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lunes, 26 de mayo de 2014

Os he hablado de esto, para que no se tambalee vuestra fe



Os he hablado de esto, para que no se tambalee vuestra fe

Hechos, 16, 11-15; Sal. 149; Jn. 15, 26-16, 4
‘Os he hablado de esto, para que no se tambalee vuestra fe’, les dice Jesús a sus discípulos con una ternura grande en el corazón. Les hablado de las dificultades con que se van a encontrar, les ha ido anunciando todo lo que va a suceder primero con su pasión, pero más tarde con las persecuciones incluso que van a tener que soportar, pero les anuncia la presencia del Espíritu que dará testimonio de El. ‘Para que no se tambalee nuestra fe’.
Ya hemos venido reflexionando sobre el don de Dios que es nuestra fe para nosotros; hemos pedido con insistencia que el Señor nos conceda ese don; ahora nos promete Jesús el Espíritu Santo que nos ayudará a comprender todo el misterio de Dios que en Jesucristo se manifiesta, pero que será también nuestra fortaleza en ese camino de la fe que hemos de realizar.
Podríamos decir que la vida del hombre en todos los sentidos es un camino de fe. Podemos decirlo desde un aspecto meramente humano, pero sobre todo nos referiremos al ámbito sobrenatural que da trascendencia a nuestra vida, que solo desde la fe podemos descubrir y llegar a vivir.
En el aspecto humano de la vida las relaciones entre unos y otros de alguna manera están fundamentadas en la fe que nos tenemos los unos a los otros; confiamos en la otra persona, lo aceptamos, creemos lo que nos dicen mientras no tengas algo muy firme en contra; unas relaciones de sinceridad de los unos con los otros nos hacen la vida más fácil y armoniosa; si vamos desconfiando de todo el mundo nuestras relaciones se hacen tensas y surgen los recelos y el orgullo nos domina. Unas relaciones verdaderamente humanas tienen que basarse en la confianza mutua, en fin de cuentas en la fe que nos tenemos los unos en los otros.
 Eso sería un gran paso de humanización de nuestra vida, pero también queremos entrar en el ámbito sobrenatural y trascendente de nuestra fe, por la que ponemos toda nuestra confianza en Dios para creer su palabra, para reconocer su amor, para buscar y recibir la salvación que nos ofrece.
Igual que en las relaciones humanas nos puede entrar la duda y la desconfianza, también en este ámbito sobrenatural nos sentimos tentados en nuestra fe. Por  una parte tenemos el peligro de hacernos una imagen de Dios a nuestra manera, no tal como El se nos ha rebelado, pero también surgen los peligros de tentación a la infidelidad desde nuestra inclinación al mal que muchas veces nos hace olvidar los caminos de Dios para nuestra vida. Se nos puede debilitar nuestra fe si no la cuidamos bien y no nos formamos debidamente.
Hemos de tratar de abrir nuestro corazón a Dios y dejarnos guiar por su Espíritu que nos ilumina y nos revela todo el misterio de Dios, que nos fortalece frente a tantas tentaciones que podamos sufrir en un mundo que muchas veces no nos facilita la vivencia de nuestra fe, sino que todo lo contrario se nos puede convertir en una tentación para apartarnos de ese camino de la fe. ‘Cuando venga el Paráclito, que os enviaré desde el Padre, el Espíritu de la Verdad, que procede del Padre, El dará testimonio de mi; y también vosotros daréis testimonio, porque desde el principio estáis conmigo’.
Está también esa oposición que podamos encontrar en nuestro mundo a esa vivencia, oposición que muchas veces se puede convertir hasta en persecución. Jesús les anuncia que los excomulgarán de las sinagogas - recordemos como expulsaron de la sinagoga al ciego de nacimiento que Jesús había curado en las calles de Jerusalén porque daba testimonio de Jesús - y nos dice aún más, ‘llegará incluso una hora cuando el que os dé muerte, pensará que da culto a Dios’. Ya hemos hablado y reflexionado de todas las persecuciones que a lo largo de los tiempos los cristianos han padecido de una forma o de otra por el nombre de Jesús.
Pero Jesús quiere que no se tambalee nuestra fe, que nos mantengamos firmes; para eso nos da la fuerza del Espíritu Santo, para que podamos dar su testimonio. En estas semanas previas a Pentecostés pidamos con toda insistencia al Señor que nos conceda el don del Espíritu Santo.

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