y en momentos
incluso en que el apóstol se había quedado solo. ‘Solo Lucas está conmigo’, le dice en la carta a Timoteo. San
Lucas, el primer historiador de la Iglesia, porque nos deja reflejado en el
libro de los Hechos de los Apóstoles lo que fueron los comienzos de la Iglesia
y gran parte de los recorridos de Pablo en sus viajes.
Lucas no había formado parte del grupo de los discípulos
de Jesús ni en consecuencia del grupo de los Doce apóstoles; llegó al
conocimiento de Jesús más tarde, probablemente en alguno de los viajes de
Pablo, pero supo recoger el espíritu de la Buena Nueva de Jesús y nos trasmitió
su evangelio, entrando incluso en detalles de la infancia de Jesús en que no
entraron los otros evangelistas.
‘Muchos se han
propuesto componer un relato de los acontecimientos que se han cumplido entre
nosotros’, nos dice
precisamente en el comienzo de su Evangelio;
‘me ha parecido también a mí, después de haber investigado cuidadosamente todo
lo sucedido desde el principio, escribir una exposición ordenada…’ continúa
diciendo en la dedicatoria que hace al ilustre Teófilo, ‘para que llegues a comprender la autenticidad de las enseñanzas que
has recibido’. Y así nos ha quedado
su Evangelio, su relato de la Buena Noticia de Jesús.
En la oración litúrgica de esta fiesta se nos da la
clave de lo que es el Evangelio y los Hechos de los Apóstoles que nos ha
trasmitido san Lucas y que para nosotros es Palabra de Dios. Casi podríamos
decir que es como una definición o una descripción de su obra. ‘Elegiste a San Lucas para que nos revelara
con su predicación y sus escritos tu amor a los pobres’, nos dice en primer
lugar.
‘Dichosos los pobres…’ así escuetamente nos dirá en la
primera de las bienaventuranzas en el relato de Lucas. Pero allá en la sinagoga
de Nazaret en el texto de Isaías que allí proclama Jesús dirá que el Espíritu
está sobre El y lo ha ungido y lo ha enviado a anunciar el evangelio a los
pobres. A lo largo de todo el evangelio veremos cómo Lucas nos va mostrando esa
cercanía de Jesús para con los pobres, los enfermos, los que sufren.
‘Concede, a cuantos se
glorían en Cristo, vivir con un mismo corazón y con un mismo espíritu’ es el segundo aspecto a destacar.
Estas palabras de la oración copian, por así decirlo, la descripción que nos
hace Lucas de lo que era la primera comunidad cristiana en Jerusalén. Es, por
así decirlo, la traducción que nos hace del mandamiento del amor que ya nos
vendrá reflejado a lo largo del evangelio y que Juan nos lo propondrá con mayor
rotundidad. San Lucas nos lo traduce en hechos, en lo que vivía la primera
comunidad cristiana espejo y reflejo de lo que ha de ser nuestra vida, la vida
de nuestra comunidad cristiana, la Iglesia, hoy.
‘Concede… atraer a todos los hombres a la
salvación’, decimos
finalmente en la oración litúrgica. ‘Estaba
escrito que el Mesías tenía que morir y resucitar de entre los muertos al
tercer día, y que en su nombre se anunciará a todas las naciones, comenzando
por Jerusalén, la conversión y el perdón de los pecados’, pone en labios de
Jesús al final de su evangelio después de la resurrección. Y cuando comienza el
relato de los Hechos de los Apóstoles san Lucas nos narrará que mientras van de
camino al lugar de la Ascensión Jesús les dirá: ‘Vosotros recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre
vosotros, y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaría y hasta
los confines de la tierra’. Lo que continuará relatándonos en los Hechos de
los Apóstoles responderá a este anuncio de la salvación a todos los hombres.
Tres aspectos que tendrían que revertir en compromiso
en nosotros cuando estamos celebrando la fiesta del evangelista san Lucas.
Pobres nos hacemos para abrir nuestro corazón a Dios, pero evangelio que hemos
de llevar también nosotros a los pobres. El anuncio del nombre de Jesús y su
salvación ha de ser la alegría que llevemos a tantos corazones atormentados.
Recordemos cómo se llenaban de alegría los pastores de Belén, los primeros
pobres a los que se llevó la Buena Noticia, cuando el ángel le anunciaba la
Buena Nueva del nacimiento del Salvador.
Nueva comunión de amor que hemos de aprender a vivir
entre nosotros ‘para vivir con un mismo
corazón y un mismo espíritu’ que sea la traducción en nuestra vida del
mandamiento nuevo del amor. Inquietud y espíritu misionero en nuestro corazón
para llevar la alegría del evangelio a todos los hombres, más aún como estamos
en vísperas de la celebración del Domund.
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