Si me voy os enviaré el Espíritu Santo con el que sentiréis para siempre mi presencia entre nosotros
Hechos, 16, 22-34; Sal.137; Jn. 16, 5-11
‘Os conviene que yo me
vaya; porque si no me voy no vendrá a vosotros el Paráclito. En cambio, si me
voy, os lo enviaré’.
En estos días en que la liturgia nos ofrece el sermón
de la Cena Pascual de Jesús venimos escuchando repetidamente cómo Jesús nos
anuncia que nos enviará el Espíritu Santo, el Paráclito o Defensor, el Espíritu
de la verdad. En este tiempo final de la Pascua cuando nos preparamos
litúrgicamente para la Ascensión y luego Pentecostés estos textos de la Palabra
de Dios nos ayudan mucho para que lleguemos a vivir con toda intensidad esos
momentos del tiempo litúrgico y para que ahondemos más y más en todo lo que
significa el Espíritu Santo en nuestra vida. Es muy necesario para que vivamos
todo lo que significa en nuestra vida y en la vida de la Iglesia.
Jesús nos está diciendo que si El no se va no vendrá a
nosotros el Espíritu Santo, que nos enviará desde el Padre. Nos ha hablado de
una nueva presencia suya que hemos de vivir en nuestra vida y es por la fuerza
del Espíritu cómo podemos vivirla. Algunas veces parece que no somos
conscientes totalmente de ello, pero si nos fijamos en la liturgia veremos, por
ejemplo, que siempre se invocará el Espíritu Santo en cualquiera de los
Sacramentos para poder sentir y vivir esa gracia del Señor y de su gracia.
‘Te pedimos que
santifiques estos dones con la efusión de tu Espíritu, de manera que sean para
nosotros Cuerpo y Sangre de Jesucristo, nuestro Señor’, decimos en la segunda plegaria
eucarística. Si ese pan y ese vino que presentamos al Señor como una ofrenda de
nuestra vida, ese pan y ese vino fruto del trabajo de los hombres, serán para
nosotros el Cuerpo y la Sangre del Señor será por la acción del Espíritu Santo
en el sacramento. Ya no serán para nosotros un simple pan o un poco de vino que
pongamos en la copa, pongamos en el cáliz, por la acción del Espíritu Santo será
realmente para nosotros sacramento, serán para nosotros el Cuerpo y la Sangre
del Señor.
No hay sacramento si no es por la acción y por la
fuerza del Espíritu del Señor. Así en la Eucaristía y así en todos los
sacramentos. Sería bueno que en la celebración de cada uno de los sacramentos
fuéramos de verdad conscientes de ello y ese momento de la invocación del
Espíritu Santo no pasara desapercibida para nosotros. El sacerdote con toda la
Iglesia está en ese momento invocando la presencia del Espíritu, la efusión del
Espíritu Santo; así todos los que estamos en la celebración tendríamos desde
nuestro interior estar invocando esa presencia del Espíritu y así sentiremos
vivamente la presencia de Jesús que nos llena y nos inunda con su gracia.
Podríamos fijarnos con todo detalle en cada una de las
plegarias eucarísticas, como tendríamos que fijamos en cómo se expresa todo eso
en cada uno de los sacramentos; ya tendremos ocasión de irlo recordando y
meditando. Iremos haciendo un repaso de esos diversos momentos en los que en la
liturgia vamos invocando el Espíritu Santo.
Es el Espíritu del Señor que nos congrega en la unidad
y nos hace sentir la comunión, no solo con Cristo a quien comulgamos
sacramentalmente en su cuerpo y sangre, sino también esa comunión profunda que
tendríamos que vivir entre nosotros todos los que creemos en Jesús. Así, por
ejemplo, en otro momento de la plegaria eucarística invocamos al Espíritu para
que nos congregue en esa comunión y unidad.
‘Te pedimos humildemente, decimos,
que el Espíritu Santo congregue en la unidad a cuantos participamos del Cuerpo
y Sangre de Cristo’. Comemos el Cuerpo del Señor alimentándonos de El que
ha querido ser para nosotros pan de vida eterna, pero cuando todos comemos el
mismo Pan de Vida, al mismo Cristo, el Espíritu Santo está moviendo nuestros corazones
a la unidad y a la comunión.
Es hermoso y tendríamos que ser muy conscientes de
ello. Que todo esto que vamos reflexionando estos días a la luz de la Palabra
del Señor nos ayude a impregnarnos más y más de la presencia del Espíritu Santo
que nos haga caminar siempre por caminos de santidad.
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