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sábado, 5 de octubre de 2013

Muchos motivos para dar gracias y pedir la bendición del Señor

Dt 8, 7-18.  - Sal: 1Crón 29, 10-12. - 2Co 5, 17-21.  - Mt 7, 7-11. 
“Las Témporas -dice el Misal- son días de acción de gracias y de petición que la comunidad cristiana ofrece a Dios, terminadas las vacaciones y la recolección de las cosechas, al reemprender la actividad habitual. Son una ocasión que presenta la Iglesia para rogar a Dios por las necesidades de los hombres, principalmente por los frutos de la tierra y por los trabajos de los hombres dando gracia a Dios públicamente”.
  Es lo que hoy estamos celebrando. Tuvo su origen en el ritmo de la vida agrícola que de alguna manera marcaba el devenir de las gentes con la siembra y la recogida de las cosechas, y así en un momento determinado se celebraban cuatro témporas haciéndolas coincidir con el inicio de las cuatro estaciones. Hoy el ritmo de vida que llevamos es más urbano y no está tan marcado por las actividades y trabajos del campo. En España celebramos solamente las témporas en este inicio de octubre, siguiendo más el ritmo de vacaciones y de vida escolar quizá, cuando reemprendemos las tareas de la vida de una forma ordinaria.
En su origen era como una acción de gracias por las cosechas recogidas o una impetración de las bendiciones divinas para las tareas del campo que se iniciaban. Siguen siendo días de acción de gracias y de petición, porque en fin de cuenta nos quieren recordar como la vida del hombre creyente gira siempre en torno a Dios en quien pone su fe, al que invoca pidiendo su bendición y protección y a quien ofrecemos nuestra acción de gracias por cuanto de su mano recibimos.
En este sentido van las lecturas de la Palabra de Dios que se nos ofrecen en este día, para que nunca nos dejemos seducir por el orgullo pensando que todo sale de la mano o del poder del hombre, sino que hemos de saber reconocer que cuanto hacemos o podemos hacer es un don de Dios que nos ha dado inteligencia y capacidad para poder realizar tales tareas. Como le recordaba Moisés al pueblo para cuando se establecieran en la tierra que el Señor les iba a dar, les exhortaba a reconocer humildemente la mano del Señor que los había conducido por el desierto dándoles la libertad y aquella tierra que ahora podían cultivar y disfrutar.
Es el espíritu humilde que también tendría que guiar nuestra vida, reconociendo el poder y la gracia del Señor. Por eso hemos de saber dar gracias a Dios reconociendo sus beneficios, cuanta gracia va derramando Dios sobre nosotros cada día al mismo tiempo que le invocamos para saber y poder sentir siempre su presencia de gracia junto a nosotros. La lectura del evangelio es toda una invitación a la oración confiada al Señor. ‘Pedid y recibiréis; buscad y encontraréis; llamad y os abrirán. Porque todo el que pide recibe, el que busca encuentra, y al que llama se le abre’.
Por eso como recordábamos al principio, las témporas ‘son una ocasión que presenta la Iglesia para rogar a Dios por las necesidades de los hombres, principalmente por los frutos de la tierra y por los trabajos de los hombres dando gracia a Dios públicamente’. Si siempre nuestra oración ha de tener un carácter universal, porque no podemos ser egoístas en nuestra oración, ha se ha de manifestar más esa universalidad. Pedimos por la Iglesia y pedimos por todos los hombres, por todas las necesidades y problemas que se viven en nuestro mundo. Cuántos son los sufrimientos de los hombres y mujeres que nos rodean. Los hemos de tener muy en cuenta en nuestra oración.
Al reiniciar las actividades pastorales en nuestras parroquias, en los movimientos apostólicos y en toda la Diócesis, es algo que todos hemos de tener en cuenta. En esa actividad pastoral que realiza la iglesia a través de tantos agentes pastorales estamos cumpliendo con la misión que Jesús nos confió de anunciar y hacer presente el Reino de Dios en nuestro mundo. Una tarea que sentimos como propia en la que todos hemos de sentirnos corresponsables. Hoy tenemos una ocasión propicia para que motive nuestra oración. Sean estas las súplicas y plegarias que elevamos al Señor con toda confianza y humildad.
Estos días hemos recordado aquello que Jesús nos decía de rogar al dueño de la mies para que envíe operarios a su mies, pues por ahí deber ir también nuestra oración, para que el Señor suscite muchas almas generosas que vivan ese compromiso apostólico en medio de la Iglesia y desde la Iglesia en medio del mundo.
Y hay otro aspecto también a resaltar en las témporas y del que nos habla la segunda lectura. ‘En nombre de Cristo os pedimos que os dejéis reconciliar con Dios’, nos decía. Es el aspecto de la reconciliación, del perdón que hemos de impetrar del Señor porque nos sentimos débiles y pecadores. Un motivo quizá para acercarnos al Sacramento de la Penitencia. Las témporas tienen también ese carácter penitencial de petición de perdón.

Vivamos, pues, con todo sentido esa celebración especial que nos ofrece la Iglesia en este día. Elevemos al Señor nuestra acción de gracias pero también nuestras suplicas por las necesidades de nuestro mundo; cuánto tenemos que pedir por la paz, por la reconciliación de todos los hombres, y para que todos se dejen encontrar con Cristo que es el que de verdad nos trae la salvación.

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