Preparemos en nuestro corazón una
cuna de amor para el nacimiento de Jesús
Eclesiástico, 48, 1-4.9-11; Sal. 79; Mt. 17, 10-13
En los asuntos que atañen a nuestra fe ni podemos
dejarnos llevar por nuestras imaginaciones, ni simplemente por nuestros deseos
de cómo queremos que sean las cosas. Tenemos que dejarnos sorprender por Dios.
Sus caminos no son nuestros caminos, sino que más bien nosotros tenemos que
hacer que nuestros caminos sigan los suyos, sigan sus huellas.
Los escribas y maestros de la ley en tiempos de Jesús
tenían un pensamiento muy especial del profeta Elías y de su segunda venida.
Había sido un gran profeta, defensor del
verdadero culto a Yahvé, el único Dios y Señor de Israel. Ya hemos tenido
oportunidad en la lectura del Antiguo Testamento de escuchar su profecía.
Era para los judíos el paradigma de todos los profetas,
de manera que su fe se fundamentaba en la ley y los profetas, teniendo como
imagen de ello a Moisés y a Elías. Recordamos que en el Tabor, cuando la
transfiguración de Jesús, aparecen Moisés y Elías hablando con Jesús que era
como una imagen del tiempo del Antiguo Testamento que concluía para abrirse
paso el Nuevo Testamento, la nueva Alianza en la Sangre de Jesús.
‘Un profeta como un
fuego, cuyas palabras eran horno encendido’, escuchamos al sabio del Antiguo Testamento en el
libro del Eclesiástico de la primera lectura de hoy. Unido a los vaticinios del
profeta Malaquías para los tiempos inmediatos a la llegada del Mesías, hoy se
nos habla de cómo estaba ‘reservado para
el momento de aplacar la ira antes de que estalle, para reconciliar a padres
con hijos, para restablecer las tribus de Israel’. Palabras que nos
recuerdan lo que el ángel le anunció a Zacarías en el templo cuando le hablaba
del nacimiento de Juan. ‘Irá delante del
Señor, con el espíritu y poder de Elías, para reconciliar a los padres con sus
hijos, para inculcar la sabiduría de los justos, y para preparar al Señor un
pueblo bien dispuesto’.
Ahora la preguntan a Jesús ‘¿por qué dicen los letrados que primero tiene que venir Elías?’
Entendemos ahora la pregunta. Una pregunta surgida de sus interpretaciones de
los profetas por cuanto también el libro del Antiguo Testamento hablaba de un
final misterioso a la vida de Elías que había sido arrebatado al cielo en un
carro de fuego.
La respuesta de Jesús hace una relación también entre
la figura de Elías y la figura de Juan el Bautista. ‘Os digo que Elías vendrá y lo renovará todo. Elías ya ha venido, les
dice, y no lo reconocieron, sino que lo trataron a su antojo’. El
evangelista nos dirá que ‘los discípulos
entendieron que Jesús se estaba refiriendo a Juan el Bautista’. Pero Jesús
hace otra referencia, en este caso a sí mismo, a lo que le ha de suceder a El;
es como un anuncio de su pasión. ‘Así
también el Hijo del Hombre va a padecer
en manos de ellos’.
Son los caminos del Señor los que hemos de buscar;
hemos de saber escuchar la Palabra del Señor en lo más hondo de nosotros mismos
no como aquello que a nosotros nos guste, sino en aquello que el Señor quiera
señalarnos, iluminar los caminos de nuestra vida. Es la apertura generosa de
nuestro corazón a Dios; es la disponibilidad que hemos de poner en nuestra vida
para sembrar esa Palabra de Dios en nuestro corazón como en tierra buena para
que dé fruto.
Misión de Juan, el que venia con el espíritu y poder de
Elías, el que venía a preparar los caminos del Señor es ayudarnos a nuestra
reconciliación y nuestro mutuo encuentro. Creo que podríamos tomarlo como
mensaje que recibamos en este día de la Palabra del Señor. Pongamos de nuestra
parte todo lo posible y necesario para que en verdad vayámonos encontrando más
y más los unos con los otros; que nunca de nuestra parte pongamos trabas al
entendimiento y a la armonía con los demás para que vayamos creando ese mundo
de paz y de comunión entre nosotros.
Viene el Señor y que nos encuentre en verdadera
comunión entre nosotros porque es el mejor trono que podamos preparar en
nuestro corazón para buscar siempre su gloria, la mejor cuna de amor que pueda
encontrar en la noche de su nacimiento en Belén.
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