¡Abba, Padre! una palabra de fe y una palabra de amor para comenzar a orar en el estilo de Jesús
Ecles. 48, 1-15; Sal. 96; Mt. 6, 7-15
‘Habéis recibido el espíritu de hijos que nos
hace gritar ¡Abba!, Padre’.
Ahí tenemos todo el sentido de nuestra oración. Decimos ¡Abba! ¡Padre! y está
condensado todo lo que tenemos que decirle a Dios.
Nos había hablado Jesús de un estilo nuevo de oración,
donde habíamos de saber entrar en nuestro tabernáculo interior para orar desde
lo profundo a Dios. Allí en el silencio de nuestro corazón nos sentiremos que
estamos llenos de Dios, y surgirá nuestro amor, surgirá nuestra oración de la
forma más hermosa, como los hijos saben hablar con su padre.
Hoy continúa enseñándonos Jesús como ha de ser nuestra
oración. Nos dice que no son necesarias muchas palabras. Como ya hemos venido
diciendo la palabra importante es ¡Abba, Padre!, que lo encierra todo. Por eso
nos dice: ‘Cuando recéis no uséis muchas
palabras como los paganos, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso.
No seáis como ellos, pues vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes que se
lo pidáis’. Y nos propone el modelo de oración.
Un modelo de oración que no solo hemos de saber de
memoria sino interiorizarlo debidamente, para impregnarnos bien del sentido de
la oración de Jesús. Pudiera sucedernos que lo repetimos una y otra vez y
estemos cayendo en lo que nos denuncia Jesús, porque se nos quede en decir
palabras y palabras que es lo que no quiere Jesús que hagamos.
Tendríamos que fijarnos bien en el sentido de la
oración desde su comienzo. Es ese grito que sale desde el corazón, ¡Abba,
Padre! con el que ya estamos queriendo no solo decir sino sentir muchas cosas.
Es una palabra de amor y es una palabra de fe; es una palabra de reconocimiento
de Dios y de su presencia amorosa y es la palabra de la confianza de quien se pone en las manos del Padre.
Estamos queriendo expresar cuánta es nuestra fe y cuan grande quiere ser
nuestro amor cuando nos sentimos hijos amados y con toda esa confianza y amor
nos podemos atreve a decir a Dios Padre.
Fijémonos que la mayor parte de esa oración no es pedir
cosas, sino expresar nuestra fe y nuestro amor. Estamos queriendo expresar la
gloria que le queremos dar al Señor y la alabanza; estamos queriendo manifestar
cómo queremos vivir en Dios, viviendo su reino, pero empapándonos en todo de su
voluntad; estamos queriendo indicar cuál es nuestro compromiso porque queremos
alejarnos del mal, porque queremos hacer su voluntad, porque queremos sentir su
gracia salvadora sobre nosotros que nos fortalece contra la tentación y el
maligno. Entre todo eso solo hay una petición en la que pedimos el pan de cada
día, pero que además lo hacemos no como queriendo acaparar para nosotros y
llenarnos de bienes materiales, sino simplemente que cada día tengamos nuestro
pan.
Y otra cosa muy concreta que pedimos en la oración que
nos enseñó el Señor es a pedir perdón, como el compromiso y la fuerza de dar
también nuestro perdón. Como peticiones en sí solo tenemos el pan de cada día
en una petición, y el perdón de nuestros
pecados que va acompañado de ese compromiso de saber ofrecer también nuestro
perdón generoso a los demás. ‘Porque si
perdonáis a los demás sus culpas, también vuestro Padre del cielo os perdonará
a vosotros…’
Es muy importante este apéndice que Jesús añade a la
oración que nos enseña. Va en la línea de lo que ya antes nos había enseñado
del amor a los enemigos, por los que también tendríamos que orar. Y recordamos
lo que decíamos de cuánta paz podemos sentir en nuestro corazón cuando
comenzamos a orar por aquellos que nos hayan ofendido. Lo mismo podemos seguir
diciendo ahora; le estamos pidiendo a Dios la paz para nuestros corazones
pidiendo que nos dé su perdón por nuestras culpas, cuánta paz podemos sentir en
nuestro corazón cuando de verdad perdonamos a los demás. Es la paz más hermosa
de la que Dios quiere llenar nuestro corazón.
Qué hermoso el sentido de la oración de Jesús. Ojalá
siempre la saboreemos porque gustemos allá en lo más hondo del alma esa palabra
con que la comenzamos, Padre.
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