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martes, 18 de febrero de 2014

Busquemos la levadura de Cristo que llene de sentido nuestra vida



Busquemos la levadura de Cristo que llene de sentido nuestra vida

Sant. 1, 12-18; Sal. 93; Mc. 8, 14-21
Tened cuidado con la levadura de los fariseos y la de Herodes’, le dijo Jesús mientras iban en la barca hacia la otra orilla. Pero los discípulos no entendieron lo que Jesús quería decirles. Se habían olvidado de llevar pan y ‘no tenían más que un pan en la barca’ y ya estaban pensando que era a eso lo que Jesús se refería.
‘¿No acabáis de entender? ¿Tan torpes sois?’  Y les recuerda que no tenían pan en el descampado cuando estaba aquella multitud con ellos desde hacía ya días y no hizo falta por El pudo darles milagrosamente de comer a todos a partir de los pocos panes y peces que tenían. Jesús quería decirles algo más. ‘¿Para qué os sirven los ojos si no veis  y los oídos si no oís?’ ¿Qué les quiere decir Jesús?
Ya sabemos para que sirve la levadura; mezclada con la harina hará fermentar la masa para que el pan sea más pan y pueda tener su apropiado sabor. ¿Querrá Jesús ir por ahí con su comentario? ¿Dónde encontramos el verdadero sabor y sentido de nuestra vida? ¿Cuál sería la levadura que en verdad diera saber a nuestra vida y a nuestra existencia?
Todos entendemos muy bien que si nos llamamos cristianos es porque el sentido de nuestra vida lo tenemos en Jesús. Al Evangelio acudimos porque ahí queremos encontrar, ahí encontraremos con toda seguridad esa luz que guíe nuestra vida, que nos da el sentido de nuestra existencia; por eso nos llamamos cristianos.
Jesús estaba anunciando la Buena Noticia del Reino de Dios y en Jesús es donde encontramos nuestra salvación y nuestra vida. Pero ya vamos viendo en el evangelio que no todos aceptan su mensaje. Por allá andan los fariseos con sus reglamentaciones y con sus puritanismos muy lejanos de la Buena Nueva que Jesús nos anunciaba para salvación de nuestra vida. Y los fariseos tenían su manera muy peculiar de influir en la mentalidad y en el actuar de las gentes, porque además se manifestaban con un cierto poder en medio del pueblo.
Y Jesús lo que quiere es prevenirlos para que no se dejen influir, que sea el Evangelio, la Buena Nueva de Salvación que El estaba anunciando lo que de verdad tenía que dar sentido a sus vidas. Es una nueva levadura, no la levadura vieja y corrompida de los fariseos o la levadura de la maldad de Herodes la que tenía que influir en ellos. ‘Tened cuidado con la levadura de los fariseos y la de Herodes’, les dice.
Pero  nosotros escuchamos el Evangelio hoy y no serán quizá los fariseos los que nos podrían corromper con su vieja levadura, pero sí tenemos que cuidarnos también de que otras levaduras influyan en nuestra vida y nos alejen de los caminos del evangelio. Muchas cosas, muchas maneras de pensar y de actuar, en el estilo del mundo, pueden influir sutilmente en nosotros.
Que no nos corrompa la levadura del relativismo que invade nuestro mundo, donde quiere parecer que todo es igual de bueno y nos puede hacer caer por esa pendiente donde parece que todo está permitido, ese permisivismo moral donde todo se nos quiere presentar como bueno y nos llena de confusión; esa pendiente de falsas religiosidades que a la larga van introduciendo en nuevo paganismo lleno de supersticiones en nuestra sociedad; esa pendiente de la indiferencia, de la tibieza y frialdad que va corroyéndonos por dentro y alejándonos de la verdad de Jesús y de su evangelio.
Nos encontramos por otra parte que se dice que cada uno tiene sus ideas y que todas se han de respetar, pero sin embargo cuando la Iglesia, o cuando nosotros los cristianos queremos presentar nuestro sentido de la vida desde el sentido de Cristo y del Evangelio, ya no nos dejan hablar, ya nos dicen que eso son anacronismos o somos unos anticuados, y quizá nos llenamos de miedo y nos dejamos arrastrar desde nuestra cobardía por esas influencias mundanas.
Así podríamos seguir pensando en esas levaduras - y son muchas las cosas y las ideas que pueden influir en nosotros que en el breve espacio de una homilía no podemos tratar de forma más exhaustiva - de las que nos tenemos que cuidar porque realmente nos van a amargar el pan de nuestra vida y podemos perder el sentido de Jesús y de su evangelio.
¿Qué podemos o tenemos que hacer? Tenemos que crecer cada día más y más en nuestra fe, en el conocimiento de Jesús y de su evangelio, formando debidamente nuestra conciencia. Sería un compromiso muy fundamental, esencial para mantener íntegra nuestra fe. Pero ya sabemos que por medio está esa levadura que nos hace creer que todo ya nos lo sabemos y que no necesitamos que nadie nos enseñe ni nos forme, una mala levadura que se nos puede meter en el alma.
Busquemos de verdad a Jesus que es quien de verdad va a dar sabor y sentido a nuestra vida.

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