Una palabras proféticas de Jesús que siguen resonando hoy para alejarnos de vanidades y obremos con rectitud
Ez. 43, 1-7; Sal. 84; Mt. 23, 1-12
Se me ocurre
pensar que este texto del evangelio, estas palabras de Jesús tienen un
profundo sentido profético; es el profeta que denuncia los caminos erróneos
señalándonos aquello que hemos de corregir pero al mismo tiempo nos abre a
caminos nuevos donde sepamos actuar y vivir con toda rectitud. Las palabras de
Jesús que denunciaban claramente las actitudes y las posturas de los maestros
de la ley de su tiempo y las de los fariseos, siguen teniendo profunda
resonancia en el hoy de nuestra vida porque nos sentimos tentados a actitudes
semejantes abandonando fácilmente el camino y el sentido del Evangelio que
Jesús ha venido a anunciarnos.
Buen maestro no es solamente el que sabe muchas cosas y
de palabra trata de enseñarlas a los que siguen trazándoles normas y pautas de
conducta, sino aquel que con su propia vida, con sus propias actitudes está
siendo ejemplo y modelo de aquellos principios o lecciones que trata de
trasmitirnos. Es lo que Jesús denuncia en los letrados y fariseos de su tiempo
por esa actitud hipócrita de enseñar o imponer unas cosas a los demás mientras
el camino de su vida iba por otros derroteros.
‘No hagáis lo que ellos hacen, porque no hacen lo que
dicen’, les dice Jesús a la gente que lo escucha. Todo se les queda en vanidad
y en apariencia. Por eso habla de las largas filacterias y de las anchas
franjas de sus mantos. Las filacterias eran unas cintas en las que escribían
palabras de la ley con las que adornaban sus vestidos, lo mismo que las franjas
de sus mantos que las ensanchaban para dar señales de pomposidad y en las que
escribían también textos de la Ley. Buscaban la reverencia, la alabanza, el
reconocimiento aunque sus vidas fueran sepulcros blanqueados en el exterior
aunque dentro estuvieran llenos de podredumbre, como les dirá Jesús en otra
ocasión.
Y les señalaba Jesús a sus discípulos que ese no podía
ser el estilo de su vida, ese no podía ser el estilo de los que quisieran vivir
el sentido del Reino de Dios. Enseñamos, corregimos, caminamos al lado del que
está a nuestro lado en la vida, pero sintiendo que somos unos hermanos que
caminos juntos. Será la bueno que haya en nuestra vida lo que tiene que
contagiar y estimular al que está a nuestro lado; será la rectitud que vean en
nosotros los que les ha de mover a mejorar sus vidas, porque siempre lo que
queremos hacer es dejar actuar al Señor, que se vale quizá de nosotros, de
nuestro bien hacer, de nuestro ejemplo y entrega y cuando sea necesario también
de nuestras palabras.
Serán caminos de sinceridad y de rectitud, caminos de
humildad y de sencillez, caminos siempre llenos de amor para darnos y para
entregarnos, para ayudar y tender la mano al que camina a nuestro lado para que
encuentre también el camino recto. Por eso nos dice Jesús en nosotros nada de
alardes ni de vanidades. Emplea las expresiones de decirnos que ni nos llamemos
padres ni jefes, ni consejeros ni maestros, porque es el Padre del cielo el que
nos conduce con la fuerza de su Espíritu y es la Palabra de Jesús la que nos
llenará de vida. Solo al Señor tenemos que escuchar y solo de su Espíritu
tenemos que dejarnos conducir.
Decíamos antes que el sentido profético de estas
palabras de Jesús no era solamente para la denuncia o la enseñanza que en aquel
momento hacia a la gente que le escuchaba y a los discípulos, sino que seguía
teniendo resonancia en el hoy de nuestra vida.
Confieso que cuando escucho estas palabras de Jesús trato de examinarme
para ver si yo estoy cayendo con mi vida pecadora en esas mismas hipocresías y
vanidades. ¿Buscaremos también los reconocimientos y las reverencias? ¿También
de alguna manera alargaremos nuestras filacterias o el ancho de las franjas de
nuestros mantos? Miremos nuestros ropajes. Es una tentación en la que
fácilmente puedo caer, podemos caer quienes tenemos una misión dentro de la
Iglesia. Y esta palabra de Jesús es una llamada fuerte a nuestra conciencia
para que siempre actuemos conforme al espíritu del Evangelio.
Rezad por vuestros sacerdotes y pastores para que no
caigamos en esas tentaciones que hoy Jesús nos denuncia. Es la ayuda grande que
podéis prestarnos para que con la gracia del Señor vivamos la vida santa que
conviene a nuestra vocación y dignidad.
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