Os he hablado de esto, para que no se tambalee vuestra fe
Hechos, 16, 11-15; Sal. 149; Jn. 15, 26-16,
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‘Os he hablado de
esto, para que no se tambalee vuestra fe’, les dice Jesús a sus discípulos con una ternura grande
en el corazón. Les hablado de las dificultades con que se van a encontrar, les
ha ido anunciando todo lo que va a suceder primero con su pasión, pero más
tarde con las persecuciones incluso que van a tener que soportar, pero les
anuncia la presencia del Espíritu que dará testimonio de El. ‘Para que no se tambalee nuestra fe’.
Ya hemos venido reflexionando sobre el don de Dios que
es nuestra fe para nosotros; hemos pedido con insistencia que el Señor nos
conceda ese don; ahora nos promete Jesús el Espíritu Santo que nos ayudará a
comprender todo el misterio de Dios que en Jesucristo se manifiesta, pero que
será también nuestra fortaleza en ese camino de la fe que hemos de realizar.
Podríamos decir que la vida del hombre en todos los
sentidos es un camino de fe. Podemos decirlo desde un aspecto meramente humano,
pero sobre todo nos referiremos al ámbito sobrenatural que da trascendencia a
nuestra vida, que solo desde la fe podemos descubrir y llegar a vivir.
En el aspecto humano de la vida las relaciones entre
unos y otros de alguna manera están fundamentadas en la fe que nos tenemos los unos
a los otros; confiamos en la otra persona, lo aceptamos, creemos lo que nos
dicen mientras no tengas algo muy firme en contra; unas relaciones de
sinceridad de los unos con los otros nos hacen la vida más fácil y armoniosa;
si vamos desconfiando de todo el mundo nuestras relaciones se hacen tensas y
surgen los recelos y el orgullo nos domina. Unas relaciones verdaderamente
humanas tienen que basarse en la confianza mutua, en fin de cuentas en la fe
que nos tenemos los unos en los otros.
Eso sería un gran
paso de humanización de nuestra vida, pero también queremos entrar en el ámbito
sobrenatural y trascendente de nuestra fe, por la que ponemos toda nuestra
confianza en Dios para creer su palabra, para reconocer su amor, para buscar y
recibir la salvación que nos ofrece.
Igual que en las relaciones humanas nos puede entrar la
duda y la desconfianza, también en este ámbito sobrenatural nos sentimos
tentados en nuestra fe. Por una parte
tenemos el peligro de hacernos una imagen de Dios a nuestra manera, no tal como
El se nos ha rebelado, pero también surgen los peligros de tentación a la
infidelidad desde nuestra inclinación al mal que muchas veces nos hace olvidar
los caminos de Dios para nuestra vida. Se nos puede debilitar nuestra fe si no
la cuidamos bien y no nos formamos debidamente.
Hemos de tratar de abrir nuestro corazón a Dios y
dejarnos guiar por su Espíritu que nos ilumina y nos revela todo el misterio de
Dios, que nos fortalece frente a tantas tentaciones que podamos sufrir en un
mundo que muchas veces no nos facilita la vivencia de nuestra fe, sino que todo
lo contrario se nos puede convertir en una tentación para apartarnos de ese
camino de la fe. ‘Cuando venga el
Paráclito, que os enviaré desde el Padre, el Espíritu de la Verdad, que procede
del Padre, El dará testimonio de mi; y también vosotros daréis testimonio,
porque desde el principio estáis conmigo’.
Está también esa oposición que podamos encontrar en
nuestro mundo a esa vivencia, oposición que muchas veces se puede convertir
hasta en persecución. Jesús les anuncia que los excomulgarán de las sinagogas -
recordemos como expulsaron de la sinagoga al ciego de nacimiento que Jesús
había curado en las calles de Jerusalén porque daba testimonio de Jesús - y nos
dice aún más, ‘llegará incluso una hora cuando el que os dé muerte, pensará que
da culto a Dios’. Ya hemos hablado y reflexionado de todas las persecuciones
que a lo largo de los tiempos los cristianos han padecido de una forma o de
otra por el nombre de Jesús.
Pero Jesús quiere que no se tambalee nuestra fe, que
nos mantengamos firmes; para eso nos da la fuerza del Espíritu Santo, para que
podamos dar su testimonio. En estas semanas previas a Pentecostés pidamos con
toda insistencia al Señor que nos conceda el don del Espíritu Santo.
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