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sábado, 18 de octubre de 2014

Una buena noticia para los pobres vivida desde la comunión en que nos sentimos unidos en un mismo corazón y un mismo espíritu

Una buena noticia para los pobres vivida desde la comunión en que nos sentimos unidos en un mismo corazón y un mismo espíritu

2Tim. 4, 9-17; Sal. 144; Lc. 10, 1-9
‘¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae la Buena Nueva, que pregona la victoria!’ Es la antífona de entrada de la liturgia de este día. Celebramos, sí, al mensajero, el evangelista, el que nos trae la noticia de la paz anunciada para todos los pueblos, el que nos anuncia la Buena Nueva de la Salvación, el que nos va a ayudar a proclamar a Jesús como el Señor cuando le contemplemos resucitado en su evangelio.
San Lucas, evangelista, al que hoy celebramos, discípulo que había sido de san Pablo y lo habían acompañado en sus viajes y en momentos incluso en que el apóstol se había quedado solo. ‘Solo Lucas está conmigo’, le dice en la carta a Timoteo. San Lucas, el primer historiador de la Iglesia, porque nos deja reflejado en el libro de los Hechos de los Apóstoles lo que fueron los comienzos de la Iglesia y gran parte de los recorridos de Pablo en sus viajes.
Lucas no había formado parte del grupo de los discípulos de Jesús ni en consecuencia del grupo de los Doce apóstoles; llegó al conocimiento de Jesús más tarde, probablemente en alguno de los viajes de Pablo, pero supo recoger el espíritu de la Buena Nueva de Jesús y nos trasmitió su evangelio, entrando incluso en detalles de la infancia de Jesús en que no entraron los otros evangelistas.
‘Muchos se han propuesto componer un relato de los acontecimientos que se han cumplido entre nosotros’, nos dice precisamente en el comienzo de su Evangelio; ‘me ha parecido también a mí, después de haber investigado cuidadosamente todo lo sucedido desde el principio, escribir una exposición ordenada…’ continúa diciendo en la dedicatoria que hace al ilustre Teófilo, ‘para que llegues a comprender la autenticidad de las enseñanzas que has recibido’.  Y así nos ha quedado su Evangelio, su relato de la Buena Noticia de Jesús.
En la oración litúrgica de esta fiesta se nos da la clave de lo que es el Evangelio y los Hechos de los Apóstoles que nos ha trasmitido san Lucas y que para nosotros es Palabra de Dios. Casi podríamos decir que es como una definición o una descripción de su obra. ‘Elegiste a San Lucas para que nos revelara con su predicación y sus escritos tu amor a los pobres’, nos dice en primer lugar.
‘Dichosos los pobres…’ así escuetamente nos dirá en la primera de las bienaventuranzas en el relato de Lucas. Pero allá en la sinagoga de Nazaret en el texto de Isaías que allí proclama Jesús dirá que el Espíritu está sobre El y lo ha ungido y lo ha enviado a anunciar el evangelio a los pobres. A lo largo de todo el evangelio veremos cómo Lucas nos va mostrando esa cercanía de Jesús para con los pobres, los enfermos, los que sufren.
‘Concede, a cuantos se glorían en Cristo, vivir con un mismo corazón y con un mismo espíritu’ es el segundo aspecto a destacar. Estas palabras de la oración copian, por así decirlo, la descripción que nos hace Lucas de lo que era la primera comunidad cristiana en Jerusalén. Es, por así decirlo, la traducción que nos hace del mandamiento del amor que ya nos vendrá reflejado a lo largo del evangelio y que Juan nos lo propondrá con mayor rotundidad. San Lucas nos lo traduce en hechos, en lo que vivía la primera comunidad cristiana espejo y reflejo de lo que ha de ser nuestra vida, la vida de nuestra comunidad cristiana, la Iglesia, hoy.
 ‘Concede… atraer a todos los hombres a la salvación’, decimos finalmente en la oración litúrgica. ‘Estaba escrito que el Mesías tenía que morir y resucitar de entre los muertos al tercer día, y que en su nombre se anunciará a todas las naciones, comenzando por Jerusalén, la conversión y el perdón de los pecados’, pone en labios de Jesús al final de su evangelio después de la resurrección. Y cuando comienza el relato de los Hechos de los Apóstoles san Lucas nos narrará que mientras van de camino al lugar de la Ascensión Jesús les dirá: ‘Vosotros recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaría y hasta los confines de la tierra’. Lo que continuará relatándonos en los Hechos de los Apóstoles responderá a este anuncio de la salvación a todos los hombres.
Tres aspectos que tendrían que revertir en compromiso en nosotros cuando estamos celebrando la fiesta del evangelista san Lucas. Pobres nos hacemos para abrir nuestro corazón a Dios, pero evangelio que hemos de llevar también nosotros a los pobres. El anuncio del nombre de Jesús y su salvación ha de ser la alegría que llevemos a tantos corazones atormentados. Recordemos cómo se llenaban de alegría los pastores de Belén, los primeros pobres a los que se llevó la Buena Noticia, cuando el ángel le anunciaba la Buena Nueva del nacimiento del Salvador.
Nueva comunión de amor que hemos de aprender a vivir entre nosotros ‘para vivir con un mismo corazón y un mismo espíritu’ que sea la traducción en nuestra vida del mandamiento nuevo del amor. Inquietud y espíritu misionero en nuestro corazón para llevar la alegría del evangelio a todos los hombres, más aún como estamos en vísperas de la celebración del Domund.

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