Aunque muchos sean los agobios y tristezas el Señor siempre nos llevará a una alegría y felicidad en plenitud
Hechos, 18, 1-8; Sal.
97; Jn. 16, 16-20
El que está con Jesús nunca podrá dejar que la angustia
y la tristeza lo encierren en si mismo porque sabrá transformar sus penas y
preocupaciones en rayos de luz que le llenen de esperanza porque sabe que tras
ese sufrimiento siempre hay un camino de vida que le puede llevar a la
plenitud.
El cristiano que verdaderamente vive su fe en Jesús
nunca podrá ser una persona angustiada, siempre tendrá motivos de esperanza y
sabrá encontrar un sentido también a sus dolores y sufrimientos para darle
plenitud y grandeza a su vida. Por eso en el cristiano no puede faltar la
alegría y la paz en el corazón, porque sabe que siempre tiene a Cristo consigo.
Será difícil en ocasiones, pero siempre es posible esa vida nueva y ese sentido
nuevo porque con él estará siempre el Espíritu de Jesús.
Lo que hemos escuchado hoy en el evangelio fue
dialogado entre Jesús y los discípulos momentos antes de comenzar su pasión. No
les oculta Jesús que van a venir momentos difíciles y también llenos de
tristeza. El prendimiento y la pasión de Jesús pusieron a prueba la fe de sus
discípulos. Pero ya hemos escuchado que cuando se encontraron con Jesús
resucitado que venía a su encuentro en el Cenáculo se llenaron de inmensa
alegría, una alegría que enseguida querían compartir con quien no estaba con
ellos en ese momento, por eso vemos tan pronto llega el ausente Tomás le están
anunciando llenos de gozo que Jesús ha resucitado y se les había aparecido. En
este sentido recordemos también a los discípulos de Emaús.
‘Dejaréis de verme…
pero pronto me volveréis a ver… lloraréis y gemiréis, mientras el mundo está
satisfecho… estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en gozo’. Los prepara Jesús para todo lo que
va a suceder, pero han de pasar por la prueba. Después de Cristo resucitado y
cuando se cumpla su promesa y reciban el Espíritu Santo sus vidas se
transformarán y las puertas del cenáculo se abrirán para siempre para salir
valientemente y llenos de alegria a hacer el anuncio.
En muchas ocasiones parece que los cristianos no hemos
puesto de verdad toda nuestra fe en Jesús, porque caminamos por la vida como si
fuéramos amargados y no se nota mucho la
alegría de la fe. Los problemas y las dificultades nos agobian y pareciera que
hayamos perdido la paz de Jesús. No nos dice Jesús que nos quite los problemas
de la vida, aunque pareciera que ese milagro es el que quisieramos ver todos
los días sobre todo cuando tenemos problemas.
Lo que tenemos que aprender es a sentir la presencia de
Jesús que siempre está a nuestro lado y El será nuestra fuerza para
enfrentarnos a esos problemas que nos vayamos encontrando y en El, si
contemplamos con verdaderos ojos de fe su pasión, vamos a encontrar un sentido
y un valor a nuestros sufrimientos. No nos faltará, por supuesto, la fuerza de
su gracia, que para eso nos ha prometido la presencia del Espíritu que es
nuestra fortaleza. Y es así cómo hemos de saber sentir, experimentar su paz en
nuestro corazón.
Con nuestra
perseverancia salvaremos nuestras almas, nos dirá en otro momento del Evangelio; pues bien, es
esa perseverancia en la confianza y en la oración la que hemos de mantener,
pidiendole al Señor que no nos falta esapaz en nuestro corazón. Miremos a su
resurrección que es su victoria sobre la muerte y sobre el mal; miremos a su
resurrección para aprender a resucitar con El y la victoria de la fe nos hará
ver la vida de una manera distinta; en nuestra vida a pesar de las oscuridades
de los problemas y dificultades siempre hemos de tener el optimismo de quien
cree y pone su esperanza en el Señor.
No perdamos nunca la paz en el corazón. Mostremos, aun
en las dificultades, la alegría de nuestra fe. El Señor siempre nos llevará a
una alegría y felicidad en plenitud, porque aunque tengamos que pasar por
muchos calvarios en la vida, siempre estará abierta la puerta de la
resurrección.
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