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martes, 19 de agosto de 2014

Desprendidos de apegos y riquezas con corazón generoso haciéndonos los últimos podremos entrar en el Reino de los cielos

Desprendidos de apegos y riquezas con corazón generoso haciéndonos los últimos podremos entrar en el Reino de los cielos

Ez. 28, 1-10; Sal.:Deut. 32,26-36; Mt. 19, 23-30
‘Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de los cielos’. Jesús utiliza esta frase proverbial de la dificultad de pasar un camello por el ojo de una aguja, que era una hipérbole para expresar que algo era irrealizable o muy difícil, para hablarnos de esa dificultad de los ricos para entender y vivir con todo sentido y profundidad los valores del Reino de Dios.
Ya sabemos cómo se hace con ello referencia a esas puertas pequeñas y estrechas que había en las murallas de las ciudades y que de alguna manera querían controlar lo que por ellas había de pasar. Claro un camello con sus jorobas, pero sobre todo un camello, que se utilizaba como animal de carga, con todas las cosas que podría llevar sobre él haría imposible su paso por esas puertas llamadas agujas precisamente.
El rico acaparador de riquezas y que en su avaricia y desconfianza no quiere dejar nada atrás está bien reflejado en esa imagen del camello cargado en su dificultad de paso por dichas puertas. Clara referencia a todos esos apegos del corazón que lastran nuestra vida, que nos esclavizan a las cosas, que crean ataduras y dependencias de las que nos cuesta arrancarnos en contraposición a esa libertad de espíritu de quien de todo se desprende para vivir con un corazón limpio y verdaderamente libre que lo que quiere es glorificar a Dios con su vida. Ojalá aprendiéramos a guardar nuestros tesoros no donde la polilla los corroen o los ladrones nos los pueden robar, sino en el cielo porque vivamos desprendidos de todo y compartiendo todo con los que menos tienen.
Todo parte como un comentario de lo que anteriormente ha sucedido - lo escuchábamos y comentábamos ayer - del joven rico que ante lo que Jesús le indicaba de vender cuanto tenía para darlo a los pobres y seguirle se había marchado muy triste porque era muy rico. Algún evangelista al narrarnos este hecho nos dice que Jesús se le quedó mirando. Y está también la reacción de los que estaban alrededor, en especial los discípulos más cercanos, ante el hecho y los comentarios de Jesús, de manera que exclamarán, porque se quedaron pasmados nos dice el evangelista, ‘entonces, ¿quién puede salvarse?’.
La salvación es obra de Dios en nosotros; no son solo nuestros méritos, porque el único que ha podido merecer la salvación para nosotros es Jesús. El les dirá que ‘para los hombres por sí mismos imposible, pero Dios lo puede todo’. Y es que la respuesta que nosotros hemos de dar a la oferta de salvación que Jesús nos hace la podremos dar siempre con la ayuda de la gracia de Dios. No es imposible, sino que tenemos que dejarnos guiar por el impulso y la fuerza de la gracia divina.
Por allá sale Pedro siempre con sus impulsos espontáneos un poco menos que queriendo hacer lista de lo que ellos han hecho que un día lo dejaron todo por seguir a su maestro. Recordamos cómo al paso de Jesús por la orilla del lago cuando los invita a ser pescadores de hombres, dejaron las redes y la barca para irse con Jesús. ‘Nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido, ¿qué nos va a tocar?’ Una pregunta espontánea como lo era el corazón de Pedro que era un corazón abierto y lo que sentía inmediatamente lo manifestaba.
Les habla Jesús del lugar importante que van a tener en el Reino de Dios; ‘los que me habéis seguido os sentareis en doce tronos para regir a las doce tribus de Israel’. Palabras que pueden tener un claro sentido escatológico para hablarnos del final de los tiempos, pero pueden ser una referencia al lugar de los apóstoles y en ellos sus sucesores en lo que fue la trasmisión de la fe y lo que fue y sigue siendo la vida de la Iglesia, con esa característica tan propia de ser Iglesia apostólica.

Pero terminará hablando de la herencia de la vida eterna. ‘El que por mi deja casa, hermanos o hermanas, padre o madre, mujer, hijos o tierras, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna’. Pero concluye con algo muy importante que ya nos ha dicho para quien quiere ser principal y primero, que es necesario que se haga el último. ‘Muchos primeros serán los últimos y muchos últimos serán primeros’. Hagámonos los últimos y servidores porque así seremos en verdad los primeros en el Reino de los cielos.

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