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miércoles, 15 de octubre de 2014

El testimonio de vida de santa Teresa sigue siendo un grito a la Iglesia de hoy para seguir buscando la fidelidad al evangelio

El testimonio de vida de santa Teresa sigue siendo un grito a la Iglesia de hoy para seguir buscando la fidelidad al evangelio

Eclesiástico, 15, 1-6; Sal. 88; Mt. 11, 25-30
‘Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío; mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo’. Es la antífona que nos propone la liturgia para comenzar hoy la celebración de esta fiesta de santa Teresa de Jesús. Sedienta de Dios buscó a Dios, lo encontró y se llenó de Dios, se transverberó en Dios en las más profundas cotas de contemplación mística.
Hace quinientos años nació en Ávila y allí a los veinte años se consagró al Señor entrando en el Monasterio de la Encarnación. Por eso estamos iniciando este año jubilar que celebra toda la orden de los Carmelitas y también toda la Iglesia de España con motivo de este quinientos aniversario de su nacimiento. Esperamos, incluso, que a lo largo del año el Papa Francisco, como lo ha prometido, se haga presente en Ávila y en Alba de Tormes, quizá en un viaje relámpago, en esta hermosa conmemoración que estamos haciendo este año.
Su vida fue una búsqueda de Dios, búsqueda afanosa y dura en momentos con sequedades en el espíritu, con momentos de crisis en que más buscaba la comodidad dentro del convento que el sacrificio hasta que se encontró con la sabiduría de Dios que le conduciría por altos caminos de santidad. Después de muchos años en el convento entre dudas y tormentos por fin convirtió totalmente su corazón a Dios y sintió que Dios la impulsaba por caminos de reforma y renovación no solo de su vida, sino también de los conventos del Carmelo. Había recorrido un largo camino de ascesis y de purificación subiendo poco a pocos las moradas de su Castillo interior hasta llegar al éxtasis supremo de su vida mística donde ya no vivía sino para Dios y para vivir plenamente unida a El.
Después de fundar el convento reformado de san José en la propia Ávila inició el camino de la reforma como mujer andariega por los caminos de Castilla y de España entera para ir multiplicando las fundaciones de los nuevos conventos nacidos de la reforma del Carmelo; tarea en la que se vio ayudada por otro gran santo reformador y místico también de la Orden del Carmelo, San Juan de la Cruz. Moriría en Alba de Tormes tal día como hoy en medio de sus grandes recorridos por los caminos de Castilla mientras se dirigía a Salamanca en esa tarea reformadora de la Orden del Carmelo.
 Bien podemos aplicar a santa Teresa lo que nos ha descrito el libro del Eclesiástico que escuchábamos en la primera lectura:El que teme al Señor obrará así, observando la ley, alcanzará la sabiduría’. Buscaba a Dios y se encontró con la sabiduría de Dios; el Dios que se revela y manifiesta a los que son pequeños y humildes, como escuchábamos en el evangelio, llenó el corazón de Teresa cuando purificándose y liberándose de todos sus apegos tras un duro camino de ascesis, supo vaciarse de si misma  y Dios llenó e inundó su corazón.
‘La alimentó con el pan de la sensatez y le dio a beber el agua de la prudencia… la llenó de sabiduría e inteligencia…, para que abriera su boca en la Asamblea…’ podemos parafrasear el texto de la primera lectura viendo la misión que tuvo santa Teresa en medio de la Iglesia. Asumió ella su misión y ella la humilde monja del convento se convirtió en maestra de la sabiduría de Dios en medio de la Iglesia con sus escritos y con el testimonio de su vida y quiso ser fiel a Dios y a la Iglesia hasta su muerte. La Iglesia lo ha reconocido no solo proclamándola como santa a quien podemos y tenemos que imitar y que se convierte en intercesora nuestra en el cielo, sino también declarándola doctora de la Iglesia porque de ella podemos aprender esos caminos de la mística que nos conducen a la perfección más alta y a la unión más profunda con Dios.
El testimonio y la vida de santa Teresa sigue siendo un grito que resuena hoy en medio de la Iglesia también en nuestros tiempos. No eran fáciles los momentos que vivió la santa en su tiempo pero tuvo la energía y la fortaleza de Dios para emprender la reforma de aquella parcela de la Iglesia,  que era la vida religiosa en aquellas comunidades del Carmelo para que mantuvieran su fidelidad al evangelio y a lo que era el espíritu de la Orden Carmelita desde el principio, pero que había comenzado por la propia reforma de su corazón para que fuera totalmente para Dios.
Su testimonio y ejemplo nos ayuda en nuestros tiempos que también decimos en muchas ocasiones que son difíciles, pero que también son el tiempo de Dios hoy para nosotros y para nuestro mundo; ese tiempo de Dios en que también hemos de saber buscar y encontrar esas raíces del Evangelio, ese espíritu del Evangelio que debe impregnar todo el sentir de la iglesia y todo el sentido de nuestra propia vida que hemos de reconducir por caminos de mayor fidelidad y santidad.

Testimonio y ejemplo para la Iglesia hoy; testimonio y ejemplo que personalmente para cada uno se ha de convertir en llamada del Señor a esa renovación de nuestra vida por caminos de mayor fidelidad y santidad. 

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