El consuelo y la ternura del amor de
Dios que viene con su salvación
Is. 40, 1-11; Sal. 95; Mt. 18, 12-14
Es una palabra de consuelo y de ánimo la que escuchamos
hoy en los textos proclamados de la Palabra del Señor. La Palabra de Dios
siempre tiene la virtud, el poder y la fuerza, de llegar a nuestro corazón
haciéndonos gustar el amor que el Señor nos tiene y siendo luz y alimento para
nuestra vida en cualquiera que sea la circunstancia en que nos
encontremos.
Hoy comienza el profeta invitándonos a esa palabra de
consolación y de esperanza porque nos anuncia cómo llega el Señor con todo su
poder pero derramando sobre nosotros la misericordia y el perdón. ‘Consolad a
mi pueblo… habladle al corazón…’ nos decía el profeta. Es una
palabra que nos hace gustar la ternura de Dios que nos dice que ya está
cancelada nuestra deuda y nuestra culpa, y es el que amor del Señor es así
siempre generoso con nosotros. Pero completando ese anuncio terminará
proponiéndonos una imagen llena de ternura y de cariño cuando se compara con el
pastor que apacienta su rebaño, lo cuida y lo reúne y finalmente le vemos traer
en brazos a los corderos, cuidando al mismo tiempo a las madres.
Es de lo que nos vendrá a hablar Jesús en el Evangelio.
Habla del pastor que tiene cien ovejas y se le pierde una, una sola, y guarda a
las noventa y nueve en el aprisco para ir a buscar a la oveja que se le había
perdido. Y nos habla de la alegría del pastor cuando la encuentra, que lo
voceará y comunicará a los amigos porque ‘hay
más alegría por esa oveja que se le había perdido y ha encontrado que por las
noventa y nueve que no se habían extraviado’. Y termina Jesús hablándonos
de nuestro Padre del cielo: ‘no quiere
que se pierda ni uno de estos pequeños’.
Es la imagen que contemplamos continuamente en Jesús a
lo largo del Evangelio y, si miramos con ojos de fe nuestra vida, reconoceremos
que eso lo hemos experimentado muchas veces en nuestra propia vida. Cómo el
Señor nos busca y nos llama, se vale de muchas cosas, de muchas personas quizá,
de muchas circunstancias para llamar a nuestro corazón cuando nos encerramos en
nuestro pecado y nos alejamos de El. Estamos experimentando continuamente esa
ternura y misericordia del Señor.
Claro que cuando sentimos ese amor de Dios en nuestra
vida que nos busca y nos perdona, que mantiene continuamente su amor sobre
nosotros, nos sentimos obligados a algo. La respuesta nuestra tiene que ser la
del amor, corresponder al amor de Dios con nuestro amor, pequeño y humilde,
pero amor que queremos poner en todo lo que hacemos y en todo lo que vivimos.
Un amor, tras experimentar ese perdón
del Señor, que moverá nuestros corazones a cambiar nuestra vida, nuestras
actitudes, nuestros comportamientos.
Es lo que hoy escuchamos también en la Palabra del
Señor en este camino de Adviento que estamos recorriendo. El profeta nos está
anunciando a aquel que va a venir como Precursor del Mesías a preparar los
caminos del Señor. Continuamente nos irá apareciendo la figura del Bautista
ahora en este tiempo e iremos escuchando su mensaje. Lo hubiéramos escuchado ya
el pasado domingo de no haber celebrado la fiesta de la Inmaculada, pero
seguirá haciéndose presente.
Hoy Isaías nos ha recordado lo que luego escucharemos y
veremos de forma muy concreta en las palabras y en el actuar de Juan allá en el
Jordán. ‘En el desierto preparadle un
camino al Señor, allanad en la estepa una calzada para nuestro Dios…’ Son
los caminos de Dios que viene a nuestra vida trayéndonos su salvación. Caminos
que hemos de enderezar, valles y colinas que hemos de abajar e igualar, porque
llega la gloria del Señor. ‘Llega el
Señor con poder’, como hemos repetido también en el salmo, pero ese poder
del Señor se nos manifiesta en el amor y en la ternura que contemplábamos en el
pastor que lleva en brazos sus corderos como expresaba el profeta, o que va a
buscar la oveja perdida como nos dirá Jesús en el evangelio.
Que nuestra vida se sienta movida al amor y a la
conversión al Señor desde esa ternura de Dios para con nosotros. Hagamos con
sinceridad ese camino de conversión que nos lleve hasta Dios.
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