Anuncia los tuyos lo que el Señor ha hecho contigo
2Sam. 15, 13-14.30; 16, 5-13; Sal. 3; Mc. 5, 1-20
‘Vete a tu casa con
los tuyos y anúnciales lo que el Señor
ha hecho contigo’.
Aquel hombre al verse liberado del mal se quería ir con Jesús. No lo deja. Para
él tiene otra misión. ‘Vete con los
tuyos…’
Atravesando el lago habían llegado a la región de los Gerasenos.
Aquella era propiamente una tierra de paganos; era la región limítrofe con
Palestina, cerca de la llamada región de la Decápolis que eran realmente unas
ciudades paganas. Hay un hombre poseído por un espíritu inmundo, muy violento
tal como nos lo describe el evangelista; producía realmente terror a aquellas
gentes por sus reacciones.
Los espíritus poseídos por el mal reconocen a Jesús y
se enfrentan con El. Escuchamos el diálogo que sostiene con Jesús en que le da
su nombre, Legión, porque eran muchos. Jesús expulsa aquellos espíritus
malignos del alma de aquel hombre, que se metieron en los cerdos que acantilado
abajo se arrojaron al lago. Los porquerizos llevan la noticia a las gentes del
lugar y al venir y ver aquel hombre que ha sido curado, sin embargo le piden a
Jesús que se vaya a otro lugar. Muchas consideraciones podríamos hacernos en
este aspecto. Tampoco creen en Jesús y no aceptan que Jesús les anuncie la
Buena Noticia.
Es cuando, al embarcarse Jesús de nuevo para regresar,
el hombre curado le pide irse con Jesús, a lo que ya hemos escuchado la
respuesta de Jesús. ‘Vete a tu casa con
los tuyos y anúnciales lo que el Señor
ha hecho contigo’. Si aquella gente no había querido aceptar la Buena Nueva
que Jesús quería anunciarles, Jesús le confía aquella tarea al hombre que había
curado. ‘Anúnciales lo que el Señor ha
hecho contigo’. De alguna manera podríamos decir era una forma de agradecimiento
y de respuesta a lo que el Señor había hecho con él.
Ojalá nosotros supiéramos captar este mensaje de Jesús.
Cuántos dones y gracias recibimos del Señor continuamente. Pero, ¿seremos
capaces de contar a los demás las maravillas que hace el Señor con nosotros?
Quizá hasta nos puede suceder que estamos muy pronto para pedirle al Señor que
nos ayude en medio de nuestros problemas, nuestras necesidades y, aún cuando
sentimos palpable en nuestra vida esa ayuda y esa gracia del Señor, sin embargo
algunas veces ni le damos gracias. Cuántas veces nos habrá pasado.
Es necesario saber reconocer esa gracia del Señor,
reconocer esas maravillas que el Señor obra en nosotros cuando pone paz en
nuestro corazón, cuando nos da fuerzas para seguir luchando frente a las
dificultades que vamos encontrando en nuestra vida, cuando vemos palpable que
aquello que le hemos pedido al Señor se ha ido realizando en nosotros.
Recordemos la queja de Jesús cuando lo de los diez leprosos. Solo uno había
vuelto hasta Jesús para reconocer que el Señor lo había curado y se postró ante
él. Jesús se preguntará ‘¿No eran diez
los leprosos? ¿los otros nueve donde están?’
Primero ese reconocimiento y acción de gracias; pero
está también el compartir con los demás esas maravillas que Dios obra en
nosotros. Eso es también evangelizar, anunciar la buena noticia de las
maravillas de Dios, no como algo teórico que sabemos porque alguien nos haya
dicho que sea así, sino porque quienes hemos experimentado en nosotros esas
gracias del Señor las contamos de primera mano a los demás.
Estamos haciendo el anuncio de la Buena Nueva de la
Salvación que se ha obrado en nosotros. No hablamos en teoría sino que hablamos
desde la experiencia de lo que hemos vivido; estamos siendo en verdad unos
testigos que damos testimonio de las obras del Señor. Es una forma de dar
gloria al Señor. Como María también hemos de reconocer ‘el Señor ha hecho en mí maravillas’.
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