La Sabiduría del Evangelio que nos conduce por caminos de plenitud
Eclesiástico, 15, 16-21;
Sal.118; 1Cor. 2, 6-10; Mt. 5, 17-37
‘Si quieres, guardarás
los mandatos del Señor, porque es prudencia cumplir su voluntad…’ nos comienza diciendo el sabio del
Antiguo Testamento. ‘Es inmensa la
sabiduría del Señor, es grande su poder y lo ve todo’, sigue diciéndonos.
‘Si quieres…’, nos dice. Y pone delante como dos
caminos donde hemos de escoger. ‘Ante ti
estás puestos fuego y agua… delante del hombre están muerte y vida’. ¿Qué
es lo que escogemos? ¿cuál es o ha sido el camino de nuestra vida?
Quienes hemos descubierto ‘esa sabiduría divina, misteriosa, escondida, predestinada por Dios
antes de los siglos de nuestra gloria’, de
la que nos habla el apóstol san Pablo, porque hemos descubierto a
Jesucristo, verdadera Sabiduría de Dios, Palabra y Revelación de Dios para
nuestra salvación, tendríamos que decir que ya la elección la tenemos hecha,
porque al optar por Jesús, como es nuestra fe, hemos optado por el camino de la
vida. Por eso nos llamamos cristianos, discípulos de Jesús y en su nombre hemos
sido bautizados para comenzar a vivir una vida nueva. Pero, en la realidad de
la vida de cada día ¿lo vivimos así?
Reconocemos la debilidad de nuestra elección, la vida tan
llena de imperfecciones y de infidelidades y pecados que vivimos, cuando en
realidad tendríamos que vivir una vida santa si en verdad nos llamamos
seguidores de Jesús y queremos vivir el estilo y el sentido de su evangelio. No
estamos totalmente impregnados del espíritu del Evangelio, del espíritu de las
bienaventuranzas y caminamos llenos de imperfecciones cuando tendríamos que ser
santos y perfectos como nuestro Padre del cielo, tal como nos enseña Jesús. Pero
hemos de reconocer que nuestra vida está llena de mediocridades.
Muchas veces habremos oído decir a más de una persona o
quizá nosotros mismos lo hayamos pensado o incluso hasta expresado aquello de ‘yo no mato ni robo, yo no tengo pecado’. Yo
me pregunto si un cristiano, seguidor de Jesús y de su evangelio puede llegar a
decir una cosa así. Quien dice o piensa cosas semejantes, ¿habrá leído o
escuchado con verdadera atención el pasaje del Evangelio que hoy se nos ha
proclamado?
Yo no mato ni robo y ya pensamos que con eso somos
buenos. ‘Si no sois mejores que los
escribas y fariseos, nos dice hoy Jesús en el evangelio, no entraréis en el
Reino de los cielos’. Y ellos eran ‘buenos’
podríamos decir porque eran muy cumplidores. Pero eso no basta para decir que
somos discípulos de Jesús. Pero es que además un cristiano, seguidor de Jesús y
que quiere vivir según el espíritu del evangelio no se puede contentar con
decir que es bueno porque no hace esas cosas, sino que tiene que ir a más, a
darle una profundidad mayor a lo que hace o lo que vive.
Hemos escuchado lo que nos ha dicho hoy Jesús en el
evangelio. Matar es mucho más que quitar la vida de una forma violenta, porque
hay otras violencias más sutiles con las que podemos mermar la vida o la
dignidad de los demás. Es que hemos de evitar todo lo que de una forma u otra
pueda dañar a la persona en su dignidad.
Por eso nos dice que ya no es solo el que no digamos mal del otro o insultemos
al otro, sino que además nuestro camino es buscar siempre la paz y la
reconciliación, el reencuentro, la armonía plena con aquellos con los que
convivimos cada día. La reconciliación y el perdón son caminos fundamentales
por los que hemos de saber caminar siempre, y bien sabemos cuánto nos cuesta.
