Una buena noticia que siempre nos sorprende y pide actitudes nuevas
1Reyes, 21, 1-16; Sal. 5; Mt. 5, 38-42
Cuando escucho y medito el evangelio me gusta situarme
en el momento en que Jesús pronunció las palabras que le escuchamos para tratar
de descubrir la novedad y sorpresa que significaban en su momento para quienes
entonces le escuchaban.
Pensemos además que lo llamamos ‘evangelio’, que quiere decir ‘buena
noticia’, ‘buena nueva’, lo que implica esa novedad que significaban las
palabras de Jesús para sus oyentes. Claro que tendríamos que pensar también en
cómo han de ser para nosotros hoy esa ‘buena nueva-evangelio’ con la novedad
que para nosotros también ha de tener. Lo malo es acostumbrarnos y ya no
asombrarnos ante las palabras de Jesús, porque es el peligro de caer en una
rutina.
Para los que estaban allá en el monte - que luego
llamaremos de las bienaventuranzas - tenían que ser de gran impacto las
palabras que hoy le escuchamos a Jesús. Vienen a trastocar unos esquemas
mentales, una manera de concebir la relación y el trato con los demás. Para
ellos resultaría lo más normal del mundo que si alguien te tratara mal o se
portara mal contigo tú lo trataras de la misma manera. Era lo que habían
constituido como la ley del talión que de alguna manera reglamentaba hasta
donde podía llegar la venganza, para no pasarse, pero que se veía como algo
normal.
Pero Jesús viene a decirles que en el Reino que El está
anunciando no es así como se han de comportar, porque a la violencia no podemos
responder con violencia; todo lo contrario, a la violencia que podamos recibir
de los demás siempre hemos de responder con el bien. Más tarde, incluso, nos
hablará del perdón generoso que hemos de tener para quienes nos ofenden.
‘Se os dijo: ojo por
ojo y diente por diente, pero yo os digo que no hagáis frente al que os
agravia’ sino que
más bien hemos de responder con el bien, con amor, con el perdón. Y no es el
responder con la misma medida, sino que la medida de nuestra buena respuesta ha
de ser siempre más generosa. Es lo que nos viene a explicar con su forma muy
peculiar de expresarse Jesús: ‘Al que
quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también la capa, y a quien
te requiera para caminar una milla, acompáñale dos’.
Claro que todo esto no lo podemos mirar solo como unos
consejos o unas enseñanzas que Jesús propuso para las gentes de su tiempo a
quienes podría resultarle novedosas, sino que esto tenemos que mirarlo en
nuestra propia vida y en nuestro propio tiempo. Este estilo de obrar que nos
propone Jesús también resulta paradójico en nuestro tiempo, porque precisamente
las relaciones entre unos y otros no son muy distintas de lo que antes
comentábamos que era en los tiempos de Jesús.
La ley del talión o una manera semejante de actuar
sigue siendo también el estilo de nuestro tiempo; cuantos resentimientos y
cuantas revanchas tenemos en nuestras mutuas relaciones; cuántas cosas seguimos
guardando en nuestro interior porque no me ayudaste, porque tú me hiciste,
porque un día me gritaste o me trataste mal, porque tú no eres bueno conmigo y
entonces cómo voy yo a ser bueno contigo.
Tenemos que escuchar con mucha atención las palabras de
Jesús hoy en el evangelio y que sean en verdad ‘evangelio’, ‘buena nueva’ para nuestra vida para que en verdad
actuemos según el espíritu de Jesús si es que nos llamamos cristianos. Porque
el nombre lo llevaremos pero por las actitudes y por los actos que tenemos los
unos con los otros estamos muchas veces muy distintas del espíritu del
evangelio.
Abramos nuestro corazón a la Palabra de Jesús. Dejemos
que su Espíritu nos ilumine y seamos capaces de sentir la sorpresa ante lo que
Jesús nos va diciendo y nos va pidiendo. Con la gracia del Señor intentemos de
verdad de impregnarnos del espíritu del evangelio. Dejémonos sorprender por la
Buena Nueva de Jesús y respondamos con actitudes nuevas en la vida.
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