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sábado, 17 de mayo de 2014

El que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aun mayores

El que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aun mayores

Hechos, 13, 44-52; Sal. 97; Jn. 14, 7-14

 Ayer decíamos que las palabras de Jesús en la última cena que vamos escuchando no solo tienen aires de despedida, sino también de anuncio de una nueva presencia de Jesús junto a nosotros. No solo nos decía que iba a prepararnos sitio para que donde estuviera El estuviéramos nosotros también, sino que además nos aseguraba su presencia permanente junto a nosotros si vivimos unidos a El en el amor y en la gracia divina. Importante esa unión que por la fe podemos y tenemos que vivir con Cristo. Aunque aun no nos ha hablado de su Espíritu, lo escucharemos más adelante, ya se vislumbra por las palabras de Jesús esa unión mística y profunda que podemos vivir con El por la fuerza de su Espíritu.


Sigue hablándonos Jesús del Padre al que podemos conocer si lo conocemos a El. ‘Quien me ha visto a mi ha visto al Padre’, nos dice.  Y así como el Padre y El son uno - ya lo hemos escuchado en otros momentos - y las obras que realiza Jesús son las obras del Padre, así si nosotros permanecemos unidos a El podemos realizar también sus obras. Será la misión que nos confía. ‘Os lo aseguro, nos dice, el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aun mayores’.


Como decimos es la misión que nos confía. Es la tarea de la Iglesia y es la tarea de todo cristiano. ¿Cuáles son las obras que Jesús realiza? Las obras del amor. ‘Pasó haciendo el bien’. Así lo contemplamos en el Evangelio. Si nos unimos a Cristo nos estaremos llenando de su amor; si por la fe vivimos la vida de Cristo nos estamos haciendo uno con El y tendríamos que decir que habrían de brotar las obras del amor de nosotros casi de forma espontánea, porque es Cristo que está actuando en nosotros.


Pasar haciendo el bien, no es simplemente vivir como todos viven o hacer las cosas que todos hacen; es mucho más, porque es el amor el que va guiando nuestra vida y cuando hay amor de verdad en nosotros no podemos ser de ninguna manera insensibles a las necesidades o al sufrimiento de los que están a nuestro lado. Es lo que vemos hacer a Jesús, y curaba a los enfermos, y despertaba esperanza en los corazones de los que lo rodean, y los invitaba a vivir en una vida nueva en un estilo nuevo. Es lo que nuestra vida llena de amor tendría que ir provocando en aquellos que están a nuestro lado.


Lo contemplamos en tantos a nuestro alrededor que viven entregados por los demás, en tantos que siempre están en una actitud de servicio, en tantos que comparten lo que son y lo que tienen con los que están a su lado. Es lo que contemplamos en las obras de la Iglesia a través de tantos servicios como se van realizando en medio de nuestro mundo; es lo que contemplamos en los diferentes carismas que van surgiendo en tantas personas que se han consagrado al Señor pero para vivir al servicio de los demás, de los enfermos, de los ancianos, de los pobres, de tantas y tantas obras que múltiples congregaciones religiosas, múltiples grupos de inspiración cristiana van realizando al servicio de la comunidad.


Pero nos dice algo más hoy el Señor. Por una parte la necesidad de la oración de lo que todos hemos de estar convencidos, porque no podremos realizar la obra de Cristo sin la oración, sin nuestra unión con Cristo por la oración para  alcanzar la gracia del Señor que nos dé fortaleza; pero es también la seguridad que nos da el Señor que cuando oramos en su nombre siempre vamos a ser escuchados y se realizará todo lo bueno que deseamos y tendremos siempre la ayuda y la gracia del Señor.


‘Yo me voy al Padre, nos dice; y lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si pedís algo en mi nombre, yo lo haré’. Cómo siempre tenemos que hacer nuestra oración en el nombre de Jesús. Fijémonos como es la oración de la liturgia de la Iglesia ‘por Jesucristo, nuestro Señor’.


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