Dejémonos llevar de la mano de quien nos conduce hasta la luz para llevar también nosotros a otros hasta Jesús
Sant. 1. 19-27; Sal. 14; Mc. 8, 22-26
El encontrar la luz de Jesús es un camino que hemos de
saber recorrer y en el que el mismo Espíritu de Jesús nos acompaña. Creo que es
el mensaje que nos quiere dar la Palabra de Dios que se nos ha proclamado en
este evangelio.
‘Jesús y sus
discípulos llegaron a Betsaida y le trajeron un ciego pidiéndole que lo
tocase’. Sabemos
que Betsaida era la patria de Simón y Andrés, por lo que se nos dice en otro
lugar del evangelio, aunque ahora estuvieran establecidos en Cafarnaún.
Betsaida estaba a cierta distancia de Cafarnaún, y en las cercanías por donde
desembocaba en el lago de Tiberíades o Mar de Galilea la parte del río Jordán
que provenía de sus nacientes más al norte.
Le traen a Jesús un hombre envuelto en las tinieblas de
su ceguera. Vienen con fe en Jesús. ‘Le
pedían que lo tocase’ y así quedaría sanado, recobraría la luz de sus ojos.
Pero bien sabemos que los milagros que obra Jesús, movido por la fe de quienes
se acercan a El y también para mover nuestros corazones a la fe, son signos
claros de la salvación más profunda que Jesús quiere ofrecernos. El hacer
recobrar la luz para aquellos ojos ciegos es una buena imagen de cómo en Jesús
encontramos esa luz que ilumina de verdad nuestra vida, porque son muchas las
cosas que nos oscurecen, no los ojos de la cara, sino los ojos del alma.
Va a haber un encuentro y una relación muy personal de
Jesús con aquel hombre ciego al que va a hacerle recobrar la vista. ‘Lo sacó de la aldea, llevándolo de la mano’,
nos dice el evangelista con todo detalle. Era un hombre ciego al que había que
ayudar a caminar. Hasta Jesús había venido de la mano de aquellos que pedían su
curación, como también el mismo lo deseara. Ahora es Jesús el que lo lleva de
la mano hasta un lugar apartado fuera de la aldea, fuera en este caso de la
vista de los demás, y le unta los ojos, le impone las manos mientras aquel
hombre va recobrando poco a poco la vista. Al final aquel hombre estará
totalmente curado y verá todo con claridad.
Siempre habrá alguien que nos ha ayudado a lo largo de
la vida o ahora ayude a llegar hasta Jesús. Pensemos cuanto hemos recibido de
los demás, empezando por nuestros padres
que fueron los primeros que nos educaron en la fe, pero pensando también
en tantos que de una forma u otra a lo largo de la vida, y quizá ahora también
en esta etapa de la vida que vivimos en estos momentos, han sido y son signo
para nosotros que hayan despertado la fe para que deseáramos acercarnos a
Jesús, han sido y son Palabra viva de Dios a través de sus vidas y de su
testimonio que nos ayudan a conocer y amar
cada día más a Jesús.
Pero el camino no está nunca totalmente hecho, porque
siempre nos quedan oscuridades en nuestra vida y siempre seguiremos necesitando
quien nos ayude a ese encuentro con la luz de Jesús. Hemos de saber tener un
corazón abierto, un corazón sensible para captar esas señales que en fin de
cuentas es Dios quien nos va poniendo a nuestro paso en el camino de la vida.
Hemos de dejarnos conducir; hemos de saber aceptar esa mano que toma la nuestra
y nos ayuda a caminar, porque a la larga es la mano de Dios que nos llama, nos
lleva hasta El.
Creo que hemos de saber ser agradecidos a Dios, primero
que nada, que ha puesto esas señales en el camino a través de todas esas
personas que nos han ayudado y nos ayudan; agradecidos a quienes tienen esa
palabra de luz para nosotros para ayudarnos a encontrar esa luz. Y querer hacer
con toda fidelidad y con toda constancia ese camino; no podemos echarnos atrás,
quedarnos en la cuneta de la vida, porque quizá nos cuesta dar esos pasos y no
encontramos tan pronto como desearíamos esa luz. La luz está ahí y un día
llegará a iluminar totalmente nuestra vida. Sigamos buscándola, sigamos
queriendo encontrarla, sigamos dejándonos guiar, porque llegaremos en verdad
hasta Jesús y su salvación.
Y nos queda finalmente una cosa. También nosotros hemos
de ser señales luminosas para los que están a nuestro lado y puedan llegar
también hasta esa luz de Jesús. También nosotros podemos, es más, tenemos que
tomar de la mano a tantos que están envueltos en esas tinieblas muy cerca de
nosotros, para llevarlos hasta Jesús.
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