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jueves, 6 de febrero de 2014



Somos enviados a sanar los corazones desgarrados poniendo el bálsamo y el ungüento de nuestro amor

1Reyes, 2, 1-4.10-12; Sal. 1Cro. 29, 10-12; Mc. 6, 7-13
‘Salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban’. Jesús había escogido a los Doce y los envió con su misma misión. ‘Los fue enviando de dos en dos’, nos dice el evangelista.
¿Cuál era la misión de Jesús? ¿Qué es lo que le hemos visto hacer? Anunciar el Reino de Dios que llegaba. Fue su primer anuncio y luego fue dándonos las señales de cómo se hacía presente ese Reino de Dios. Primero era la conversión del corazón. Había que darle la vuelta al corazón, a la vida, que eso significaba la conversión. Si creemos en ese Reino nuevo que Jesús anuncia significa que tenemos que cambiar. Es algo nuevo, es una nueva forma de vivir. Fue su palabra y ahora era la palabra de los enviados, la palabra de los apóstoles.
Pero si el Reino de Dios se iba manifestando el mal tenía que desaparecer. Si decimos que Dios es nuestro Rey, nuestro único Señor, no podemos adorar a dos dioses, luego el mal tenemos que quitarlo de nuestra vida. Y eso se va manifestando en señales que hemos de dar. No podemos dejarnos dominar por el maligno; no podemos sucumbir ante la tentación; ese mal tenemos que arrancarlo de nuestra vida. Son las señales que se van manifestando en los milagros que va haciendo. Nos habla, y lo hemos visto en páginas anteriores del evangelio, de cómo expulsaba a los demonios, a los espíritus malignos. Es el poder que ahora les da a sus enviados, a los apóstoles.
Pero las señales del Reino de Dios hemos de manifestarlas en lo bueno que hagamos, en el amor con que amemos. Más tarde le escucharemos que nos dirá que el amor es nuestro distintivo y que ése es su único mandamiento. Ahora le vemos hacer las señales del amor cuando cura a los enfermos, los libera del mal de sus enfermedades. Y es lo que les manda hacer también a sus enviados. Por eso ahora nos dice el evangelista que ‘ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban’.
Y todo eso se va a realizar no desde ningún poder humano, sino desde la gracia del Señor. Por eso lo envía desprendidos de todo. No son los apoyos humanos los que van a realizar el anuncio del Reino de Dios. Es la fuerza de la gracia. Por eso les dirá ‘que llevaran para el camino un bastón y nada más, ni pan en la alforja ni dinero suelto en el bolsillo; que llevasen sandalias para el camino, pero no una túnica de repuesto’. Han de ir con la riqueza de la generosidad del corazón, con su desprendimiento; y han de ser acogidos allá donde encuentren igualmente corazones generosos. ‘Quedaos en la casa donde entréis hasta que os vayáis de aquel sitio’, les dice. Es un mundo nuevo, con un estilo nuevo, el que se va creando en torno a Jesús.
¿Daremos nosotros esas señales del Reino de Dios que se hace presente, que tiene que hacerse presente y realidad en nuestra vida? Hemos de darlas por una parte como respuesta de que escuchamos la Palabra del Señor y convertimos nuestro corazón a El. Entonces si  respondemos queriendo vivir en verdad el Reino de Dios el mal ha de desaparecer de nuestro corazón.  Ha de brillar en nosotros una vida santa, una vida lejos del pecado, que hemos arrancado totalmente de nuestra vida. Y ha de brillar entonces en nosotros el amor. Y nuestro amor a los demás tendrá que llevarnos siempre a curar todo sufrimiento del corazón del hermano. Cuánto podemos hacer con nuestro amor.
Pero además hemos de dar señales de ese Reino de Dios porque nosotros somos también enviados. También nosotros tenemos que hacer anuncio del nombre de Jesús en quien está la salvación; también nosotros con nuestra palabra y con nuestra vida tenemos que anunciar el Reino de Dios. También somos enviados a curar, a sanar los corazones desgarrados de cuantos sufren a nuestro lado poniendo el bálsamo y el ungüento de nuestro amor. Y si amamos de verdad nunca haremos sufrir a nadie, siempre tenemos que ser el buen samaritano que cure las heridas de los que vamos encontrando en el camino. Cuánto podemos y tenemos que hacer con nuestro amor.

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