Pero más aún, Jesús lo que nos viene a decir es que
tenemos que amar para dar siempre vida y defender la vida. Y cuando no sabemos
ser solidarios de verdad con el hermano que sufre, sea por lo que sea, y no
somos capaces de compartir con él no solo lo que tenemos sino lo que somos no
estamos dando vida, sino más bien, estamos mermando su vida. La indiferencia y
la pasividad de los que nos creemos buenos es mucho peor en muchas ocasiones
que la misma injusticia y crueldad con que puedan actuar los malos. Esa
indiferencia y pasividad con que muchas veces nos comportamos es una tremenda
incongruencia con la que nos manifestamos muchos que nos creemos buenos y hasta
religiosos.
Así nos va desgranando Jesús en el sermón del monte lo
que tiene que ser el sentido de vida de los que le seguimos y queremos vivir el
Reino de Dios. Quiere Jesús para nosotros una vida en plenitud en todas las
facetas de la vida. ‘No ha venido a
abolir, sino a dar plenitud’. Es la plenitud del amor matrimonial en el
camino de la fidelidad, pero en el camino del respeto a la persona, para no
manipularla o utilizarla como si fuera un objeto de deseo y de posesión.
Será la rectitud con que hemos de vivir en todo momento
alejando de nosotros todo lo que nos pueda conducir al pecado y a la muerte.
Emplea Jesús unos ejemplos que nos suenan fuertes en su literalidad - lo de
sacarte un ojo o cortarte una mano que te puede hacer caer o llevar por el
camino del mal - pero con los que nos quiere expresar cómo no podemos hacer
componendas nunca con el pecado porque nuestra vida ha de ser siempre para
Dios, para darle gloria a Dios en todo aquello que hacemos. Entonces todo
aquello que nos pueda alejar de ese camino de Dios hemos de arrancarlo de
nuestra vida, de nuestra manera de vivir para vivir en esa santidad de vida de
un hijo de Dios.
Finalmente nos hablará del respeto al santo nombre de
Dios. Santificado sea tu nombre, nos enseñó a proclamar en nuestra oración,
porque siempre hemos de saber bendecir y alabar a Dios. Hace una referencia al
juramento que nunca puede ser ni en vano ni con mentira o falsedad, pero que nos
está enseñando con qué honor y respeto tendríamos que usar el santo nombre de
Dios.
El judío no mencionaba el nombre de Dios haciendo unos
circunloquios para no nombrarlo aunque se estuviera haciendo referencia a El.
Nosotros, en el lenguaje moderno tantas veces irrespetuoso, hemos caído en todo
lo contrario porque desgraciadamente la blasfemia y la irreverencia al nombre
de Dios y a todo lo sagrado es algo que se ha introducido demasiado en el
lenguaje usual de los que nos rodean, algunas veces incluso de forma
inconsciente dejándose llevar por el lenguaje de los demás. Creo que un
cristiano es algo que tendría que cuidar mucho y manifestar también nuestra
repulsa a tanta irreverencia de muchos a nuestro alrededor.
Seguir a Jesús no es dejarnos arrastrar por un camino
de mediocridad donde nos contentemos con ser aparentemente buenos porque seamos
cumplidores de la letra de la ley del Señor. El camino de Jesús es una camino
que nos lleva a la plenitud y que cada día nos hace mirar más alto, porque no se
trata solo de realizar algunos actos con los que de alguna forma queramos
contentar a Dios, sino que se trata de actitudes profundas de las que hemos de
impregnar nuestra vida, desde el sentido del evangelio, de la buena nueva que
Jesús nos enseña con las bienaventuranzas en el Sermón del Monte.
La vida del cristiano tiene que ser una vida en
continuo crecimiento como tiene que ser toda vida. San Vicente Paul decía que
no puedes conformarte con lo que has hecho sino que siempre podemos hacer más.
Es el camino que han seguido todos los santos, que nunca se dejaron dominar por
la mediocridad. Y cuando más santo, más insatisfecho se siente, porque se dará
cuenta de la imperfección con que aún vivimos o realizamos las cosas buenas que
hacemos y siempre queremos, ansiamos hacerlas mejor.
Son las exigencias del amor; las exigencias que
brotarán casi espontáneas de nuestro corazón cuando nos sentimos amados de Dios
y queremos responderle cada día con un amor mayor.
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