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lunes, 16 de junio de 2014

Una buena noticia que siempre nos sorprende y pide actitudes nuevas



Una buena noticia que siempre nos sorprende y pide actitudes nuevas

1Reyes, 21, 1-16; Sal. 5; Mt. 5, 38-42
Cuando escucho y medito el evangelio me gusta situarme en el momento en que Jesús pronunció las palabras que le escuchamos para tratar de descubrir la novedad y sorpresa que significaban en su momento para quienes entonces le escuchaban. 
Pensemos además que lo llamamos ‘evangelio’, que quiere decir ‘buena noticia’, ‘buena nueva’, lo que implica esa novedad que significaban las palabras de Jesús para sus oyentes. Claro que tendríamos que pensar también en cómo han de ser para nosotros hoy esa ‘buena nueva-evangelio’ con la novedad que para nosotros también ha de tener. Lo malo es acostumbrarnos y ya no asombrarnos ante las palabras de Jesús, porque es el peligro de caer en una rutina.
Para los que estaban allá en el monte - que luego llamaremos de las bienaventuranzas - tenían que ser de gran impacto las palabras que hoy le escuchamos a Jesús. Vienen a trastocar unos esquemas mentales, una manera de concebir la relación y el trato con los demás. Para ellos resultaría lo más normal del mundo que si alguien te tratara mal o se portara mal contigo tú lo trataras de la misma manera. Era lo que habían constituido como la ley del talión que de alguna manera reglamentaba hasta donde podía llegar la venganza, para no pasarse, pero que se veía como algo normal.
Pero Jesús viene a decirles que en el Reino que El está anunciando no es así como se han de comportar, porque a la violencia no podemos responder con violencia; todo lo contrario, a la violencia que podamos recibir de los demás siempre hemos de responder con el bien. Más tarde, incluso, nos hablará del perdón generoso que hemos de tener para quienes nos ofenden.
‘Se os dijo: ojo por ojo y diente por diente, pero yo os digo que no hagáis frente al que os agravia’ sino que más bien hemos de responder con el bien, con amor, con el perdón. Y no es el responder con la misma medida, sino que la medida de nuestra buena respuesta ha de ser siempre más generosa. Es lo que nos viene a explicar con su forma muy peculiar de expresarse Jesús: ‘Al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también la capa, y a quien te requiera para caminar una milla, acompáñale dos’.
Claro que todo esto no lo podemos mirar solo como unos consejos o unas enseñanzas que Jesús propuso para las gentes de su tiempo a quienes podría resultarle novedosas, sino que esto tenemos que mirarlo en nuestra propia vida y en nuestro propio tiempo. Este estilo de obrar que nos propone Jesús también resulta paradójico en nuestro tiempo, porque precisamente las relaciones entre unos y otros no son muy distintas de lo que antes comentábamos que era en los tiempos de Jesús.
La ley del talión o una manera semejante de actuar sigue siendo también el estilo de nuestro tiempo; cuantos resentimientos y cuantas revanchas tenemos en nuestras mutuas relaciones; cuántas cosas seguimos guardando en nuestro interior porque no me ayudaste, porque tú me hiciste, porque un día me gritaste o me trataste mal, porque tú no eres bueno conmigo y entonces cómo voy yo a ser bueno contigo.
Tenemos que escuchar con mucha atención las palabras de Jesús hoy en el evangelio y que sean en verdad ‘evangelio’, ‘buena nueva’ para nuestra vida para que en verdad actuemos según el espíritu de Jesús si es que nos llamamos cristianos. Porque el nombre lo llevaremos pero por las actitudes y por los actos que tenemos los unos con los otros estamos muchas veces muy distintas del espíritu del evangelio.
Abramos nuestro corazón a la Palabra de Jesús. Dejemos que su Espíritu nos ilumine y seamos capaces de sentir la sorpresa ante lo que Jesús nos va diciendo y nos va pidiendo. Con la gracia del Señor intentemos de verdad de impregnarnos del espíritu del evangelio. Dejémonos sorprender por la Buena Nueva de Jesús y respondamos con actitudes nuevas en la vida.

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