El testimonio de vida de santa Teresa sigue siendo un grito a la Iglesia de hoy para seguir buscando la fidelidad al evangelio
Eclesiástico, 15, 1-6; Sal. 88; Mt. 11, 25-30
‘Como busca la cierva
corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío; mi alma tiene sed de
Dios, del Dios vivo’.
Es la antífona que nos propone la liturgia para comenzar hoy la celebración de
esta fiesta de santa Teresa de Jesús. Sedienta de Dios buscó a Dios, lo
encontró y se llenó de Dios, se transverberó en Dios en las más profundas cotas
de contemplación mística.
Hace quinientos años nació en Ávila y allí a los veinte
años se consagró al Señor entrando en el Monasterio de la Encarnación. Por eso
estamos iniciando este año jubilar que celebra toda la orden de los Carmelitas
y también toda la Iglesia de España con motivo de este quinientos aniversario
de su nacimiento. Esperamos, incluso, que a lo largo del año el Papa Francisco,
como lo ha prometido, se haga presente en Ávila y en Alba de Tormes, quizá en
un viaje relámpago, en esta hermosa conmemoración que estamos haciendo este
año.
Su vida fue una búsqueda de Dios, búsqueda afanosa y
dura en momentos con sequedades en el espíritu, con momentos de crisis en que más
buscaba la comodidad dentro del convento que el sacrificio hasta que se
encontró con la sabiduría de Dios que le conduciría por altos caminos de
santidad. Después de muchos años en el convento entre dudas y tormentos por fin
convirtió totalmente su corazón a Dios y sintió que Dios la impulsaba por
caminos de reforma y renovación no solo de su vida, sino también de los
conventos del Carmelo. Había recorrido un largo camino de ascesis y de
purificación subiendo poco a pocos las moradas de su Castillo interior hasta
llegar al éxtasis supremo de su vida mística donde ya no vivía sino para Dios y
para vivir plenamente unida a El.
Después de fundar el convento reformado de san José en
la propia Ávila inició el camino de la reforma como mujer andariega por los
caminos de Castilla y de España entera para ir multiplicando las fundaciones de
los nuevos conventos nacidos de la reforma del Carmelo; tarea en la que se vio
ayudada por otro gran santo reformador y místico también de la Orden del
Carmelo, San Juan de la Cruz. Moriría en Alba de Tormes tal día como hoy en
medio de sus grandes recorridos por los caminos de Castilla mientras se dirigía
a Salamanca en esa tarea reformadora de la Orden del Carmelo.
Bien podemos
aplicar a santa Teresa lo que nos ha descrito el libro del Eclesiástico que escuchábamos
en la primera lectura: ‘El que teme al Señor obrará así, observando la ley,
alcanzará la sabiduría’. Buscaba a Dios y se encontró con la sabiduría
de Dios; el Dios que se revela y manifiesta a los que son pequeños y humildes,
como escuchábamos en el evangelio, llenó el corazón de Teresa cuando
purificándose y liberándose de todos sus apegos tras un duro camino de ascesis,
supo vaciarse de si misma y Dios llenó e
inundó su corazón.
‘La alimentó con el pan de la sensatez y le dio a beber el agua de la
prudencia… la llenó de sabiduría e inteligencia…, para
que abriera su boca en la Asamblea…’
podemos parafrasear el texto de la primera lectura viendo la misión que tuvo
santa Teresa en medio de la Iglesia. Asumió ella su misión y ella la humilde
monja del convento se convirtió en maestra de la sabiduría de Dios en medio de
la Iglesia con sus escritos y con el testimonio de su vida y quiso ser fiel a
Dios y a la Iglesia hasta su muerte. La Iglesia lo ha reconocido no solo
proclamándola como santa a quien podemos y tenemos que imitar y que se
convierte en intercesora nuestra en el cielo, sino también declarándola doctora
de la Iglesia porque de ella podemos aprender esos caminos de la mística que
nos conducen a la perfección más alta y a la unión más profunda con Dios.
El testimonio y la vida de santa Teresa sigue siendo un
grito que resuena hoy en medio de la Iglesia también en nuestros tiempos. No
eran fáciles los momentos que vivió la santa en su tiempo pero tuvo la energía
y la fortaleza de Dios para emprender la reforma de aquella parcela de la
Iglesia, que era la vida religiosa en
aquellas comunidades del Carmelo para que mantuvieran su fidelidad al evangelio
y a lo que era el espíritu de la Orden Carmelita desde el principio, pero que
había comenzado por la propia reforma de su corazón para que fuera totalmente
para Dios.
Su testimonio y ejemplo nos ayuda en nuestros tiempos
que también decimos en muchas ocasiones que son difíciles, pero que también son
el tiempo de Dios hoy para nosotros y para nuestro mundo; ese tiempo de Dios en
que también hemos de saber buscar y encontrar esas raíces del Evangelio, ese
espíritu del Evangelio que debe impregnar todo el sentir de la iglesia y todo
el sentido de nuestra propia vida que hemos de reconducir por caminos de mayor
fidelidad y santidad.
Testimonio y ejemplo para la Iglesia hoy; testimonio y
ejemplo que personalmente para cada uno se ha de convertir en llamada del Señor
a esa renovación de nuestra vida por caminos de mayor fidelidad y santidad.
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