Busquemos la levadura de Cristo que llene de sentido nuestra vida
Sant. 1, 12-18; Sal.
93; Mc. 8, 14-21
‘Tened cuidado
con la levadura de los fariseos y la de Herodes’, le dijo Jesús mientras
iban en la barca hacia la otra orilla. Pero los discípulos no entendieron lo
que Jesús quería decirles. Se habían olvidado de llevar pan y ‘no tenían más que un pan en la barca’ y
ya estaban pensando que era a eso lo que Jesús se refería.
‘¿No acabáis de
entender? ¿Tan torpes sois?’ Y les recuerda que no tenían pan en el
descampado cuando estaba aquella multitud con ellos desde hacía ya días y no
hizo falta por El pudo darles milagrosamente de comer a todos a partir de los
pocos panes y peces que tenían. Jesús quería decirles algo más. ‘¿Para qué os sirven los ojos si no
veis y los oídos si no oís?’ ¿Qué
les quiere decir Jesús?
Ya sabemos para que sirve la levadura; mezclada con la
harina hará fermentar la masa para que el pan sea más pan y pueda tener su
apropiado sabor. ¿Querrá Jesús ir por ahí con su comentario? ¿Dónde encontramos
el verdadero sabor y sentido de nuestra vida? ¿Cuál sería la levadura que en
verdad diera saber a nuestra vida y a nuestra existencia?
Todos entendemos muy bien que si nos llamamos
cristianos es porque el sentido de nuestra vida lo tenemos en Jesús. Al
Evangelio acudimos porque ahí queremos encontrar, ahí encontraremos con toda
seguridad esa luz que guíe nuestra vida, que nos da el sentido de nuestra
existencia; por eso nos llamamos cristianos.
Jesús estaba anunciando la Buena Noticia del Reino de
Dios y en Jesús es donde encontramos nuestra salvación y nuestra vida. Pero ya
vamos viendo en el evangelio que no todos aceptan su mensaje. Por allá andan
los fariseos con sus reglamentaciones y con sus puritanismos muy lejanos de la
Buena Nueva que Jesús nos anunciaba para salvación de nuestra vida. Y los
fariseos tenían su manera muy peculiar de influir en la mentalidad y en el
actuar de las gentes, porque además se manifestaban con un cierto poder en
medio del pueblo.
Y Jesús lo que quiere es prevenirlos para que no se
dejen influir, que sea el Evangelio, la Buena Nueva de Salvación que El estaba
anunciando lo que de verdad tenía que dar sentido a sus vidas. Es una nueva
levadura, no la levadura vieja y corrompida de los fariseos o la levadura de la
maldad de Herodes la que tenía que influir en ellos. ‘Tened cuidado con la levadura de los fariseos y la de Herodes’,
les dice.
Pero nosotros
escuchamos el Evangelio hoy y no serán quizá los fariseos los que nos podrían
corromper con su vieja levadura, pero sí tenemos que cuidarnos también de que
otras levaduras influyan en nuestra vida y nos alejen de los caminos del
evangelio. Muchas cosas, muchas maneras de pensar y de actuar, en el estilo del
mundo, pueden influir sutilmente en nosotros.
Que no nos corrompa la levadura del relativismo que
invade nuestro mundo, donde quiere parecer que todo es igual de bueno y nos
puede hacer caer por esa pendiente donde parece que todo está permitido, ese
permisivismo moral donde todo se nos quiere presentar como bueno y nos llena de
confusión; esa pendiente de falsas religiosidades que a la larga van
introduciendo en nuevo paganismo lleno de supersticiones en nuestra sociedad;
esa pendiente de la indiferencia, de la tibieza y frialdad que va corroyéndonos
por dentro y alejándonos de la verdad de Jesús y de su evangelio.
Nos encontramos por otra parte que se dice que cada uno
tiene sus ideas y que todas se han de respetar, pero sin embargo cuando la
Iglesia, o cuando nosotros los cristianos queremos presentar nuestro sentido de
la vida desde el sentido de Cristo y del Evangelio, ya no nos dejan hablar, ya
nos dicen que eso son anacronismos o somos unos anticuados, y quizá nos
llenamos de miedo y nos dejamos arrastrar desde nuestra cobardía por esas
influencias mundanas.
Así podríamos seguir pensando en esas levaduras - y son
muchas las cosas y las ideas que pueden influir en nosotros que en el breve
espacio de una homilía no podemos tratar de forma más exhaustiva - de las que
nos tenemos que cuidar porque realmente nos van a amargar el pan de nuestra
vida y podemos perder el sentido de Jesús y de su evangelio.
¿Qué podemos o tenemos que hacer? Tenemos que crecer
cada día más y más en nuestra fe, en el conocimiento de Jesús y de su evangelio,
formando debidamente nuestra conciencia. Sería un compromiso muy fundamental,
esencial para mantener íntegra nuestra fe. Pero ya sabemos que por medio está
esa levadura que nos hace creer que todo ya nos lo sabemos y que no necesitamos
que nadie nos enseñe ni nos forme, una mala levadura que se nos puede meter en el alma.
Busquemos de verdad a Jesus que es quien de verdad va a dar sabor y sentido a nuestra vida.
Busquemos de verdad a Jesus que es quien de verdad va a dar sabor y sentido a nuestra vida.
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