Muchos
motivos para dar gracias y pedir la bendición del Señor
Dt 8, 7-18. - Sal: 1Crón 29, 10-12. - 2Co 5, 17-21. - Mt 7, 7-11.
“Las Témporas -dice el Misal- son días de acción de gracias y de
petición que la comunidad cristiana ofrece a Dios, terminadas las vacaciones y
la recolección de las cosechas, al reemprender la actividad habitual. Son una
ocasión que presenta la Iglesia para rogar a Dios por las necesidades de los
hombres, principalmente por los frutos de la tierra y por los trabajos de los
hombres dando gracia a Dios públicamente”.
Es lo
que hoy estamos celebrando. Tuvo su origen en el ritmo de la vida agrícola que
de alguna manera marcaba el devenir de las gentes con la siembra y la recogida
de las cosechas, y así en un momento determinado se celebraban cuatro témporas haciéndolas
coincidir con el inicio de las cuatro estaciones. Hoy el ritmo de vida que
llevamos es más urbano y no está tan marcado por las actividades y trabajos del
campo. En España celebramos solamente las témporas en este inicio de octubre, siguiendo
más el ritmo de vacaciones y de vida escolar quizá, cuando reemprendemos las
tareas de la vida de una forma ordinaria.
En su origen era como una
acción de gracias por las cosechas recogidas o una impetración de las
bendiciones divinas para las tareas del campo que se iniciaban. Siguen siendo
días de acción de gracias y de petición, porque en fin de cuenta nos quieren
recordar como la vida del hombre creyente gira siempre en torno a Dios en quien
pone su fe, al que invoca pidiendo su bendición y protección y a quien
ofrecemos nuestra acción de gracias por cuanto de su mano recibimos.
En este sentido van las
lecturas de la Palabra de Dios que se nos ofrecen en este día, para que nunca
nos dejemos seducir por el orgullo pensando que todo sale de la mano o del
poder del hombre, sino que hemos de saber reconocer que cuanto hacemos o
podemos hacer es un don de Dios que nos ha dado inteligencia y capacidad para
poder realizar tales tareas. Como le recordaba Moisés al pueblo para cuando se
establecieran en la tierra que el Señor les iba a dar, les exhortaba a
reconocer humildemente la mano del Señor que los había conducido por el
desierto dándoles la libertad y aquella tierra que ahora podían cultivar y
disfrutar.
Es el espíritu humilde que
también tendría que guiar nuestra vida, reconociendo el poder y la gracia del
Señor. Por eso hemos de saber dar gracias a Dios reconociendo sus beneficios,
cuanta gracia va derramando Dios sobre nosotros cada día al mismo tiempo que le
invocamos para saber y poder sentir siempre su presencia de gracia junto a
nosotros. La lectura del evangelio es toda una invitación a la oración confiada
al Señor. ‘Pedid y recibiréis; buscad y
encontraréis; llamad y os abrirán. Porque todo el que pide recibe, el que busca
encuentra, y al que llama se le abre’.
Por eso como recordábamos
al principio, las témporas ‘son una
ocasión que presenta la Iglesia para rogar a Dios por las necesidades de los
hombres, principalmente por los frutos de la tierra y por los trabajos de los
hombres dando gracia a Dios públicamente’. Si siempre nuestra oración ha de
tener un carácter universal, porque no podemos ser egoístas en nuestra oración,
ha se ha de manifestar más esa universalidad. Pedimos por la Iglesia y pedimos
por todos los hombres, por todas las necesidades y problemas que se viven en
nuestro mundo. Cuántos son los sufrimientos de los hombres y mujeres que nos
rodean. Los hemos de tener muy en cuenta en nuestra oración.
Al reiniciar las
actividades pastorales en nuestras parroquias, en los movimientos apostólicos y
en toda la Diócesis, es algo que todos hemos de tener en cuenta. En esa
actividad pastoral que realiza la iglesia a través de tantos agentes pastorales
estamos cumpliendo con la misión que Jesús nos confió de anunciar y hacer
presente el Reino de Dios en nuestro mundo. Una tarea que sentimos como propia
en la que todos hemos de sentirnos corresponsables. Hoy tenemos una ocasión
propicia para que motive nuestra oración. Sean estas las súplicas y plegarias
que elevamos al Señor con toda confianza y humildad.
Estos días hemos recordado
aquello que Jesús nos decía de rogar al dueño de la mies para que envíe
operarios a su mies, pues por ahí deber ir también nuestra oración, para que el
Señor suscite muchas almas generosas que vivan ese compromiso apostólico en
medio de la Iglesia y desde la Iglesia en medio del mundo.
Y hay otro aspecto también a resaltar
en las témporas y del que nos habla la segunda lectura. ‘En nombre de Cristo os pedimos que os dejéis reconciliar con Dios’,
nos decía. Es el aspecto de la reconciliación, del perdón que hemos de impetrar
del Señor porque nos sentimos débiles y pecadores. Un motivo quizá para
acercarnos al Sacramento de la Penitencia. Las témporas tienen también ese
carácter penitencial de petición de perdón.
Vivamos, pues, con todo sentido esa
celebración especial que nos ofrece la Iglesia en este día. Elevemos al Señor
nuestra acción de gracias pero también nuestras suplicas por las necesidades de
nuestro mundo; cuánto tenemos que pedir por la paz, por la reconciliación de
todos los hombres, y para que todos se dejen encontrar con Cristo que es el que
de verdad nos trae la salvación.
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