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jueves, 19 de junio de 2014

¡Abba, Padre! una palabra de fe y una palabra de amor para comenzar a orar en el estilo de Jesús



¡Abba, Padre! una palabra de fe y una palabra de amor para comenzar a orar en el estilo de Jesús

Ecles. 48, 1-15; Sal. 96; Mt. 6, 7-15
 ‘Habéis recibido el espíritu de hijos que nos hace gritar ¡Abba!, Padre’. Ahí tenemos todo el sentido de nuestra oración. Decimos ¡Abba! ¡Padre! y está condensado todo lo que tenemos que decirle a Dios.
Nos había hablado Jesús de un estilo nuevo de oración, donde habíamos de saber entrar en nuestro tabernáculo interior para orar desde lo profundo a Dios. Allí en el silencio de nuestro corazón nos sentiremos que estamos llenos de Dios, y surgirá nuestro amor, surgirá nuestra oración de la forma más hermosa, como los hijos saben hablar con su padre.
Hoy continúa enseñándonos Jesús como ha de ser nuestra oración. Nos dice que no son necesarias muchas palabras. Como ya hemos venido diciendo la palabra importante es ¡Abba, Padre!, que lo encierra todo. Por eso nos dice: ‘Cuando recéis no uséis muchas palabras como los paganos, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso. No seáis como ellos, pues vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes que se lo pidáis’. Y nos propone el modelo de oración.
Un modelo de oración que no solo hemos de saber de memoria sino interiorizarlo debidamente, para impregnarnos bien del sentido de la oración de Jesús. Pudiera sucedernos que lo repetimos una y otra vez y estemos cayendo en lo que nos denuncia Jesús, porque se nos quede en decir palabras y palabras que es lo que no quiere Jesús que hagamos.
Tendríamos que fijarnos bien en el sentido de la oración desde su comienzo. Es ese grito que sale desde el corazón, ¡Abba, Padre! con el que ya estamos queriendo no solo decir sino sentir muchas cosas. Es una palabra de amor y es una palabra de fe; es una palabra de reconocimiento de Dios y de su presencia amorosa y es la palabra de la confianza  de quien se pone en las manos del Padre. Estamos queriendo expresar cuánta es nuestra fe y cuan grande quiere ser nuestro amor cuando nos sentimos hijos amados y con toda esa confianza y amor nos podemos atreve a decir a Dios Padre.
Fijémonos que la mayor parte de esa oración no es pedir cosas, sino expresar nuestra fe y nuestro amor. Estamos queriendo expresar la gloria que le queremos dar al Señor y la alabanza; estamos queriendo manifestar cómo queremos vivir en Dios, viviendo su reino, pero empapándonos en todo de su voluntad; estamos queriendo indicar cuál es nuestro compromiso porque queremos alejarnos del mal, porque queremos hacer su voluntad, porque queremos sentir su gracia salvadora sobre nosotros que nos fortalece contra la tentación y el maligno. Entre todo eso solo hay una petición en la que pedimos el pan de cada día, pero que además lo hacemos no como queriendo acaparar para nosotros y llenarnos de bienes materiales, sino simplemente que cada día tengamos nuestro pan.
Y otra cosa muy concreta que pedimos en la oración que nos enseñó el Señor es a pedir perdón, como el compromiso y la fuerza de dar también nuestro perdón. Como peticiones en sí solo tenemos el pan de cada día en una petición, y el perdón de  nuestros pecados que va acompañado de ese compromiso de saber ofrecer también nuestro perdón generoso a los demás. ‘Porque si perdonáis a los demás sus culpas, también vuestro Padre del cielo os perdonará a vosotros…’
Es muy importante este apéndice que Jesús añade a la oración que nos enseña. Va en la línea de lo que ya antes nos había enseñado del amor a los enemigos, por los que también tendríamos que orar. Y recordamos lo que decíamos de cuánta paz podemos sentir en nuestro corazón cuando comenzamos a orar por aquellos que nos hayan ofendido. Lo mismo podemos seguir diciendo ahora; le estamos pidiendo a Dios la paz para nuestros corazones pidiendo que nos dé su perdón por nuestras culpas, cuánta paz podemos sentir en nuestro corazón cuando de verdad perdonamos a los demás. Es la paz más hermosa de la que Dios quiere llenar nuestro corazón.
Qué hermoso el sentido de la oración de Jesús. Ojalá siempre la saboreemos porque gustemos allá en lo más hondo del alma esa palabra con que la comenzamos, Padre.

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